La fidelidad del votante, la mejor arma del presidente

WASHINGTON.- Para cualquier presidente, un juicio político es poco menos que una pesadilla. Para Donald Trump, puede llegar a ser la mejor pelea que podría tocarle.

El decisivo paso que dieron los demócratas en el Congreso para formalizar su investigación contra Trump allanó el camino hacia el tercer juicio político contra un presidente en la historia de Estados Unidos.

La acusación formal contra el magnate y su peculiar estilo para ejercer el poder parece ser inminente.

Pero dado el equilibrio de poder en el Capitolio, donde los republicanos controlan el Senado, nadie espera que, de concretarse el impeachment y ser juzgado, Trump sea destituido. La pregunta, entonces, es si saldrá fortalecido o debilitado de cara a la elección presidencial del año próximo.

Y si la respuesta depende de quién gane la batalla por la opinión pública, el presidente corre con ventaja.

La óptica del juicio político sigue la lógica de la grieta ideológica que gobierna a Estados Unidos. Para los demócratas, Trump abusó del poder de la presidencia al pedirle al gobierno de Ucrania que investigara a sus rivales y debe ser juzgado.

Para Trump y los republicanos, los demócratas han montado una "farsa" porque no pueden digerir la elección de 2016. Todos los congresistas demócratas, menos dos, votaron a favor de avanzar hacia el juicio político. Todos los republicanos votaron en contra, una nueva señal contundente del poder del trumpismo.

Esa división es un reflejo de lo que piensa la gente. El 84% de los demócratas respalda un juicio político, contra apenas un 11% de los republicanos, según cálculos del sitio FiveThirtyEight. La opinión de la gente respecto del impeachment elude los méritos del caso y parece responder más bien a la opinión que cada uno tenga sobre Trump, su gobierno y sus políticas. El respaldo al mandatario apenas ha variado desde que se destapó el Ucraniagate.

Las encuestas aún le dan a Trump un apoyo superior al 40%, un piso inmune a todo. Sus seguidores siguen llenando estadios en cada uno de sus actos de campaña.

Es difícil imaginar que ese número cambie por un juicio político. El apoyo a Bill Clinton, por ejemplo, permaneció alto durante toda la investigación del Congreso sobre su vínculo con Monica Lewinski. Clinton tenía un respaldo del 61% cuando negó esa relación bajo juramento, y 62% cuando el Senado lo absolvió, casi un año más tarde. Al igual que Clinton, Trump está arropado por una era de bonanza inédita.

Recostado en la economía y la fidelidad de sus seguidores, Trump sigue la premisa de que la mejor defensa es un buen ataque. Con un torrente de tuits, discursos y declaraciones en la prensa, Trump despliega una ofensiva incansable e inigualable. Los republicanos, atentos a la devoción que despierta en sus votantes, lo blindan con un férreo respaldo. Apenas un puñado de legisladores díscolos, como el senador Mitt Romney, se ha despegado de esa estrategia.

"Los 'No Hacen Nada' demócratas son estafadores, sólo buscan lastimar al partido republicano y al presidente", fue uno de los mensajes de Trump en Twitter, hace unas semanas. "¡La buena noticia es que ganaremos!", cerró. Una y otra vez, denunció una "farsa" y una "cacería de brujas", las mismas etiquetas que utilizó para defenderse del escándalo Rusiagate, del que salió ileso.

Cálculo

El cálculo detrás de esa estrategia es que la ofensiva de los demócratas terminará por encender a la base de Trump, y sus seguidores irán a revalidar a su líder en las urnas. Los demócratas hacen la misma apuesta, aunque sin el mismo convencimiento.

De hecho, Nancy Pelosi, arquitecta de la oposición en el Congreso, intentó como pudo contener la presión de muchos de sus legisladores por iniciar un juicio político justamente porque temía profundizar las divisiones en el país, y fortalecer a Trump. El proceso sólo funciona, dijo, si es bipartidista.

Algunos intuyen otro posible beneficio para Trump desde el centro del electorado.

Un juicio político, prevén, puede irritar a los votantes moderados, hartos de las peleas de Washington, y a quienes los demócratas necesitan mucho más de lo que los necesita Trump para volver a ganar la presidencia en 2020.

Si hay un juicio, votará el Senado. Pero el veredicto final lo dará la gente.