La filosofía educativa de Andrés Bello y la creación de la Universidad de Chile

Casa Central de la Universidad de Chile con la estatua de Andrés Bello. <a href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Casa_Central_de_la_Universidad_de_Chile_-_Estatua_Bello.jpg" rel="nofollow noopener" target="_blank" data-ylk="slk:Benjamín Mejías Valencia/Wikimedia Commons;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas" class="link ">Benjamín Mejías Valencia/Wikimedia Commons</a>, <a href="http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/" rel="nofollow noopener" target="_blank" data-ylk="slk:CC BY;elm:context_link;itc:0;sec:content-canvas" class="link ">CC BY</a>

La fundación de la Universidad de Chile en 1842 fue uno de los eventos más importantes de la década y, en verdad, de la historia del Chile republicano. Resulta difícil explicar el éxito de esta institución sin una referencia a Andrés Bello (1781-1865).

Nacido en Caracas, Bello arribó en Chile en 1829, al cabo de 19 años de estadía en Londres. En el país austral, Bello asumió un papel de liderazgo educacional mediante su enseñanza en el Colegio de Santiago, sus clases particulares y su aporte al fortalecimiento académico del Instituto Nacional.

Para comprender el papel que tuvo en la Universidad de Chile se hace necesario, por un lado, examinar su filosofía educacional y, por otro, las circunstancias nacionales e institucionales que le permitieron construir una compleja organización que se transformó en una pieza central del desarrollo y crecimiento del estado chileno en el siglo XIX.

Su filosofía educacional

Bello dio a conocer su pensamiento educacional en 1836, en un artículo titulado “Sobre los fines de la educación y los medios para difundirla”. Allí hizo una defensa del papel del Estado en el desarrollo de la educación nacional.

Esta defensa se basaba en argumentos prácticos, como la necesidad de educar al pueblo para así contribuir al desarrollo económico del país. Proponía, además, la creación de escuelas normales y sugería una serie de ramos de estudio para el currículum de las escuelas primarias. Lo más significativo del ensayo, sin embargo, era la conexión que establecía entre educación y república:

Si bajo todo gobierno hay igual necesidad de educarse, porque cualquiera que sea el sistema político de una nación, sus individuos tienen deberes que cumplir respecto de ella, respecto de sus familias y respecto de ellos mismos, en ninguno pesa más la obligación de proteger este ramo importante de la prosperidad nacional que en los gobiernos republicanos, pues según nos lo enseña la razón […] en ninguna asociación es más interesante que en las repúblicas. […] Los gobiernos republicanos […] nunca podrán eximirse de dedicar sus esfuerzos a conseguir el grande objeto a que ella tiende, haciendo a los individuos útiles a sí mismos y útiles a sus semejantes por medio de la educación.

Para Bello, solo la educación podía transformar al individuo en ciudadano, y solo el ciudadano podía sostener a la república. Bello sabía que, de acuerdo al artículo 153 de la Constitución de 1833, la educación pública era una “atención preferente del Gobierno”, y que el artículo 154 declaraba que “habrá una superintendencia de educación pública, a cuyo cargo estará la inspección de la enseñanza nacional, y su dirección bajo la autoridad del Gobierno”.

Este último artículo le dio pie para proponer que la Universidad de Chile, como en Francia, asumiera el papel de superintendencia de educación pública contemplada en la Constitución.

“Base de todo sólido progreso”

La Universidad de Chile fue inaugurada formalmente el 17 de septiembre de 1843. En este contexto Andrés Bello pronunció un discurso inaugural definiendo los propósitos de la universidad, el papel de las diversas facultades y el servicio que la institución se comprometía a prestar al gobierno y a la nación.

Como ya lo había sugerido en su artículo de 1836, Bello entendía la educación, especialmente la educación primaria, “como la base de todo sólido progreso; como el cimiento indispensable de las instituciones republicanas”. El objetivo de la universidad, declaró ahora, era difundir el conocimiento, pero sugiriendo que el eje principal de esta difusión se encontraba en la concentración y cultivo del conocimiento a través de las funciones académicas de la institución.

La universidad estaría a cargo de promover la investigación y satisfacer importantes necesidades nacionales a través de la alfabetización universal, como también el conocimiento específico de varias ramas del conocimiento. De aquí la formación de cinco facultades, cada una de ellas cuidadosamente definidas:

  1. Teología

  2. Leyes y Ciencias Políticas

  3. Medicina

  4. Ciencias Matemáticas y Físicas

  5. Filosofía y Humanidades

La universidad del futuro mira al pasado

Habiendo enfatizado la relación entre educación y ciudadanía en un gobierno republicano, y explicado el papel de la Universidad como agencia estatal encargada de difundir el conocimiento en todos los niveles, Bello hizo otras declaraciones de mayor complejidad política y filosófica.

Foto en blanco y negro de un hombre leyendo ante una estantería llena de libros.
Retrato de Andrés Bello sentado leyendo en un escritorio, 1860. Biblioteca Nacional de Chile

Quizás la más importante, ya sugerida por la incorporación de una facultad de Teología en una institución laica, era la fundamental compatibilidad entre religión, ciencias y letras. De gran importancia resulta también el énfasis de Bello en que las instituciones republicanas modernas requerían el estudio de las tradiciones jurídicas, especialmente la larga trayectoria del derecho romano.

En la inauguración de la Universidad, Bello adelantó que la codificación de las leyes nacionales incorporaría elementos de las grandes tradiciones jurídicas de la humanidad. La educación en Chile, orientada desde la Universidad, fomentaría el cambio, pero a partir de las tradiciones pasadas. La innovación republicana más importante, en este contexto, sería la difusión de la educación a toda la población.

Andrés Bello presidió la Universidad de Chile hasta el momento de su muerte en 1865. Para entonces, la institución tenía raíces profundas gracias a la concepción de Bello de la educación como un deber nacional.


Este artículo surge de la colaboración con la Fundación Ignacio Larramendi, institución centrada en desarrollar proyectos relacionados con el pensamiento, la ciencia y la cultura en Iberoamérica con el objetivo de ponerlos a disposición de todo el público.

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Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.

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