Familias de Surfside describen a las víctimas ante el juez que distribuye $1,100 millones. ‘Toda la sala estaba llorando’.

Setenta y nueve funerales en cinco semanas.

No en un cementerio, sino en el interior de la sala del juez Michael Hanzman, durante unas audiencias sin precedentes celebradas a lo largo de un verano insoportable de tristeza mientras estimaba el valor de las víctimas fallecidas en el derrumbe del edificio de condominios de Surfside.

Los familiares hicieron presentaciones —elogios, en realidad— sobre las vidas bien vividas o cruelmente truncadas cuando Champlain Towers South, un edificio frente al mar de 12 pisos y 40 años de antigüedad, se derrumbó repentinamente a la 1:22 a.m. del 24 de junio de 2021. Se mostraron videos de bodas, cumpleaños, graduaciones y bar mitzvahs. Todos los presentes lloraron. Hanzman bajó del estrado para abrazar a los familiares sollozantes entre los pliegues de su toga negra. Luego, trabajando hasta altas horas de la noche, distribuyó $1,100 millones en fondos de un acuerdo de conciliación entre los seres queridos de los fallecidos.

Pero, ¿cómo cuantificar a un ser humano, ya sea un niño de un año o una abuela de 92 años, un brillante estudiante universitario que investiga el prototipo de una mano protésica, un médico de mediana edad para veteranos, una prometedora abogada de 26 años y su esposo con quien se acababa de casar, un abnegado padre y entrenador de las ligas menores, una joven niñera de un minúsculo pueblo de Paraguay en su primer viaje fuera de casa, una profesora jubilada y una azafata que pronto se jubilaría?

Una sensación de cierre

Cómo calcular el dolor y el sufrimiento —el costo de un corazón roto— de los familiares cuando dos o tres generaciones de familias fueron aniquiladas, sabiendo que es imposible aplacar el dolor con dinero, sabiendo que la única justicia en el caso de la demanda colectiva era pagar indemnizaciones fríamente denominadas “daños y perjuicios”.

Los familiares temían las emotivas audiencias de reclamación de dos o tres horas, y la responsabilidad de reanimar a los enterrados en los escombros a través de sus recuerdos. Pero una vez concluidas las audiencias, tuvieron una sensación de cierre catártico.

“Perder un hijo es como tener un miembro fantasma. Todavía lo sientes unido aunque sabes que ya no está ahí”, dijo Ronit Felszer, madre de Ilan Naibryf, de 21 años, un estudiante de la Universidad de Chicago que murió con su novia mientras se alojaban en la unidad del octavo piso propiedad de su familia. “En ningún momento sentimos que estuviéramos negociando un número en la vida de nuestro hijo. Por el contrario, fue terapéutico. Estábamos agradecidos de poder compartir nuestra pérdida”.

La pareja de universitarios Deborah Berezdivin e Ilan Naibryf. Ambos perecieron en el derrumbe de Champlain Towers South en Surfside, Florida, el 24 de junio de 2021, en el que murieron 98 personas. Chabad of Puerto Rico
La pareja de universitarios Deborah Berezdivin e Ilan Naibryf. Ambos perecieron en el derrumbe de Champlain Towers South en Surfside, Florida, el 24 de junio de 2021, en el que murieron 98 personas. Chabad of Puerto Rico

Todo lo relacionado con la etapa final del caso que comenzó hace 14 meses con las demandas en nombre de las 98 personas que murieron fue inusual.

“Esto nunca se había hecho antes”, dijo Hanzman sobre su decisión de llevar a cabo tres minijuicios por día, en asociación con el juez de circuito retirado de Miami-Dade, Jonathan Colby, y dar a las familias la libertad de hablar sobre las vidas perdidas antes de asignar un valor a cada vida.

“En lugar de una justicia institucional, queríamos ofrecerles una justicia compasiva”, dijo Colby. “Decidimos crear un nuevo paradigma. La mayoría de los jueces de primera instancia nunca tratan 98 casos de muerte por negligencia hasta su conclusión en toda su carrera, y mucho menos en cinco semanas”.

Judy Spiegel con sus nietas Scarlett, a la izquierda, y Sloane. Spiegel murió en el derrumbe del edificio de condominios Champlain Towers South en Surfside. Kevin Spiegel/Courtesy of Spiegel family
Judy Spiegel con sus nietas Scarlett, a la izquierda, y Sloane. Spiegel murió en el derrumbe del edificio de condominios Champlain Towers South en Surfside. Kevin Spiegel/Courtesy of Spiegel family

Judy Spiegel, de 65 años, vivía en el 603 cuando se derrumbó Champlain South. Su esposo Kevin, administrador hospitalario, estaba en California en un viaje de negocios. Durante la audiencia de Spiegel, su viudo, sus tres hijos y amigos destacaron su trabajo voluntario y su carácter desinteresado como el pegamento de la familia.

