El fallido plan británico de las ‘ratas-bomba’ contra los nazis que resultó ser un acierto
Contadísimas son las ocasiones en las que un elaborado plan militar, que ha requerido centenares de horas de trabajo y un elevadísimo presupuesto, ha fracasado en su puesta en marcha pero ese revés ha acabado convirtiéndose en todo un éxito o acierto al conseguir, indirectamente, unos inesperados y favorables resultados.
Esto es lo que ocurrió en 1941 con las ‘ratas-bomba’, uno de los artilugios explosivos elaborados por la SOE, la organización de espionaje y sabotaje militar creado por el Primer Ministro británico, Winston Churchill, y cuyo objetivo era hacer saltar por los aires todos aquellos lugares, de la Alemania nazi, en los que hubiese una caldera.
Para ello se consiguió varios centenares de roedores, a través de un falso estudiante de medicina que las solicitó a un laboratorio con la excusa de que se necesitaban para realizar prácticas en su facultad. Una vez en poder de los miembros de la SOE, quienes tenían su centro de desarrollo e investigación en el ‘Aston House’, un edificio del siglo XVII en el condado de Hertfordshire (a poco menos de una cincuentena de kilómetros al sur de Londres), las ratas eran desolladas y con esa piel se cubría un potente explosivo plástico, volviéndole a dar la forma del animal. Posteriormente serían enviadas de forma camuflada en un cargamento cuyo destino era Alemania y, una vez allí, serían repartidas y abandonadas por fábricas, edificios o locomotoras de tren, todos ellos lugares en los que había alguna caldera.
Cada rata bomba se dejaría en los aledaños de esas calderas junto al carbón y al ser encontrada por el fogonero o empleado de turno, éste la lanzaría al fuego (que es lo que normalmente se hacía con ese tipo de roedores). El contacto con las llamas provocaría la detonación, seguida de una potente explosión, dañando seriamente cada una de esas infraestructuras (además de los daños personales).
Muchos de los lugares pensados para ser dejado el artefacto animal explosivo serían edificaciones que se dedicaban a fabricar armamento o elementos de primera necesidad para el ejército del Tercer Reich. También en las numerosas locomotoras con calderas de carbón que todavía operaban en el país germano y que transportaban armas o personal militar.
Esto provocaría el caos entre los alemanes, además del desabastecimiento de suministros y productos de primera necesidad. Solo quedaría esperar a que el pánico se extendiera entre la población y, sobre todo, los mandos del Reich y la IIGM llegaría a su fin con el triunfo de los Aliados liderados por Churchill (en aquellos momentos Estados Unidos todavía no participaba en la guerra).
Era un plan perfecto o casi…
Con lo que no contaron los responsables de la SOE fue con el contratiempo producido en el primer cargamento de ratas-bombas enviado, ya que éste fue detectado por las autoridades alemanas antes de que hubiesen podido ser repartidas y dejadas en sus respectivos objetivos.
El hecho de descubrir aquella primera partida de ratas-bomba hizo que los alemanes se mostraran orgullosos del hallazgo y de desbaratar los planes del enemigo británico, pero a su vez quedaron perplejos y admirados del complejo mecanismo y plan elaborado por el Reino Unido, hasta tal punto que aquellos roedores explosivos fueron exhibidos por las autoridades del Tercer Reich por todas las academias militares de Alemania.
Este pequeño detalle provocó que se convirtiera en un gran efecto para levantar la moral de los británicos, ya que el enemigo estaba admirando y elogiando su tecnología, por lo que, indirectamente, el fallido plan acabó convirtiéndose todo un acierto.
Otro de los efectos colaterales (a favor del Reino Unido) fue el hecho de que los alemanes no sabían cuántas ratas-bombas habían sido repartidas por Alemania, lo que motivó que los nazis tuvieran que invertir una gran cantidad de recursos en buscar por todos y cada uno de los rincones del país.
Fuentes de consulta e imágenes: nationalarchives / bbc / gizmodo / military-history / theguardian / bonhams