¿Un “fascista” contra una “marxista”? La guerra cultural define el tramo final de una áspera campaña presidencial en EE.UU.

Trump, durante un acto en el Madison Square Garden
Trump, durante un acto en el Madison Square Garden - Créditos: @ANNA MONEYMAKER

WASHINGTON.- El presidente Joe Biden –notoriamente corrido de la campaña presidencial– decía cuando era candidato que Estados Unidos estaba sumido en “una batalla por el alma de la nación”. Barack Obama, quien va de estado en estado para sumar votos para los demócratas, suele repetir que esta elección “es sobre valores, es sobre carácter”. Donald Trump acusa a los demócratas de “destruir el país”, y ha tildado a su rival, Kamala Harris, de “marxista”, “comunista” y “socialista”. Harris habla a su vez de una pelea por el futuro, una “pelea por la libertad”, y llamado “fascista” a Trump.

La elección presidencial más dura y reñida que se recuerde en Estados Unidos ha girado en torno la economía, la inmigración, la salud, el acceso al aborto o la política exterior, y las propuestas de los candidatos para timonear el futuro de la primera potencia global. Pero debajo de esas discusiones existe una cruenta guerra cultural entre demócratas y republicanos para definir el rumbo –y la identidad– de Estados Unidos, un espejo de la profunda grieta ideológica que mantiene fracturado al país, y que se ha convertido ya en un rasgo permanente de la política norteamericana. De ambos lados de esa grieta acusan al otro de ser una amenaza existencial para la nación y la democracia.

El expresidente Donald Trump, candidato presidencial republicano, habla en un mitin de campaña en el Madison Square Garden, el domingo 27 de octubre de 2024, en Nueva York
El expresidente Donald Trump, candidato presidencial republicano, habla en un mitin de campaña en el Madison Square Garden, el domingo 27 de octubre de 2024, en Nueva York - Créditos: @Evan Vucci

No es un fenómeno nuevo. Los derechos civiles, el aborto, el matrimonio gay, el control a las armas, la inmigración, la diversidad racial o étnica o las políticas de género son temas que recorren como un hilo la historia del país y ganan fuerza cada vez que Estados Unidos reparte el poder político en una elección. Si en el trumpismo laten lemas como “Dios, armas y Trump”, en hogares progresistas se ven carteles con mensajes como “el amor es el amor”, o “la ciencia es real” o “ningún humano es ilegal”, una defensa a los inmigrantes sin papeles, blanco predilecto del trumpismo. Para los demócratas, Trump es un dictador. Para Trump, los demócratas son “el enemigo interno”, y Harris es una “marxista radical de izquierda”.

“Nos enfrentamos a algo mucho más grande que Joe o Kamala y mucho más poderoso que ellos, una maquinaria de izquierda radical, enorme, cruel y corrupta que dirige el Partido Demócrata actual. Ellos son solo embarcaciones”, bramó Trump en su cierre de campaña en el Madison Square Garden, su acto más polémico de toda la campaña, que desató una furia en la izquierda por sus insultos y sus mensajes racistas.

“Es vergonzoso. Simplemente vergonzoso. Es algo que está por debajo de cualquier presidente, pero es a lo que nos estamos acostumbrando. Por eso esta elección es tan importante”, dijo Biden sobre el acto de Trump en Manhattan, luego de votar en Delaware. “Lo más importante de un presidente es el carácter. El carácter”, remarcó el mandatario.

La vicepresidenta estadounidense y candidata presidencial demócrata Kamala Harris es presentada por el ex presidente estadounidense Barack Obama en un mitin de campaña.
La vicepresidenta estadounidense y candidata presidencial demócrata Kamala Harris es presentada por el ex presidente estadounidense Barack Obama en un mitin de campaña. - Créditos: @Brian Cahn

En medio de un rechazo creciente a los inmigrantes, Trump usó la inmigración este año como uno de sus principales temas de campaña, al prometer deportar a millones de inmigrantes indocumentados, y vincular a los extranjeros al crimen, las drogas y el desempleo –aun cuando los estudios demuestran que delinquen en una menor proporción y benefician a la economía–, un mensaje xenófobo recargado que viene de su campaña original en 2016, y ha sido un rasgo distintivo de su marca política.

Kamala Harris y los demócratas han atacado con más frecuencia en el último tramo de la campaña el carácter y el estilo de Trump, al que ahora llaman abiertamente “fascista”. Y si Trump habla cada vez que puede de inmigración, los demócratas han empujado con fuerza la discusión sobre el acceso al aborto, para muchos, la madre de todas las batallas culturales. Un fallo de la Corte Suprema abrió la puerta para que los estados conservadores del país restringieran el acceso a la interrupción voluntaria de un embarazo, y le dio vigor a un debate en el que los demócratas defienden el derecho de las mujeres a elegir. Harris abordó esa discusión desde una perspectiva mucho más amplia: la defensa de la libertad, en este caso para las mujeres.

“Hay mucha gente enojada y desilusionada, molesta por el lento ritmo del cambio. Y lo entiendo, es razonable estar frustrado”, dijo Michelle Obama, la figura más popular de los demócratas, en un acto en Michigan, al brindar su argumento para votar por Kamala Harris. “Todos sabemos que tenemos mucho más trabajo por hacer en este país, pero a cualquiera que esté pensando en quedarse afuera de estas elecciones o votar por Donald Trump o un candidato de un tercer partido en protesta porque está harto, déjeme advertirle que su rabia no existe en el vacío. Si no hacemos bien estas elecciones, sus esposas, sus hijas, sus madres, nosotras como mujeres seremos daños colaterales de su furia”, definió.

Un trabajo reciente del Centro Pew mostró que la salida de Biden y el ascenso de Harris al tope de la fórmula presidencial demócrata no alteró el trasfondo de la guerra cultural. Algunas de las diferencias más grandes entre los partidarios de Harris y Trump se dan en fracturas históricas, como el papel de las armas, la raza y el legado de la esclavitud, pero además los votantes de Harris y Trump “tienen opiniones muy diferentes sobre la inmigración, la identidad de género y si la sociedad debería priorizar el matrimonio y tener hijos”, remarcó el informe.

Pero los votantes de Harris y Trump están en las antípodas en temas culturales claves como la posesión de armas, el legado que dejó la esclavitud sobre la población afroamericana, la apertura de Estados Unidos a los inmigrantes extranjero –el 88% de los votantes de Harris creen que es “esencial” a la identidad del país, contra el 34% de los votantes de Trump que piensan igual–, o si alguien puede ser hombre o mujer aun cuando sea diferente del género con el que nacieron. Los votantes demócratas y republicanos difieren también en el tamaño y el rol que debe tener el gobierno: los demócratas prefieren un Estado más activo, creen que debe asegurar el acceso a la salud y que la asistencia social es buena, mientras que los republicanos quieren un Estado chico, y critican la ayuda estatal, aun cuando muchos de ellos son beneficiarios. Un menú de grietas fructífero para una campaña agria, divisiva y con final incierto.