Kevin Spiegel quedó impresionado por el compromiso y la empatía de los jueces.

“Nunca nos metieron prisa. Se notaba que estaban interesados en cada historia”, dijo. “Nos permitieron reflexionar sobre la vida de Judy aunque no pudiéramos arañar la superficie.

“Esto sentará un precedente. Llegar a una cifra estadística de valor sin la aportación de la familia no habría dado un resultado tan justo. Mirar a los ojos de la persona que decide el resultado es reconfortante para las familias”.

Stuart Grossman, uno de los abogados de lesiones personales más prominentes de la Florida, cuyo bufete de Miami representó a 11 clientes de Surfside, dijo que el calvario fue legalmente poco ortodoxo y mentalmente agotador.

“Habrá otros desastres comunes”, dijo Grossman a Hanzman en una audiencia. “Mi predicción es que nadie pasará por lo que usted pasó con estas familias.

“Es inaudito. Es como lo de Hand”, dijo, refiriéndose al difunto Learned Hand, uno de los juristas más influyentes de Estados Unidos.

Las audiencias privadas de reclamaciones ante Hanzman y el amigo íntimo y antiguo colega al que pidió ayuda —Colby, quien viajó desde San Diego y trabajó gratis apenas 10 días después de la muerte de su propia madre— fueron un sustituto de los juicios con jurado, si los casos hubieran ido a juicio, o de los procedimientos en los que un maestro especial o un mediador deciden la asignación de los daños, normalmente con una metodología actuarial y de fórmula.

El juez Michael Hanzman habla durante una audiencia para discutir el litigio relacionado con el colapso de Champlain Towers South en el Tribunal de Menores de Miami-Dade, el 14 de julio de 2021. Hanzman escuchó a 79 familias que perdieron a un ser querido en el colapso del edificio de condominios Champlain Towers South el 24 de junio de 2021, como parte de la resolución de las reclamaciones sobre un acuerdo de conciliación. En total 98 personas murieron en el derrumbe. Jose A Iglesias/jiglesias@elnuevoherald.com

Hanzman, tras nombrar inicialmente a dos administradores de siniestros, cambió de opinión y optó por hacerlo personalmente. Sabía que sería más doloroso, para él y para las familias, pero creía que sería más equitativo y eficaz, y esperaba que fuera una fuente de curación.

“Recordaré esto como el litigio más extraordinario en el que he participado”, dijo Grossman. “Estas súplicas cayeron en oídos fenomenales, y luego estas personas dañadas se vieron envueltas en los brazos de la justicia. Una de las bellezas de este formato fue que los jueces pudieron ejercer un control de calidad en un tiempo récord a la hora de valorar los hechos únicos de cada caso. Si tuviéramos 79 juicios con jurado, los veredictos estarían por todas partes y tardaríamos otros cinco años”.

Hanzman presidió el caso desde el día siguiente al derrumbe, diseñó su compleja estructura de demanda colectiva, superó obstáculos fundamentales e impuso plazos estrictos que permitieron su rápida resolución.

‘Fue crudo’

“Sentí que las víctimas merecían ser escuchadas por mí”, dijo Hanzman durante una entrevista con Colby en su despacho. “Sabía que sería difícil, no tanto como resultó ser. Está claro que lo subestimé. En su favor, prácticamente todas las familias se abrieron. Fueron sinceras. Fue muy crudo. Estas familias estaban abrumadas. El riesgo era hacerles pasar por un trauma de nuevo. Decidí que habíamos llegado hasta aquí y que era lo correcto”.

Los demandantes decepcionados con sus indemnizaciones dicen que Hanzman se excedió al asumir el doble papel de juez y jurado.

“Valoraron muy poco la vida de mi esposa y estoy muy triste”, dijo Joseph Blasser, cuya esposa Elena Blasser, de 64 años, maestra y subdirectora de escuela jubilada, y su suegra, Elena Chávez, de 87 años, murieron en el derrumbe. Él estaba fuera de la ciudad visitando a un familiar enfermo. “El dinero de este acuerdo de conciliación no pretendía enriquecer a la gente, sino distribuirlo equitativamente entre las familias y los supervivientes y compensar nuestras pérdidas con justicia, respeto y dignidad”.

