Europa quería que Londres se quedara; ahora, ruega que se vaya

BRUSELAS.- Antes, los europeos más nostálgicos ansiaban que los británicos dieran marcha atrás con el Brexit y dejaran sin efecto su divorcio de la Unión Europea (UE) haciendo borrón y cuenta nueva.

Mientras los meses de negociación por la salida de Gran Bretaña se convertían en años, los anglófilos más fieles de Europa fantaseaban con un segundo referéndum que replanteara y perdonara todo lo sucedido. Siguieron de cerca los altibajos de los liberales demócratas, el partido más abiertamente proeuropeo. Y celebraron que la aplastante mayoría de los militantes del Partido Laborista apoyara un segundo referéndum en el congreso anual del partido realizado en septiembre del año pasado.

Pero como este año el drama del Brexit se convirtió en farsa, con la primera ministra Theresa May y su sucesor Boris Johnson teniendo que enfrentar reveses históricos en el Parlamento, algunos de los que en cierto momento deseaban un cambio de opinión ahora solo quieren dar por concluido el divorcio y pasar a otra cosa.

Si Johnson lo solicita -tal como se lo exige una nueva ley aprobada por el Parlamento británico-, es casi seguro que los líderes europeos le concederán una postergación del Brexit más allá del 31 de octubre. A los europeos no les genera ningún entusiasmo la perspectiva de un Brexit duro y abrupto, desestabilizador en términos económicos, y sin un entendimiento para gestionar la salida de Gran Bretaña y facilitar la transición hacia los nuevos términos comerciales.

Pero al mismo tiempo los negociadores europeos están ansiosos por acompañar a los británicos hasta la puerta de salida. A los legisladores de Bruselas y de las capitales europeas les preocupa la incertidumbre constante, y algunos dicen que Gran Bretaña está tan envenenada con los asuntos europeos que sería más destructiva dentro que fuera de la UE.

"Inmediatamente después del referéndum, entre los proeuropeos de las instituciones europeas existía el anhelo de que con el paso del tiempo pudiera darse marcha atrás con el Brexit", dice Alain Lamassoure, un exmiembro francés del Parlamento Europeo, que luego de estar muchos años allí se jubiló en junio. "Pero después de tres años, después de esas cosas espantosas, ridículas y dramáticas que ocurrieron en la Cámara de los Comunes, hay una sensación muy compartida de que ya basta. Ahora es demasiado tarde, y sería mejor ponerle punto final a este drama".

Lamassoure dice que su cambio de actitud ocurrió en enero, mientras veía a los legisladores británicos rechazar el acuerdo de Theresa May. "Fue un golpe para todos nosotros, porque sobrestimamos el espíritu y la fortaleza del sistema parlamentario británico", dice Lamassoure.

Mientras no deje formalmente la UE, Gran Bretaña mantiene el derecho de cancelar la notificación de divorcio. Legalmente, las relaciones volverían al statu quo. Así que a algunos legisladores europeos les gusta imaginar el resultado que alguna vez soñaron: un segundo referéndum que retrotraiga el curso del Brexit.

Pero lo que ven les genera cada vez más dolores de cabeza. Fracturada por el Brexit, y aunque los votantes finalmente decidan permanecer en la UE, Gran Bretaña está profundamente dividida. Si se organizara un nuevo referéndum, las encuestas sugieren que sería improbable que se conformara una mayoría de peso a favor de la salida o la permanencia. Como en 2016, cuando los partidarios del Brexit ganaron por un margen estrecho con el 52% de los votos, es probable que cualquier nueva votación arroje un resultado ajustado.

Eso significaría que si Gran Bretaña decidiera permanecer en la UE, contaría con un poderoso lobby anti-UE deseoso de derribar a cualquier nuevo líder que juegue un rol constructivo o conciliatorio en la toma de decisiones a nivel europeo, señalan quienes no quieren que vuelvan los británicos.

"Tendríamos a un nuevo premier británico en Bruselas explicándonos que es una victoria para nosotros, 'una victoria para Gran Bretaña y la UE, pero la mitad de mi pueblo es bastante renuente a continuar siendo miembro, así que necesitamos más cláusulas de exclusión voluntaria'", o formas de evitar las reglas de la UE, dice Lamassoure. Eso llevaría a otros países a presentar sus propias cláusulas de exclusión voluntaria, debilitando la integridad de la UE.

Una marcha atrás del Brexit "conlleva la posibilidad de impedir muy seriamente la toma de decisiones", dice Fabian Zuleeg, director del Centro de Políticas Europeas, un comité de expertos con base en Bruselas. "Ya no es una propuesta atractiva. El Reino Unido quemó muchísimos puentes".

Si bien la confianza de los europeos en Johnson se desvaneció rápidamente, si llegara a perder su cargo, su reemplazante más probable sería el líder laborista Jeremy Corbyn, un militante de extrema izquierda que hace años que descree de la UE porque considera que favorece más a las corporaciones que a los pueblos.

Tampoco hay ninguna garantía de que un futuro líder no intente nuevamente salir de la UE, creando aún más incertidumbre y caos.

"¿Qué confianza se puede tener en el Reino Unido?", pregunta un diplomático europeo que participa directamente en las negociaciones por el Brexit.

Mientras tanto, con las empresas europeas esforzándose por planificar un cambio en su modelo de negocios que podría ocurrir en cinco semanas, o en tres meses, o nunca, los costos de la planificación aumentan, igual que la rabia de los europeos.

Las grandes empresas tienen equipos de trabajadores que se encargan de lidiar con los problemas legales y logísticos que causará el Brexit, mientras que las más pequeñas están buscando la forma de obtener las licencias de exportación. Y los gobiernos están aumentando su personal para enfrentar la crisis fronteriza: Francia contratará 700 agentes de aduana nuevos, y los Países Bajos, 928.

Los legisladores europeos hablan cada vez más de su deseo de patear el tablero, bancarse el dolor del Brexit y a otra cosa.

"La certeza de un deterioro puede ser mejor que la incertidumbre constante sin perspectivas nuevas", dijo el lunes la ministra de Comercio Exterior holandesa, Sigrid Kaag, al diario Financieele Dagblad.

La interminable incertidumbre hizo que algunos diplomáticos se alinearan, tardíamente, con el escepticismo sobre una nueva postergación del Brexit manifestada por el presidente francés, Emmanuel Macron, durante una cumbre de emergencia en abril. Entonces, Macron prefería una postergación más corta que otros líderes, y arguyó que los legisladores británicos estaban forzados a elegir entre el acuerdo de transición existente entre la UE y Gran Bretaña, y un Brexit caótico, sin acuerdo. Macron finalmente tuvo que ceder, y los europeos eligieron el 31 de octubre como fecha de salida.

En aquel entonces, a Macron le preocupaba que los problemas sin resolver del Brexit pudieran tener efectos nefastos en las elecciones de mayo para el Parlamento Europeo. Ahora que ese obstáculo quedó atrás, él y otros líderes europeos parecen dispuestos a ofrecer a Gran Bretaña otra postergación para celebrar unas probables elecciones generales en el Reino Unido.

Traducción de Jaime Arrambide