Fallece en Miami Al Chardy, reportero del Herald por más de tres décadas, ganador del Pulitzer

El ex reportero del Miami Herald y el Nuevo Herald Alfonso Chardy falleció el 9 de abril en el Mercy Hospital en Miami de un ataque al corazón. Tenía 72 años.

Con una carrera de más de cuatro décadas en el Herald y en otros medios como Associated Press y United Press International y un dominio perfecto del inglés y el español, Chardy fue un intrépido reportero, un periodista que contaba con numerosas fuentes y contactos, y que destacó por su apego al detalle y por comprobar varias veces los testimonios e historias que le contaban sus entrevistados, a quienes prefería conocer en persona.

Chardy, nacido en México, cubrió tanto noticias locales en Miami como eventos de gran repercusión internacional, entre ellos terremotos en Haití y México, protestas de las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, acontecimientos en Centroamérica, Cuba, el Oriente Medio y el escándalo Irán-Contra, que le valió al equipo del Miami Herald el premio Pulitzer por cobertura de noticias nacionales en 1987.

“Chardy era una máquina de reportar, debe ser recordado como el corresponsal por excelencia en Washington. El Pulitzer fue memorable y sin duda el punto más alto de su carrera”, dijo Mark Seibel, su editor en el Miami Herald cuando Chardy, como corresponsal en Washington, destapó uno de los aspectos más importantes del escándalo Irán-Contra, que llevó al periódico a lograr una primicia en varios ángulos de una noticia que se convirtió en una de las más importantes después del caso Watergate.

Siobhan Morrissey, viuda de Chardy, recuerda que “en junio de 1985, Al fue el primer periodista en establecer la conexión entre el teniente coronel de la Marina Oliver North y la ayuda privada que recibieron los Contra”.

Morrissey, también periodista, apuntó que el envío secreto de armas era una manera de eludir la Enmienda Boland, que prohibía el uso del dinero de los contribuyentes para financiar a los Contra en su lucha contra el comunismo en Nicaragua.

“North intentó, sin éxito, detener la publicación del artículo. Amenazó con que a Al nunca se le permitiría visitar las bases de la Contra ni viajar con sus unidades”, dijo Morrissey, señalando que en un punto la presión fue tal que Chardy se sintió vigilado en su apartamento en Washington, y que esa fue una de las razones por las que mantuvo su nacionalidad mexicana hasta unos años antes de su muerte.

“Lo hacía sentirse protegido”, apuntó Morrissey sobre uno de los aspectos que también le permitieron a Chardy viajar a Cuba con frecuencia para reportar para el Herald, permiso que el gobierno cubano niega a otros periodistas estadounidenses o cubanoamericanos.

Aunque Chardy escribió la mayoría de los reportajes que le valieron al Miami Herald el Pulitzer por el caso Iráan-Contra, siempre decía que era “un trabajo de equipo”, recordó Morrisey, indicando que a lo largo de su carrera trabajó en historias importantes que le valieron al Miami Herald otros tres premios Pulitzer.

Seibel señaló que fue gracias al descubrimiento de Rob Owen, consultor del Consejo de Seguridad Nacional, NSA, de la Casa Blanca, por parte de Chardy que el Herald pudo establecer la conexión entre los Contra y los envíos de armas a Irán por parte de la administración Reagan.

En octubre de 1986 los Sandinistas derribaron un avión que transportaba armas para los Contra y el único sobreviviente fue Eugene Hasenfus, encargado de lanzar la carga desde el avión. A partir de ahí la información apuntó a colaboradores cercanos a George H.W. Bush, exdirector de la CIA y entonces vicepresidente, continuó Morrissey con la cronología del escándalo.

“Para entonces, Al había desarrollado una lista extensa de fuentes, incluidas dos que se reunieron con él para desayunar un sábado y confirmaron que la oficina del vicepresidente había estado coordinando el esfuerzo de reabastecimiento junto con Oliver North”, dijo Morrisey.

En noviembre del 1986 el escándalo fue en crescendo cuando una revista del Líbano publicó la noticia de que Estados Unidos le había vendido armas a Irán en secreto.