Tras revisar unas 240 reclamaciones de propietarios, inquilinos y visitantes del edificio de 136 unidades, Hanzman concedió casi la totalidad del acuerdo de conciliación de $1,100 millones a los familiares de las 98 personas que murieron; entre ellos, a tres que fueron rescatados de los escombros con heridas graves y que también perdieron a sus seres queridos que estaban a su lado cuando el edificio cayó. El resto se destinó a los sobrevivientes que escaparon de la sección intacta del edificio, que están luchando contra lesiones físicas o psicológicas, como el trastorno de estrés postraumático, y a otros propietarios que no estaban presentes esa noche pero que lo perdieron todo cuando el resto del edificio fue demolido el 4 de julio.

Las indemnizaciones por daños y perjuicios, que oscilan entre $5 millones y $35 millones por cada fallecido, se pagarán este mes a los familiares de 79 personas que murieron y cuyos casos fueron atendidos por Hanzman y Colby. Las indemnizaciones por muerte por negligencia se basan en la estimación de los ingresos perdidos durante toda la vida y el dolor y el sufrimiento de los familiares. El promedio de las indemnizaciones será de $13 millones, y la mayoría de ellas de $20 millones o más.

Los familiares de 19 personas que murieron pero decidieron no tener audiencias –la mayoría de las veces por falta de sobrevivientes legales– recibirán el pago mínimo de $1 millón de dólares por difunto asignado por Hanzman.

Unas 110 personas que no estaban en las secciones que se derrumbaron pero que sufrieron daños personales recibirán el mínimo de $50,000 hasta $150,000. Hanzman rechazó cinco reclamaciones de propietarios que no estaban presentes cuando el edificio se derrumbó pero que pedían más de $50,000.

Hanzman también pagó $65 millones del fondo de $1,100 millones a los abogados de las víctimas, que obtuvieron el acuerdo de conciliación contra 30 acusados, entre los que se encontraban los ingenieros consultores de la inminente renovación de Champlain South, los constructores de un edificio de condominios de lujo situado al lado y la mayor parte —$517 millones— de la empresa de seguridad que gestionaba el sistema de alarma del edificio de condominios, pero que reconoció que no capacitó al guardia de turno esa noche sobre cómo activarlo.

Muchas familias criticaron airadamente el pago de los honorarios de los abogados, dado que al principio estos habían aceptado trabajar pro bono si Hanzman lo consideraba necesario.

“Oír palabras como ‘victoria’ y ‘éxito’ no es apropiado. Noventa y ocho personas murieron. Esto fue un infierno”, dijo Dovy Ainsworth en el tribunal cuando Hanzman anunció el pago, y el juez y los abogados se felicitaron mutuamente, pidiendo incluso dos rondas de aplausos para Hanzman. Ainsworth perdió a su padre y a su madre en el derrumbe.

Sheva y su esposo Dovy Ainsworth con su hija de tres meses, Ita, que nació el 23 de junio de 2021, el día previo al derrumbe de Champlain Towers South. Los padres de Dovy, Itty y Tzvi Ainsworth, murieron en el derrumbe. Pedro Portal pportal@miamiherald.com Pedro Portal/pportal@miamiherald.com
Sheva y su esposo Dovy Ainsworth con su hija de tres meses, Ita, que nació el 23 de junio de 2021, el día previo al derrumbe de Champlain Towers South. Los padres de Dovy, Itty y Tzvi Ainsworth, murieron en el derrumbe. Pedro Portal pportal@miamiherald.com Pedro Portal/pportal@miamiherald.com

Carpetas que describen la vida de las víctimas

Los familiares se prepararon para las audiencias de reclamación el mes pasado, al igual que Hanzman y Colby. Ellos y sus abogados prepararon carpetas con información biográfica, incluyendo fotos y currículos, que los jueces estudiaron de antemano. Crearon presentaciones en Powerpoint con videos y testimonios. Designaron a los miembros de la familia que hablarían con los jueces y responderían a sus preguntas.

Los abogados examinaron las indemnizaciones de los jurados en casos comparables, calcularon la pérdida de ingresos futuros, aplicaron la ley de la Florida sobre a quién se define como sobreviviente legal —una de las leyes más restrictivas del país— y presentaron una reclamación, o demanda, por una cantidad de dinero específica. Hanzman advirtió a los abogados que la cifra debía ser exacta y justa porque él y Colby, experto en derecho de muerte por negligencia y lesiones personales, reconocerían si estaba inflada.

