No solo se trata de la Franja de Gaza: los estudiantes que se manifiestan hablan de una conexión con una lucha a nivel global

Manifestantes propalestinos se apoderan de un comedor de la Universidad Emory, en Atlanta, el viernes 26 de abril de 2024. (Nicole Craine/The New York Times)
Manifestantes propalestinos se apoderan de un comedor de la Universidad Emory, en Atlanta, el viernes 26 de abril de 2024. (Nicole Craine/The New York Times)

Cuando hablamos con los manifestantes estudiantiles, vemos que su indignación es evidente: han sido impulsados por el raudal de muerte y destrucción en la Franja de Gaza y corren el riesgo de ser arrestados por pelear en favor de la causa de los palestinos.

Para la mayoría de ellos, la guerra está teniendo lugar en una tierra que jamás pisarán, donde las personas asesinadas (hasta ahora 34.000, de acuerdo con las autoridades locales de salud) solo les son conocidas por lo que han leído o visto en internet.

Pero para muchos, los problemas están más cerca y, al mismo tiempo, son mucho más grandes y extensos. En su opinión, el conflicto de Gaza es una lucha por la justicia, vinculada a temas que parecen muy distantes. Dicen que están motivados por el control y el maltrato a los indígenas, la discriminación contra los estadounidenses negros y el impacto del calentamiento global.

En entrevistas que hicimos la semana pasada a decenas de estudiantes de todo el país, estos describieron, a un nivel asombroso, el prisma tan amplio a través del cual ven el conflicto de Gaza, lo cual ayuda a explicar su apremio… y su actitud recalcitrante.

Ife Jones, una estudiante de primer grado en la Universidad Emory de Atlanta, vinculó su activismo actual con el movimiento por los derechos civiles de 1960, en el cual había participado su familia.

“Lo único que faltó fueron los perros y el agua”, comentó Jones acerca de esta acometida contra los manifestantes.

Manifestantes propalestinos de la Universidad de California, campus Los Ángeles, celebran un mitin en un campamento de “solidaridad” recién instalado en el plantel de Los Ángeles, el jueves 25 de abril de 2024. (Mark Abramson/The New York Times)
Manifestantes propalestinos de la Universidad de California, campus Los Ángeles, celebran un mitin en un campamento de “solidaridad” recién instalado en el plantel de Los Ángeles, el jueves 25 de abril de 2024. (Mark Abramson/The New York Times)

Muchos de ellos han rechazado las propuestas del personal administrativo de la universidad, se han encadenado a las bancas y han ocupado edificios. Los manifestantes ya se han enfrentado a una fuerte represión y en las últimas 24 horas ha habido cientos de arrestos en muchas escuelas, entre ellas la Universidad de Columbia.

Debido a que los estudiantes pro-Israel están intensificando sus contramanifestaciones en varios planteles universitarios, se espera que en los próximos días el ambiente se tense todavía más.

En las entrevistas, el discurso de muchos de los manifestantes también fue peculiar. Los estudiantes aderezaron con soltura sus explicaciones con términos académicos como intersectorialidad, colonialismo e imperialismo, todos ellos con el propósito de argumentar que el sufrimiento de los palestinos es resultado de estructuras globales de poder que prosperan gracias al prejuicio y la opresión.

“Como ambientalistas, nos enorgullecemos de ver el mundo a través de una óptica intersectorial”, señaló Katie Rueff, una estudiante de primer grado de la Universidad Cornell. “La justicia climática es un problema de todos. Afecta todas las dimensiones de la identidad debido a que tiene su raíz en las mismas luchas del imperialismo, el capitalismo… cosas por el estilo. Creo que eso se aplica mucho en este conflicto, del genocidio en Palestina”.

Jawuanna McAllister, doctorante en Biología Celular y Molecular de 27 años en la Universidad de Cornell, se refirió al nombre del grupo estudiantil al que está afiliada: la Coalición para la Liberación Mutua.

“Ya está en nuestro nombre: liberación mutua”, comentó McAllister. “Eso significa que somos una organización antirracista, antiimperialista y anticolonialista. Creemos que ninguno de nosotros puede ser libre y tener el respeto y la dignidad que merece a menos que todos seamos libres”.