“Al principio se trataba sólo de las ventas de armas de Irán”, dijo Chardy a Karen Rothmyer en su libro Winning Pulitzers, The Stories Behind Some of the Best News Coverage of Our Time (Ganar Pulitzers, las historias detrás de algunas de las mejores coberturas noticiosas de nuestro tiempo). “Pero en el momento en que vi el nombre de Oliver North en relación con la venta de armas, me dije: ‘Esto va a conducir a los Contra’ ”.

Seibel, hoy un editor en The Washington Post, recuerda que cuando estalló el escándalo Irán-Contra, en Washington comenzaron a despedir a miembros de la administración de Ronald Reagan.

“Chardy llamó desde D.C. y dijo: “Coup atmosphere in Washington (Ambiente golpista en Washington)”, una broma interna que se refería a la frase que siempre usaban los periodistas estadounidenses para describir acontecimientos similares en Latinoamérica”, dijo el editor, que envió a Chardy a reemplazar a Juan Tamayo como corresponsal del Herald en Jerusalén en 1989.

“Alfonso era el estándar de oro para un periodista”, dijo Tamayo. “Conocía a todos, tenía sus números de teléfono y, lo más importante, su confianza. Escuchaba lo que tenían que decir, poseía una memoria asombrosa y luego era capaz de compilar la información que había reunido en una historia convincente”.

Los ‘ángeles de Chardy’ en el Herald

Chardy llegó a el joven El Herald, la versión en español del Miami Herald, a principio de los años 1980, después de haberse encargado de cubrir para la AP el éxodo del Mariel.

Desde su puesto de liderazgo, Roberto Fabricio contrató a Chardy como reportero, quien poco tiempo después se convirtió en editor de noticias locales, al frente de un equipo muy contundente de reporteras que se dieron a conocer, en tono de broma, como “Los ángeles de Chardy”. Entre ellas estaban Fabiola Santiago, Liz Balmaseda, Nery Ynclán y Lourdes Meluzá.

Para entonces, el prestigio de la cobertura local del Herald en español consiguió que los reportajes fueran recogidos por el buró principal de noticias sobre Miami del Miami Herald, en parte porque Chardy era muy buen editor, apuntó Fabricio.

“Pero en el fondo era un periodista. Después de un gran terremoto en la Ciudad de México, insistió en ir y fue la primera persona del Herald en llegar al terreno”, recordó Fabricio. “Finalmente pudo encontrar a su familia y se quedó con ellos. Envió artículos mientras grandes réplicas del terremoto todavía derribaban edificios”.

Fabiola Santiago, Nery Ynclán, Liz Balmaseda y Jay Ducassi en 1982 en el Herald. Alfonso Chardy era su editor.
Fabiola Santiago, Nery Ynclán, Liz Balmaseda y Jay Ducassi en 1982 en el Herald. Alfonso Chardy era su editor.

Chardy, que escribía con dos dedos y cuando se cansaba solo usaba uno, producía dos y tres notas al día, recordó el editor del Miami Herald Jay Ducassi, que cuando entró como reportero al Herald en español en 1981 trabajó bajo la supervisión de Chardy.

Podías pedirle una historia difícil y en dos horas tenerla lista, dijo Ducassi, que años después fue editor del periodista mexicano en el Miami Herald.

Un caudal de fuentes periodísticas

Una anécdota del 1991 ilustra la habilidad de Chardy para usar sus fuentes. En la radio de Miami comenzaron a rodar rumores de que Nelson Mandela planeaba un viaje a Cuba para agradecer a Fidel Castro el apoyo durante su encarcelamiento, contó Ducassi, que le pidió comprobarlo.

“Déjame chequear con mis fuentes en el Congreso Nacional Africano en Johannesburgo”, le dijo Chardy, y Ducassi pensó que bromeaba.

Poco después tenía citas de los portavoces del Congreso Nacional Africano y una historia de primera plana que confirmaba el viaje de Mandela a Cuba, que tuvo lugar el 25 de julio de 1991.

Quizás la mejor anécdota de Chardy sobre Cuba, adonde el Herald lo envió varias veces a reportar de incógnito, es aquella ocasión en que sus cejas, negras y espesas, lo delataron.

Alfonso estaba en el aeropuerto de La Habana cuando un funcionario cubano lo reconoció, quizás de otras coberturas de eventos políticos, e intentó saludarlo, contó Ducassi.