Para ser preciso, el abogado Alex Arteaga-Gómez, que representó a la familia Spiegel, contrató a un economista para que estimara una tarifa por hora para el apoyo que Judy Spiegel prestaba diariamente al cuidado de su suegra y sus nietas.

“Intentamos que fuera una celebración de la amplitud de su papel más que una oscuridad sobre su ausencia”, dijo Arteaga-Gómez durante una entrevista en el despacho de Grossman Roth Yaffa Cohen. “Los jueces hicieron que la sala fuera lo más informal y cálida posible. Nadie prestó juramento ni subió al estrado, ni hubo taquígrafos. La oratoria de los abogados fue mínima y las anécdotas personales máximas. Es raro que haya un diálogo entre los jueces y las familias.

“Lo que fue diferente era que teníamos al responsable de la decisión delante, y no tendríamos que dar información a un jurado en un juicio dentro de unos años. Se acabó en poco más de un año”.

Mike Stratton, que ha hecho carrera gestionando el estrés y las crisis como consultor político, dijo que la recopilación de material para la audiencia fue un recordatorio de todos los recuerdos y fotografías destruidos en el derrumbe. En la audiencia, habló de su difunta esposa, Jessie Stratton, al igual que su hija, Ariana. Cassie, de 40 años, estaba en el balcón de su cuarto piso mirando la terraza de la piscina desplomada cuando el edificio se derrumbó.

“Nunca había tenido un ataque de ansiedad hasta esa audiencia. Me dejó paralizado”, dijo. “Los jueces fueron extremadamente sensibles a mi situación. Cassie murió hablando por teléfono conmigo. Eso me persigue todos los días”.

Los Naibryf, representados por Rachel Furst, del bufete de Grossman, consultaron con Kenneth Feinberg antes de su audiencia. Él fue el maestro especial en el caso del ataque terrorista del 11-S que determinó 5,562 indemnizaciones por daños y perjuicios por un total de $7,000 millones, un proceso de tres años que describió como “debilitante”. También fue administrador de los fondos para las víctimas en tragedias posteriores, como los tiroteos masivos en la Primaria Sandy Hook y en Virginia Tech. Escribió un libro titulado “¿Cuánto vale la vida?”, que se convirtió en una película de Netflix.

Feinberg dice a las familias que ninguna asignación de valor puede ser adecuada o justa. La compensación es una forma de misericordia.

“Prepararse para la audiencia fue como ir a un examen”, dijo Felszer, la madre de Ilan, durante una entrevista con el Herald.

Ronit Felszer, a la derecha, junto a la alcaldesa del Condado Miami-Dade, Daniella Levine Cava, el 12 de mayo de 2022, mientras señala el nombre de su hijo, Ilan Naibryf, de 21 años, estudiante de la Universidad de Chicago que murió en el derrumbe de la torre de condominios Champlain Towers South en Surfside, Florida, el 24 de junio de 2021. askowronski@miamiherald.com

Según la ley de la Florida, los padres de Ilan tenían derecho a una indemnización por el dolor y el sufrimiento, pero no por los ingresos futuros de Ilan, considerados “especulativos”, ya que todavía estaba en la escuela. Tali, la hermana mayor de Ilan, pronunció un emotivo discurso ante los jueces sobre cómo las vidas de sus padres se han visto alteradas desde que se dirigieron desde su casa de Broward al lugar del derrumbe aquella noche, y Carlos, el padre de Ilan, se trepó en la pila de escombros para buscar a su hijo. Luego esperaron 13 días para que su cuerpo fuera identificado.

“Mi padre, o Papi como le llamábamos, ya no existe. Está más triste de lo que se puede expresar con palabras, y enfadado”, dijo Tali a los jueces. “Está desmotivado y no puede trabajar. Ha asumido la vida de mi hermano. Usa el teléfono móvil de Ilan, habla con sus amigos de la universidad casi todos los días para saber qué hacen. Se sienta en la habitación de Ilan, y solo sale de casa en el auto de Ilan. Llama y envía mensajes de texto a las 2, 3, 4 de la mañana porque no puede dormir, pero tampoco puede levantarse de la cama.

“Mi madre ha desarrollado una gran ansiedad por todo. Es una cáscara de la persona que solía ser. Su trauma ha mermado por completo su capacidad para tomar decisiones. Pero sigue teniendo que ir a trabajar todos los días para que puedan pagar la hipoteca”.

