Filman el festín submarino que sigue a la muerte de una ballena

Detalle de los carroñeros alimentándose de los restos de la ballena. (Imagen capturada del vídeo subido a Youtube, crédito EV Nautilus).
Detalle de los carroñeros alimentándose de los restos de la ballena. (Imagen capturada del vídeo subido a Youtube, crédito EV Nautilus).

En España tenemos un dicho gastronómico muy castizo sobre el cerdo, animal del que decimos que “se aprovecha todo, hasta los andares”. Si la máxima la tuviéramos que trasladar al mar, el protagonista sería indudablemente la ballena. Cada vez que uno de estos grandes cetáceos pierde la vida, y tras caer lentamente hacia las profundidades se posa en el lecho marino, se inicia un banquete al que acuden múltiples especies carroñeras. El festín, que puede durar años, deja su huella allá donde se produce generando ecosistemas nuevos que pueden prosperar durante décadas.

Por desgracia, cuando una de esas masas de carne hace su “inmersión final”, sus restos se descomponen a profundidades batipelágicas superiores a los 1000 metros, lejos de la luz del sol y de nuestros ojos. Obviamente el morboso espectáculo no es algo a lo que podamos acceder de forma sencilla. Allá donde la presión del agua se nos hace insoportable, únicamente un robot submarino equipado con cámaras puede arrojar luz científica sobre el proceso. ¿Pero dónde encontrar un cadáver? Solo la suerte puede guiarnos… y eso es lo que acaba de pasar.

Imaginaos los gritos de excitación de los científicos cuando uno de los vehículos submarinos operados por control remoto que transporta el buque de exploración Nautilus, se encontró de bruces con el cuerpo de una ballena en descomposición en las cercanías del monte submarino Davidson, frente a la costa de California, a una profundidad de 3.200 metros.

No hace falta que os lo imaginéis, en realidad podéis oírlo mientras visionáis el vídeo que hay sobre estas líneas. Incluso en esas profundidades oscuras, pobres en oxígeno y sometidas a presiones enormes, la vida encuentra su camino, aunque sea a costa de la muerte de otros.

Por lo que he podido leer, el cadáver es relativamente reciente, pudiendo tener unos cuatro meses. De hecho la grasa de la ballena y otros órganos internos siguen siendo visibles. De lo que no están seguros es de la especie a la que pertenecen los restos, aunque es indudable que se trata de un misticeto (ballenas barbadas) porque aún se pueden observar las barbas sobre la mandíbula.

En cuanto a las criaturas que se observan en el vídeo, abundan los grandes carroñeros como los viruelas, que todavía están despojando el esqueleto de su grasa. Además se observan gusanos osedax (cuyo nombre significa precisamente “comedores de hueso”) comenzando a consumir los lípidos de los huesos. También se observan otros organismos como cangrejos granaderos, poliquetos y pulpos de aguas profundas.

Al igual que sucede en tierra, donde un CSI puede determinar el momento de la muerte de un cadáver en descomposición, observando la clase de animales que se alimentan de ellos, en el fondo del mar el festín también sigue unas pautas cronológicas.

No pasará mucho tiempo hasta que los huesos se vean despojados de toda la carne, y luego los huesos perderán así mismo todos sus nutrientes. A esta fase de la degradación de los restos se le llama “etapa de carroñeros móviles”, y algunas de las criaturas que participan en ella no se han observado en ningún otro lugar. Dura normalmente menos de un año.

Luego, los detritus orgánicos se cuelan entre los sedimentos del lecho oceánico, aportando comida para las criaturas que excavan madrigueras, como las almejas y los gusanos. A esta fase se le llama “etapa del enriquecimiento oportunista” y puede durar hasta dos años.

En última instancia, la tercera fase que se llama “etapa sulfofílica” y que se da cuando se forman esteras bacterianas que colonizan los huesos desnudos del esqueleto. Estos microbios consiguen descomponer los lípidos de los huesos que quedan fuera del alcance de los gusanos osedax y durante el proceso se genera azufre, de ahí el nombre de la etapa.

El azufre atrae a los microbios que precisan de su presencia para vivir, y las esteras microbianas hacen lo propio con moluscos y crustáceos que se alimentan de ellas. Curiosamente, cuando ya no queda prácticamente nada, el ecosistema que se ha formado puede perdurar durante décadas.

El ciclo de la vida no finaliza nunca, y como vemos la muerte de una ballena genera incontables relaciones tróficas de largo recorrido.

Me enteré leyendo ScienceAlert.