Entonces Chardy viró la cara y trató de pasar inadvertido, pero el hombre le hizo una señal hacia las cejas, como indicando que ese rasgo tan particular no se le despintaba.

Como una especie de James Bond lo recuerdan algunos colegas, pero esa vez no le sirvió de mucho. Las autoridades cubanas le indicaron que saliera del país y Chardy terminó de regreso a Estados Unidos en el próximo avión.

Alfonso Chardy en Cartagena, Colombia, en el 2012, buscando la casa de Dania Suárez, que saltó a la notoriedad por un incidente con el Servicio Secreto del presidente Obama, cuando varios escoltas se negaron a pagar por una noche de sexo.
Alfonso Chardy en Cartagena, Colombia, en el 2012, buscando la casa de Dania Suárez, que saltó a la notoriedad por un incidente con el Servicio Secreto del presidente Obama, cuando varios escoltas se negaron a pagar por una noche de sexo.

El fotorreportero del Herald José Iglesias, quien compartió numerosas asignaciones con Chardy, entre ellas la cobertura del terremoto en Haití en el 2010, destacó su ecuanimidad en los momentos más difíciles.

“Era muy metódico en su trabajo, comprobaba los detalles tres veces, y hacía la misma pregunta a varias fuentes”, dijo Iglesias, que también estuvo con Chardy en Cartagena, Colombia, cuando estalló otro escándalo durante la Cumbre de las Américas en el 2012.

Escoltas del presidente Obama habían contratado los servicios de prostitutas, y Chardy e Iglesias se fueron a investigar a un club donde trabajaban profesionales del sexo. “Chardy no se fue hasta que pudo entrevistar al menos a tres”, recordó Iglesias. “Era un reportero de primera clase”.

Una permanente sonrisa

Sus colegas y allegados destacan su sentido del humor, su “permanente sonrisa”, su disposición a compartir sus fuentes, y su deseo de ayudar a los pasantes que comenzaban su andadura en el periodismo.

“Aunque Al era humilde y amable por naturaleza, periodistas y escritores atribuyeron a su tenacidad el mérito a la hora de desentrañar historias como la de la Contra”, dijo Morrissey, citando a Theodore Draper, en A Very Thin Line, donde calificó a Chardy como “el periodista más emprendedor y conocedor sobre la pista de los Contra”.

Chardy y Morrissey se conocieron en Washington en la decada de los 1980. “Echale la culpa a Oliver North”, escribió Morrissey en un email a el Herald sobre el comienzo de una historia de tres décadas.

Alguien le recomendó que entrevistara a Chardy, como experto en el escándalo de los Irán-Contra, para un reportaje que ella estaba escribiendo. Chardy pensó que ella quería escribir un perfil de él, pero Morrissey lo sacó de su error. Quedaron para almorzar y luego ella lo acompañó para siempre.

Alfonso tenía otros intereses además del periodismo. Buscaba la respuestas a cuestiones filosóficas como “por qué estamos aquí”, dijo Morrissey, contando que también le encantaban los gatos.

Hijo de un vasco y una mexicana, Chardy tenía gran habilidad para los idiomas, y hablaba bien el francés.

Su verdadero nombre era Alfonso Chardi Nieto, pero firmaba sus artículos y columnas periodísticas como Alfonso Chardy porque su primer editor en el Mexico City News escribió mal su apellido y no tuvo el valor de corregirlo, contó Morrissey.

En cuanto a hacerse ciudadano norteamericano, fue una misión que emprendió finalmente después de su retiro en el 2017. Luego de un largo tiempo de espera burocrática, le tocó hacer la jura de la bandera en plena pandemia. Ya para entonces no tenía pendiente cubrir ninguna historia riesgosa.

Uno de sus últimos reportajes antes de retirarse del Herald fue el caso de un inmigrante colombiano arrestado en Miami cuando iba a dejar a su hija en la escuela, por violar una orden de deportación. El hecho conmovió a la comunidad y provocó protestas frente al Centro de Detención de Krome en noviembre del 2016.

La voz de Chardy reflejaba el lado humano de la historia. Con tanta experiencia y tantos hechos y noticias duras vividas, no había perdido lo fundamental: ponerse en los zapatos de los demás.