Francia, Italia y Brasil demuestran que el caos político en España no es tan tremendo como lo pintan
'Gobierno Frankenstein', presidente ilegítimo, proyecto agotado, coalición de enemigos... Los vaticinios que la derecha española lleva haciendo sobre el Gobierno de España de coalición formado por PSOE y Unidas Podemos se han repetido durante años y cada vez suenan más forzados, erróneos y desfasados. No hay más que recapitular algunos datos de este ciclo político:
La legislatura está a pocas semanas de entrar en su cuarto año habiendo sacado adelante siempre en tiempo y forma los Presupuestos.
La suma de fuerzas del Ejecutivo y sus socios de investidura han permitido aprobar en el Congreso todas las votaciones importantes hasta la fecha.
Y las broncas, que las ha habido, entre los socios de coalición no han sido mayores que las que han tenido los dirigentes del PP en Génova -defenestración de Pablo Casado- o los de Vox en su cuartel general -destierro y rechazo a readmitir a Macarena Olona-.
Seguidores de Bolsonaro hacen el saludo nazi durante la concentración que están realizando frente a un cuartel del ejército. El motivo: pedir a los militares que lleven a cabo un golpe de estado contra el gobierno de Lula. Tremendo.pic.twitter.com/mrbonXcMSx
— Eleméntal (@ElementalELM) November 2, 2022
Pero mirando fuera de España las cosas no están mejor:
En Italia, las fuerzas de la derecha han alcanzado el poder tras bloquear el mandato de Mario Draghi y obligarle a convocar elecciones. Aunque Giorgia Meloni y Silvio Berlusconi, aquellos que se conjuraron para elevar la apuesta conservadora en el país transalpino, tienen ahora serios problemas para alcanzar un acuerdo de mínimos para dirigir el país.
En el Reino Unido, hay poco que decir. Acaban de estrenar un nuevo primer ministro después de que la anterior no llegara ni a los 50 días en el cargo aplicando muchas de las polítcas que para España reclaman PP y Vox como beneficiar fiscalmente a las grandes fortunas. Todo ello es, sin embargo, un único capítulo del estrépito de la clase dirigente británica desde que dieran la espalda a la UE y a las políticas comunitarias como predica Santiago Abascal en España.
En Francia, la primera ministra francesa, Élisabeth Borne, acaba de superar por los pelos las dos mociones de censura presentadas por la coalición de izquierdas NUPES liderada por Jean-Luc Mélenchon y por el grupo de extrema derecha capitaneado por Marine Le Pen tras las críticas desatadas por la aprobación por decreto de los presupuestos hace dos semanas. Una fórmula -la moción de censura y la aprobación de presupuestos por decreto- que ni cotizan en las apuestas sobre la política española.
Y qué decir de Brasil. Al igual que en asalto al Capitolio de Estados Unidos cuando Donald Trump perdió las elecciones, los seguidores del ultraderechista Jair Bolsonaro están torpedeando las comunicaciones y las cadenas de suministro del país al tiempo que alientan al Ejército para salir a las calles para "restiyuir el orden". Todo porque no aceptan el resultado de las urnas. Un escenario pavoroso que deja poco menos que en anécdota las acusaciones de Gobierno ilegítimo que PP y Vox han deslizado contra Pedro Sánchez desde que llegara a Moncloa.
En definitiva, que el caos organizado en el que se ha acostumbrado a vivir España desde hace una década es una forma de política menos traumática que la que han abrazado otros países que no han dudado en sacar pecho en varias ocasiones para, ahora, estar envueltos en crisis mayores.
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