‘Toda la sala estaba llorando’

Tali describió cómo su madre se ha obsesionado con el caso, elaborando detalladas hojas de cálculo repletas de datos sobre cada víctima, asistiendo a todas las audiencias, estudiando las leyes estatales, informándose sobre los defectos estructurales del edificio e invitando a las familias a cenar.

“Después de que Tali hablara con tanta elocuencia, yo lloraba, los jueces lloraban, toda la sala estaba llorando”, dijo Furst. “Lo que las familias trataron de expresar fue que ninguno de nosotros es ya normal. El juez Hanzman lo entendió”.

Sintiendo el tormento de las familias, Hanzman intentaba terminar cada audiencia con una pregunta: “¿Y ahora qué?”

“Todo este año hemos estado viviendo para los muertos”, dijo Felszer. “El juez plantó la semilla de darse cuenta de que estamos vivos y tenemos que seguir adelante”.

Los jueces bajaron y se abrazaron todos.

“Fue uno de esos abrazos en los que te agarras fuerte y te sostienes”, dijo Felszer. “Fue el tipo de abrazo en el que puedes sentir la compasión. Yo también sentí su sufrimiento. Espero que ambos reciban terapia”.

Para Hanzman, que dijo haber llorado varias veces cada día y noche durante seis semanas seguidas, “fue una experiencia que me cambió la vida, una de las peores y a la vez mejores que he tenido. Vimos a la gente en su mejor momento en su hora más oscura, mostrando generosidad y agradecimiento”.

“Hablamos con abuelos que perdieron a sus hijos y nietos, con padres que perdieron a sus hijos, con hermanos que perdieron a sus hermanos. Nos hizo ver lo incomprensible e inconmensurable de esta pérdida”.

Colby dijo que se sintió inspirado al conocer el barrio que era Champlain South. En su jubilación, Colby se ha dedicado a la misión de ayudar a los demás con su perro de terapia, una golden retriever llamada Grace. Visitan prisiones, hospitales, clínicas de veteranos y residencias de ancianos, “compartiendo su corazón feliz y su amor”, dice. Le llamó la atención la amabilidad de las personas que vivían en el condominio.

‘Nuestras familias para siempre’

“Miami es realmente una comunidad pequeña, e incluso en California supe de amigos que conocían a alguien en ese increíble edificio. Las conexiones se extienden como tentáculos por todo el mundo”, dijo. “Al final, conocíamos a los 98. Estas familias de Surfside son nuestras familias para siempre. Renovaron nuestra fe en la humanidad”.

Hanzman dijo: “Era como un pequeño kibbutz, muy ecléctico y dinámico. Estaba en un restaurante o en un campo de golf y la gente se acercaba para decir que conocía a fulano de las Champlain Towers. Seis grados de separación”.

¿Cómo lo hicieron los jueces? Leyeron las carpetas con diligencia. Se ciñeron a un calendario de tres audiencias por día.

“Pasábamos del primer minijuicio, en el que toda la sala estaba desconsolada, al siguiente, con nuevos hechos y rostros y trágicas narraciones y homenajes, y los secretarios traían más cajas de pañuelos, y escuchábamos el siguiente caso, y luego nos íbamos a casa a leer las carpetas del día siguiente, y llorábamos mientras hablábamos por teléfono, y dormíamos unas horas antes de volver al tribunal a las 7:30 a.m.”, dijo Colby.

“Fue todo un acontecimiento. Fue devastador. Pero queríamos dar algún cierre, al menos desde el punto de vista del litigio”.

Todas las noches, ponían un valor provisional a cada reclamación, basándose en las demandas de los abogados, las búsquedas de veredictos de jurados en casos similares, las tablas de mortalidad, los cálculos de un contable que asistía a las audiencias y la experiencia de Colby.

Las demandas por daños personales se escucharon durante la última semana, y los jueces escucharon las desgarradoras historias de los sobrevivientes que luchaban contra el dolor, el trastorno de estrés postraumático, la depresión, el insomnio, la incapacidad para concentrarse, la ansiedad por la grave situación económica y el dolor por los amigos cercanos que murieron.

“Después de las dos primeras semanas, íbamos a un ritmo de $200 millones por semana y vimos que estábamos en el objetivo”, dijo Hanzman. “Cada siniestro se valoró de forma independiente por lo que valía. No iba a hacer ninguna ingeniería inversa para hacerlos encajar. Si los siniestros resultaban valer $2,000 millones de dólares, entonces los reduciríamos y todos recibirían la mitad. Si valían bastante menos, los aumentaríamos proporcionalmente.

