Una familia de zarigüeyas y un gecko se convierten en compañeros de cuarto por falta de alojamiento

Zarigüeyas pigmeas occidentales y un gecko occidental de cola espinosa en una caja nido en la Reserva Natural de Monjebup, en Australia Occidental. (Kelsey Lambert/Bush Heritage Australia vía The New York Times).
Zarigüeyas pigmeas occidentales y un gecko occidental de cola espinosa en una caja nido en la Reserva Natural de Monjebup, en Australia Occidental. (Kelsey Lambert/Bush Heritage Australia vía The New York Times).

A mediados de junio, Alex Hams, director de conservación de la tierra en Bush Heritage Australia, le daba un recorrido a un grupo de científicos y voluntarios visitantes y se encontró con algo inesperado. Abrió la tapa de una caja nido para zarigüeyas pigmeas occidentales en la Reserva Natural de Monjebup, que administra su organización en el suroeste de Australia. Allí, entre las hojas, no solo encontró una familia de zarigüeyas pigmeas, sino también un pequeño lagarto de ojos anaranjados conocido como gecko occidental de cola espinosa.

“Estaban trepando unos sobre otros y a ninguno parecía importarle”, narró. “Estaban más preocupados por las cabezotas humanas que se asomaban por la parte superior”.

Nunca había visto nada igual, y a quienes les preguntó tampoco.

Hams regresó dos veces en las dos semanas siguientes y poco había cambiado. La madre zarigüeya pigmea, su camada de crías y el gecko de 5 a 7 centímetros de largo no estaban de paso. Eran auténticos compañeros de habitación que compartían un espacio abarrotado de no más de 20 centímetros de profundidad y la misma longitud.

“Son cajas muy pequeñas”, señaló Hams, quien junto con Bush Heritage publicó en Facebook la historia de la ocupación animal compartida. “Las zarigüeyas pigmeas son criaturas diminutas: una familia completa podría caber en tu mano”.

El interior de las cajas, que reproducen el tipo de huecos naturales de los que dependen muchos mamíferos y aves autóctonas australianas para refugiarse, es un lugar cómodo. “Las zarigüeyas pigmeas usan las hojas de eucalipto de los árboles cercanos para crear el nido”, explicó Hams. “Nosotros aportamos la estructura, ellos el diseño interior”.

Los científicos trataron de explicar lo que estaban viendo.

Conrad Hoskin, experto en geckos de la Universidad James Cook de Australia, señaló que los dos animales no tendrían ningún interés en comerse mutuamente: las zarigüeyas comen néctar e insectos, y los geckos, insectos y arañas, pero el gecko podría estar obteniendo algún beneficio de sus compañeros de nido.

“El gecko se beneficiará de estar al calor de esos pequeños mamíferos”, afirmó. “Sospecho que la presencia del gecko es neutral para la zarigüeya: una criatura suave e inofensiva para ellos”.

Euan Ritchie, profesor de Ecología y Conservación de la vida silvestre en la Universidad Deakin de Melbourne, dijo que “la zarigüeya pigmea hizo un nido con todas estas hojas y ramitas, que es precisamente el tipo de hábitat que les gusta a los reptiles”.

Ritchie añadió: “Les gusta la complejidad estructural. Es un lugar estupendo para que un gecko pase el rato”.

No todos los habitantes de las cajas nido de Monjebup han sido tan simpáticos. En 2019, decenas de arañas cazadoras sociales (Delena cancerides) se apoderaron de una de las cajas. Incluso hoy, se calcula que colonias de arañas dominan un 5 por ciento de las 103 cajas de la reserva. Es poco probable que las zarigüeyas pigmeas compartan su caja con las arañas; se dice que, en 2019, una araña cazadora, que puede medir 15 centímetros de pata a pata, se comió una zarigüeya pigmea en Tasmania.

Independientemente de los geckos y las arañas, estas cajas nido ayudan a proteger a las zarigüeyas pigmeas.

“Las cavidades de los árboles se han agotado en toda Australia a causa de la tala, y el hábitat de la zarigüeya pigmea se ha fragmentado mucho”, explicó Ritchie. “Aunque dejemos de talar árboles ahora, pasarán 100 años, y en algunos casos 150, antes de que se formen estos huecos, dependiendo del árbol y del hábitat”.

Bush Heritage Australia lleva casi una década replantando Monjebup, que había sido tierra de cultivo, pero no es suficiente tiempo para que se formen los huecos de los árboles. Ahora, a falta de un refugio natural, las zarigüeyas pigmeas habitan alrededor de dos terceras partes de las cajas nido de la reserva. Esto incluso podría explicar por qué el gecko decidió vivir con la familia de zarigüeyas pigmeas.

“Puesto que esta vegetación es tan joven y está tan poco desarrollada (solo tiene 9 o 10 años), no hay hábitats como huecos o grietas naturales, por lo que estas cajas nido son un hábitat privilegiado”, señaló Angela Sanders, ecologista de fauna salvaje de Bush Heritage Australia. “Animales que en condiciones normales no cohabitarían se ven obligados a hacerlo porque hay muy poco hábitat”.

Por supuesto, es posible que este tipo de convivencias no sean tan inusuales, sino que han sido poco observadas. “Con la llegada de la tecnología moderna, podemos detectar con más frecuencia estas interesantes observaciones de historia natural que quizá llevan mucho tiempo sucediendo”, dijo Ritchie.

© 2022 The New York Times Company