Así se formó la impensable alianza entre Donald Trump y Robert F. Kennedy Jr.
Una noche de sábado a mediados de julio, unas tres horas después del atentado que casi le cuesta la vida al expresidente Donald Trump, Robert F. Kennedy Jr. recibió una llamada telefónica y su interlocutor le preguntó si consideraría unir fuerzas con Trump. ¿Le parecería bien ser su compañero de fórmula?
Al otro lado de la línea estaba Calley Means, empresario del sector de servicios de salud que asesoró a Kennedy cuando elaboró su política de enfermedades crónicas. Le dio a entender que podría ser un buen momento para combinar fuerzas (Trump acababa de salvarse apenas de correr la misma suerte que el padre y el tío de Kennedy). La respuesta de Kennedy, que tenía su propia campaña independiente en la contienda presidencial, fue que no le interesaba la vicepresidencia, y ahí terminó la llamada.
Poco después, Kennedy le devolvió la llamada y le dijo que sí estaba dispuesto a hablar con Trump.
Estas llamadas desataron una histeria de especulaciones y valoraciones en el equipo de campaña de Kennedy: ¿qué era lo que ofrecían, si es que ofrecían algo? ¿Una alianza con Trump podría darle a Kennedy más poder con respecto a algunos temas que había descrito durante su campaña, como las enfermedades crónicas, la censura, el alcance corporativo al interior de las agencias del gobierno o la guerra en Ucrania? ¿O acabaría por desbaratar no solo su coalición, sino también a su familia?
En ese momento, Trump no consideraba seriamente sumar a Kennedy a su fórmula. Sin embargo, las acciones de Means abrieron la puerta para traer a Kennedy al redil y eliminar la posibilidad de que le quitara votos a Trump.
Siguieron seis semanas de incontables debates tras bambalinas, traspiés vergonzosos, reuniones secretas e incertidumbres privadas que culminaron con la decisión de Kennedy de suspender su campaña y respaldar a Trump.
La alianza de Trump y Kennedy, una de las más extrañas en la historia política moderna, unió a dos hombres de lo más impredecibles y con egos extraordinarios. Los candidatos, uno republicano y el otro un antiguo demócrata, habían hablado muy mal uno del otro en público durante su campaña. Ahora, ambos habían calculado el riesgo de unir filas.
Este relato del origen de esta alianza se basa en entrevistas con más de 20 personas involucradas en las conversaciones o enteradas de ellas. Lo confirman las entrevistas públicas y declaraciones de Kennedy en los últimos 10 días.
Algunas voces de ambas campañas habían planteado la posibilidad de formar una alianza desde hacía meses, algunas por más de un año. Otras, entre ellas las de los familiares más cercanos de Kennedy, se resistieron a la idea hasta el último minuto. Y en muchas ocasiones estuvo a punto de no concretarse.
Los mediadores de esas pláticas fueron unos cuantos actores del círculo cercano de ambos políticos, como la principal asesora de Trump, Susie Wiles, y la directora de campaña de Kennedy, Amaryllis Fox, que es su nuera. Tucker Carlson, el comentarista político, desempeñó un papel vital, al igual que Donald Trump Jr. Omeed Malik, empresario y donador político que ha apoyado tanto a Kennedy como a Trump, también participó de cerca.
Otras personas, como Means, no pertenecían al círculo cercano, pero de cualquier manera ejercieron presión en ambos bandos. Algunos dirigentes del llamado movimiento para reclamar la libertad en la salud, una coalición (pequeña pero que se hace oír) de personas opuestas a las vacunas y las órdenes de salud pública que desde hace tiempo han considerado a Kennedy su defensor, también alentaron la fusión.
A fin de cuentas, ambos hombres vieron el beneficio político de la alianza.
Dennis Kucinich, antiguo miembro del Congreso de Ohio que fungió como director de campaña de Kennedy gran parte de 2023, señaló que, al contrario del Partido Demócrata, que alejó a Kennedy, Trump lo aceptó.