“Pero llegamos a la cifra. Prácticamente todas las adjudicaciones estuvieron dentro del rango de la demanda presentada”.

Hanzman señaló que hubo casos atípicos, como los que los abogados infravaloraron el valor del individuo y Hanzman concedió más, y unos pocos con “demandas completamente irreales, sobre todo en el lado de las lesiones personales”.

Hanzman y Colby dijeron que sus objetivos eran distribuir hasta el último centavo del acuerdo de conciliación y tratar cada reclamación de forma justa y coherente.

“Estoy seguro de que si se examinan todas las indemnizaciones que recibieron estas personas, se concluirá que no solo son adecuadas, sino que constituyen una compensación completa por el valor de la demanda que la ley les atribuye”, dijo Hanzman.

Michael Goldberg, el administrador designado por el tribunal, defendió la minuciosidad de los jueces.

“Como administrador judicial, tuve un asiento en primera fila en el proceso de reclamaciones”, dijo. “Fui testigo de cómo trabajaban en el despacho con la información financiera y de otro tipo para asegurarse de que lo tenían todo en cuenta. Soy el único abogado que sabe lo que concedieron a cada uno y puedo decir honestamente que hicieron un trabajo increíble”.

Pero algunos familiares y sobrevivientes no están de acuerdo con la valoración de Hanzman. Dicen que Hanzman está exagerando su éxito y las opiniones que escuchan de los demás son contradictorias. Algunos están satisfechos y otros afirman que recibieron menos de la cantidad presentada por sus abogados, en algunos casos hasta un 50% menos.

“Fue un insulto para una mujer tan brillante, y bien podrían no haberme dado nada”, dijo Blasser sobre la indemnización asignada a su difunta esposa. “Los adultos jóvenes se llevaron la mayor parte del acuerdo de conciliación y los mayores de 60 años no valen nada, aunque todos hayamos sufrido”.

“He oído a muchos familiares y sobrevivientes que están descontentos y sorprendidos por las cantidades injustas”.

Los reclamantes de daños personales que sobrevivieron al derrumbe se sienten de nuevo desairados por Hanzman, después de que, según dicen, no cubriera sus pérdidas patrimoniales con una proporción equitativa del dinero del acuerdo de conciliación y del seguro y les presionara para que lo aceptaran poniéndose del lado de las familias que querían demandar a los propietarios por negligencia. Dicen que entre $50,000 y $150,000 no son suficientes para pagar la angustia de por vida y el tratamiento de salud mental al que se enfrentan.

“Estamos consternados por una indemnización que no tiene sentido”, dijo un vecino que apenas escapó del edificio esa noche con sus hijos, pero que, como otros, no quiso ser identificado por temor a que pudiera afectar al pago de la familia. “Nuestro abogado tenía tanta confianza en nuestra reclamación y presentamos tanta documentación, pero lo que pasamos y lo que estamos afrontando fue completamente devaluado”.

“El juez es un ser humano y creo que después de manejar todo el caso y desarrollar ciertos puntos de vista sobre las personas en su mente, asumió demasiado poder al decidir también las reclamaciones por daños. No debería haber sido juez y jurado a la vez”.

Grossman dijo que sus clientes recibieron “indemnizaciones justas y cuantiosas”, y que él escuchó lo mismo de sus compañeros, “pero este edificio albergaba una muestra representativa de gente, así que naturalmente vas a tener algunas indemnizaciones dispares y opiniones dispares”.

Las indemnizaciones son inapelables.

Hanzman dijo que las críticas vienen con el trabajo.

“No puedo complacer a todos”, dijo. “En prácticamente todos mis casos, la mitad de la gente está molesta y decepcionada. Me siento muy cómodo con el proceso y muy cómodo diciendo que personas en circunstancias similares fueron tratadas de forma similar”.

Equipos de búsqueda y rescate buscan sobrevivientes en el edifciio de condominios Champlain Towers South el 29 de junio de 2021, en Surfside. La torre de condominios se derrumbó parcialmente el 24 de junio de 2021, matando a 98 personas. Al Diaz/adiaz@miamiherald.com
Equipos de búsqueda y rescate buscan sobrevivientes en el edifciio de condominios Champlain Towers South el 29 de junio de 2021, en Surfside. La torre de condominios se derrumbó parcialmente el 24 de junio de 2021, matando a 98 personas. Al Diaz/adiaz@miamiherald.com