La culpa de las farmacéuticas en la crisis de la heroína

Una dosis de analgésicos opiáceos basta para hacerse adicto. Cada día mueren 44 estadounidenses por abusar de estos medicamentos. La afirmación y el dato parecen sensacionalistas. Pero la realidad dista de ser fruto de una artimaña periodística. La epidemia de sobredosis de heroína ha conmocionado a la nación norteamericana al punto de irrumpir en la actual campaña electoral.

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La heroína se ha convertido en una salida más barata para los adictos a los analgésicos opiáceos (AFP)

Este round del interminable pugilato de Estados Unidos contra las drogas se distingue de los anteriores. La mayoría de las víctimas no son negros pobres residentes en barrios miserables, sino blancos que habitan en zonas rurales o suburbios acomodados.

La ironía marca el origen de esta crisis. Los analgésicos narcóticos ganaron popularidad gracias a las campañas de marketing de la industria farmacéutica, que ingresaron miles de millones de dólares prácticamente sin control durante dos décadas a costa del dolor de los estadounidenses. Dicho de otra manera: la codicia de blancos ricos ha torcido la vida de otros blancos ricos y de clase media.

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Las farmacéuticas aprovecharon la presión de los pacientes sobre los médicos para promocionar sus analgésicos narcóticos (AP)

Marketing letal

En 1986 un artículo publicado por la revista Pain concluyó que la terapia a base de analgésicos opiáceos podía ser una “alternativa segura, saludable y más humana” para tratar a pacientes que sufrían dolor crónico no relacionado con el cáncer, sin historial de abuso de drogas. Esa investigación se convirtió pronto en referencia para los promotores del uso de esos calmantes.

En la década de 1990 los esfuerzos de marketing de compañías como Purdue Pharma resultaron en un incremento espectacular de las prescripciones de analgésicos narcóticos, en especial el OxyContin. La empresa financió agencias y organizaciones que constituyen voces autorizadas en el tema del tratamiento al dolor en Estados Unidos. Como consecuencia, la American Pain Society introdujo una campaña conocida como “El dolor es el quinto signo vital”, que recomendaba el uso de los sedantes opiáceos.

Sin embargo, ni en aquellos años ni en la actualidad la comunidad científica ha encontrado evidencia suficiente sobre el efecto a largo plazo de los analgésicos opiáceos sobre el dolor crónico. Las encuestas a pacientes con ese padecimiento han revelado que el sufrimiento se mantiene a pesar de la medicación.

El mercado del dolor es demasiado atractivo: se estima que 100 millones de estadounidenses están aquejados de dolor crónico, o sea, casi un tercio de la población. Purdue Pharma pagó una multa de 634 millones de dólares en 2007 por publicidad engañosa. La farmacéutica afirmaba que el OxyContin era menos adictivo y propenso a ocasionar sobredosis que el resto de los analgésicos.

Pero el mal ya estaba hecho.

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Las autoridades estadounidenses han decidido enfrentar el auge del uso de la heroína como un problema de salud pública (AP)

El descenso a la heroína

Cada día alrededor de 7.000 estadounidenses reciben atención en las urgencias hospitalarias por abuso de analgésicos opiáceos. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), estos medicamentos provocaron cuatro veces más muertes en 2011 que en 1999. En 2014 la cifra de fallecimientos por esa causa alcanzó las 19.000 personas.

Las autoridades federales y estatales no se han quedado de brazos cruzados. La presión sobre los médicos para que reduzcan las prescripciones de calmantes narcóticos ha disminuido la circulación de esos medicamentos. Sin embargo, muchos de los que ya habían caído en las redes de la adicción no se resignaron a la abstinencia. Acudieron a una solución más barata y accesible: la heroína.

Los CDC aseguran que una persona adicta a los analgésicos opiáceos tiene 40 veces más probabilidades de terminar enganchado a la heroína. El peligro es enorme en comparación con otras drogas anteriores como el alcohol, la marihuana y la cocaína.

En poco tiempo los decesos por sobredosis de heroína se dispararon. En 2010 murieron 3.000 personas por esa causa. Cuatro años después fallecieron 11.0000. El gobierno de Barack Obama anunció días atrás la asignación de 1.100 millones de dólares al tratamiento de las adicciones a los opiáceos en el presupuesto de 2017.

Esta no es la primera epidemia engendrada por el abuso de opiáceos en Estados Unidos. A finales del siglo XIX la utilización de derivados del opio se extendió entre pacientes que sufrían dolor crónico, soldados enfermos y heridos, inmigrantes asiáticos y alcohólicos. El fácil acceso a la morfina alimentó la crisis que duró hasta la década de 1920.