Para Trump, ese esfuerzo “presenta una oportunidad real para la campaña”, indicó. “Consolida una base y amplía su alcance”.
‘Va a ser muy bueno para ti’
Cuando Means colgó el teléfono después de hablar con Kennedy el 13 de julio, se comunicó con Carlson. Ese momento, inmediatamente después del tiroteo, pareció presentar una oportunidad para conectar a Trump con Kennedy y facilitar un posible respaldo.
A Carlson le encantó la idea. Kennedy era su amigo y ya llevaba meses dándole dolores de cabeza al equipo de Trump. Las encuestas internas de la campaña de Trump mostraban que Kennedy les estaba quitando apoyo tanto al presidente Joe Biden como a Trump, pero algunos de los asesores de Trump creían que era una amenaza mayor para su candidato. Donald Trump Jr., en particular, había intentado encontrar la manera de sacar a Kennedy de la contienda, por temor a que pudiera afectar las posibilidades de su padre, según dos personas enteradas de las conversaciones privadas.
Kennedy era una presencia habitual en los medios de derecha y conectaba con audiencias que se identificaban con sus posturas políticas heterodoxas, su retórica sobre conspiraciones y sus ideas en materia de salud y medicina, incluida la difusión de afirmaciones sobre la posibilidad de que vacunar a los niños les cause autismo, que han sido ampliamente desmentidas. Les resultaba atractivo a los electores que Trump quería.
Apenas en abril, Trump (que, según comentan sus aliados, desde hace mucho tiempo ha estado fascinado por el encanto del nombre Kennedy) había considerado designar a Kennedy su compañero de fórmula porque le gustaba cómo sonaba la dupla “Trump-Kennedy”. El equipo de campaña de Trump incluso hizo encuestas para determinar qué nivel de interés generaba el par como fórmula.
El hecho era que, mientras Kennedy siguiera en la contienda, representaba una amenaza que el equipo de Trump estaba dispuesto a combatir. La campaña se preparó para difundir anuncios negativos sobre Kennedy con la llegada del verano.
Entonces, el intento de asesinato cambió la dinámica.
Un momento para reflexionar
El equipo de Trump no era el único que había considerado una alianza. Algunas personas de la campaña de Kennedy llevaban meses dándole vueltas a la idea.
Algunas incluso habían imaginado que Kennedy sería el compañero de fórmula de Trump. “Una candidatura de Trump y Kennedy causaría el desplome de las acciones de Pfizer, generaría histeria entre los conglomerados corruptos de los medios y garantizaría la victoria en noviembre”, escribió en enero Link Lauren, quien trabajó por un tiempo breve como estratega de comunicaciones de Kennedy, en un correo electrónico dirigido al candidato y algunos de los principales asesores.
En las horas después del tiroteo, combinar fuerzas parecía estar a punto de convertirse en una realidad.
No obstante, mientras Kennedy evaluaba sus opciones, algunos de sus asesores más cercanos y familiares seguían recelosos.
La esposa de Kennedy, la actriz Cheryl Hines, estaba especialmente preocupada. Hines, que ha sido demócrata desde hace mucho tiempo, había criticado a Trump en el pasado. También había sido blanco de reacciones violentas del público por las acciones políticas de su esposo.
“En lo personal, diría que la reacción de Cheryl no fue nada alentadora, sino todo lo contrario”, afirmó Kennedy en una llamada a TMZ Live.
En conversaciones ese fin de semana, Hines y otras personas cercanas a Kennedy le advirtieron que Trump no era de fiar. En su opinión, Trump ya le había retirado su apoyo antes: en enero de 2017, Kennedy les dijo a algunos periodistas que Trump, entonces el presidente electo, le había pedido encargarse de una comisión sobre la seguridad de las vacunas. Unas horas después, los asesores de Trump abandonaron esa idea. De cualquier manera, ese incidente lo dañó.