Casi todos los grupos de manifestantes quieren un cese al fuego inmediato y alguna forma de desinversión de las empresas que tienen intereses en Israel o en el Ejército. Pero debido a que todo está vinculado, algunos manifestantes tienen otros temas en su agenda.

El movimiento estudiantil en apoyo a los palestinos se ha construido a lo largo de varias décadas vinculando otros temas. Los Estudiantes por Justicia en Palestina, una confederación vagamente relacionada que comenzó a surgir a principios de la década de 1990 en la Universidad de California, campus Berkeley, intencionalmente invitó a otros activistas —ambientalistas, opositores a la intervención estadounidense en Latinoamérica, críticos de la guerra del Golfo— para ampliar la base del grupo.

Hoy en día, el comité directivo a nivel nacional de este grupo afirma tener más de 200 sedes autónomas, la mayoría de las cuales están en Estados Unidos. Y casi siempre trabajan con otros grupos estudiantiles.

La construcción de coaliciones es una fuente de fortaleza y orgullo que les brinda a los manifestantes la sensación de que gran parte del mundo está con ellos.

Pero los académicos señalan que el actual movimiento, el cual ha indignado a muchos egresados y estudiantes pro-Israel, tiene una marcada diferencia con los movimientos en contra de la segregación en Sudáfrica o de la guerra de Vietnam.

En la década de 1960, durante las manifestaciones contra la guerra de Vietnam, no había ni una sola base de apoyo que se sintiera atacada como grupo étnico, señaló Timothy Naftali, quien imparte la asignatura de Política Pública en la Universidad de Columbia, aunque reconoció que los soldados estudiantes o quienes están en el Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de Reserva (o ROTC, por su sigla en inglés) habrían sido abordados.

“Yo me imaginaría que ahora estas manifestaciones están generando una sensación de inseguridad de una manera mucho más grande que las manifestaciones contra la guerra durante la época de Vietnam”, comentó Naftali.

Gran parte de la división actual se centra en torno a Hamás y el antisemitismo.

En las entrevistas, muchos de los estudiantes se rehusaron a comprometerse cuando se les preguntó sobre Hamás, el grupo militante que dirigió los ataques del 7 de octubre en Israel, los cuales dejaron 1200 personas muertas. Muchos solo dijeron que los ataques fueron horrendos.

Pero Lila Steinbach, una estudiante de último grado de la Universidad de Washington, campus San Luis, reconoció que los ataques despertaron emociones complejas. Steinbach conoce personas que fueron asesinadas y tomadas como rehenes en los ataques. Al igual que muchos manifestantes, ella se crio como judía.

“Lo que ocurrió el 7 de octubre fue una prueba de mi política, como una persona que está comprometida con la liberación y la descolonización”, comentó, y añadió: “Es difícil no condenar toda la violencia cometida por Hamás”.

Sin embargo, agregó: “También sé que la violencia de los israelíes y la violencia del imperialismo estadounidense y las condiciones promovidas por dichos actores son responsables de la proliferación del terrorismo. Cuando creces en una prisión al aire libre, quedas huérfano y te dicen que los israelíes tienen la culpa, ¿por qué no habrías de creerles?”.

Casi todos los estudiantes que se manifiestan mencionaron que el antisemitismo es un verdadero motivo de preocupación.

Pero comentaron que ellos no lo ven a su alrededor, ni en los campamentos, ni entre los demás manifestantes, ni en consignas como “desde el río hasta el mar”. (Desde su punto de vista “desde el río hasta el mar” no es un llamado a acabar con el Estado de Israel, sino un llamado a la paz y la igualdad).

El domingo, unas cuantas decenas de manifestante estaban dando vueltas por el campamento instalado en la Universidad de Pittsburg. Alexandra Weiner, de 25 años, una integrante de la planta docente del departamento de Matemáticas de la universidad, mencionó que ella creció frecuentando la sinagoga Árbol de la Vida, donde en el año de 2018 un nacionalista blanco asesinó a tiros a once asistentes.

Aunque algunos contramanifestantes habían tildado el campamento de antisemita, Weiner comentó: “Yo no he vivido ni escuchado una sola manifestación de antisemitismo”.

Más tarde ese día, cientos de manifestantes marcharon por el campus pidiendo un cese al fuego. Tras un enfrentamiento con la policía, dos fueron arrestados y el martes el campamento ya había desaparecido.

c.2024 The New York Times Company