Además, Kennedy debía considerar cuestiones más apremiantes. Era probable que su campaña se viera involucrada en juicios costosos para intentar lograr que se incluyera su nombre en las boletas estatales de todo el país. Su popularidad en las encuestas iba en descenso y, además, se estaba quedando muy rápido sin dinero.
Tras el desastroso desempeño de Biden en el debate contra Trump en junio, a algunos de los asesores de Kennedy les sorprendió que no aumentara el apoyo para su candidato entre los demócratas distanciados, según una persona cercana a Kennedy.
Se percataron de que ya no podía atraer más apoyo de los demócratas; encima, los dirigentes demócratas no habían mostrado ningún interés en establecer una alianza. Algunos de los aliados de Kennedy comprendieron en ese momento que la única opción para seguir adelante era con Trump.
Al final de la convención republicana, Trump se sentía invencible. Biden, marginado por una infección de COVID, veía un descenso constante en las encuestas, y el Partido Demócrata parecía dividido sin remedio. La campaña de Kennedy continuó con sus actividades normales.
Por desgracia, la atmósfera no se mantuvo. Apenas tres días después de la aceptación formal de la nominación del partido por parte de Trump, Biden abandonó la contienda. En una semana, los demócratas se habían unido en torno a la vicepresidenta Kamala Harris, lo que puso nervioso a Trump.
Kennedy se disculpó de nuevo con Trump mientras que Malik instó a ambas partes a reanudar sus conversaciones, lo que hicieron dos semanas después.
El 12 de agosto, Kennedy y Trump se reunieron en Mar-a-Lago, el club privado de Trump en Florida, junto con Wiles, Fox, Malik y Donald Trump Jr.
‘Bobby y yo’
En los siguientes días, se consolidó la alianza, aunque prevaleció la incertidumbre hasta el último momento.
El 16 de agosto, en su club de golf de Bedminster, Nueva Jersey, Trump se sentó con miembros del grupo New Jersey Coalition for Vaccination Choice, que se ha opuesto a las órdenes de vacunación, pues al expresidente le interesaba tener buenas relaciones con ellos.
El grupo quería dialogar sobre temas de salud infantil, pero también aplaudieron las acciones de Kennedy como aliado, según dos de las personas informadas sobre la reunión. Trump indicó que planeaba integrarlo a su equipo.
En privado, Kennedy les comentó a sus asesores que creía que Trump de verdad quería concentrar esfuerzos en las enfermedades infantiles crónicas y en reducir la intensidad de la guerra en Ucrania.
La siguiente semana, la compañera de fórmula de Kennedy, Nicole Shanahan, comentó en una entrevista que tanto ella como Kennedy estaban considerando la posibilidad de abandonar la contienda y apoyar a Trump, y así hizo público lo que llevaban dialogando varias semanas.
Más adelante esa misma semana, Shanahan expresó cierta aprensión. “Lo que nos hace dudar en este momento para unir fuerzas con Trump es que no ha ofrecido ninguna disculpa ni dicho en público que la operación Máxima Velocidad fue su culpa”, le dijo al podcastero Adam Carolla.
No es probable que Trump se disculpe por lo que hizo con las vacunas. Sin embargo, Kennedy concluyó a fin de cuentas que la alianza valía la pena. El 23 de agosto, compartió el escenario con Trump durante un mitin en Arizona e hizo la declaración formal de que apoyaba a su antiguo rival.
“Bobby y yo pelearemos juntos para vencer a la élite política corrupta”, alardeó Trump.
Unos días después, nombró a Kennedy codirector honorario de su equipo de transición, lo que le dará una influencia valiosa sobre el personal y las políticas en el segundo mandato de Trump.
Se espera que Kennedy participe en la campaña por Trump este otoño, pero no se sabe a ciencia cierta cuál será su papel a largo plazo en la alianza con Trump. Algunos de sus asesores creen que terminará al frente del Departamento de Salud y Servicios Humanos, a pesar de la tremenda batalla que enfrentaría para lograr la confirmación del Senado.
Trump, hasta ahora, no ha hecho ninguna promesa pública.
c.2024 The New York Times Company