La Eurocopa ya tiene sus ganadores: los cientos de miles de hinchas que llenan los estadios de fervor y emoción en cada partido

Fanáticos neerlandeses animan a su selección nacional antes del partido del Grupo D entre Países Bajos y Francia en la Eurocopa 2024 en Leipzig, Alemania. (AP Foto/Sergei Grits). (AP Foto/Sergei Grits)
Fanáticos neerlandeses animan a su selección nacional antes del partido del Grupo D entre Países Bajos y Francia en la Eurocopa 2024 en Leipzig, Alemania. (AP Foto/Sergei Grits). (AP Foto/Sergei Grits) - Créditos: @Sergei Grits

10.000 georgianos, 20.000 eslovenos, 30.000 rumanos, 40.000 neerlandeses formando auténticas mareas naranjas, 50.000 croatas, 120.000 escoceses, cantidades incalculables de turcos e ingleses (el ministerio de Asuntos Exteriores británico calcula que se desplazarían un total de 500.000 personas si el equipo de Jude Bellingham y Harry Kane llegara a la final), más varias decenas de miles más del resto de las selecciones participantes, multiplicados por los tres partidos disputados por cada una. A la Eurocopa 2024 todavía le quedan dos semanas de competición, pero una vez disputada su etapa inicial ya tiene ganadores seguros: los hinchas.

Alemania se ha visto invadida cada día por oleadas de simpatizantes que han llenado los estadios, las FanZones, áreas destinadas en las diez ciudades sedes para ver los encuentros en pantallas gigantes, y han inundado las calles de colorido y música. También han provocado algún que otro disturbio, mínimos si se tiene en cuenta el flujo de gente que viene y va cuando se producen semejantes niveles de movilización. La Euro, hasta acá, es un indudable éxito de público, que contrasta con lo que pudo verse en la anterior edición, disputada en 2021 con un inédito modelo itinerante con múltiples sedes, en el Mundial de Qatar, e incluso en la actual Copa América, en donde las tribunas semivacías fueron y son parte del decorado habitual .

“ Ocho años es mucho tiempo en el fútbol. Alemania 2024 es el primer torneo desde Francia 2016 que ofrece diversión fácil y sin restricciones a los hinchas europeos y estos han aprovechado la oportunidad ”, escribía desde Gelsenkirchen con ocasión del partido entre ingleses y serbios, Paul Mac Innes, periodista del diario británico The Guardian.

La afluencia de visitantes no causó sorpresa. Durante la etapa de venta de las 1,2 millones de entradas disponibles se registraron 23 millones de solicitudes, la mayoría de ellas desde Croacia, Albania y Turquía . Los aficionados del país que juega en Europa pero tiene la mayor parte de sus tierras en Asia son un caso aparte. 4,3 millones de turcos viven en Alemania y es habitual que la selección de la media luna blanca sea virtualmente local cada vez que disputa allí un partido. El torneo no es más que la excusa perfecta para recibir la visita de familiares y amigos.

La renta per cápita, en el caso de Europa Occidental; y la ubicación geográfica de Alemania, que permite a muchos extranjeros ir y volver a su casa en el mismo día, son elementos que explican en parte una masividad que, si bien en menor medida, ya se había visto en ocasión del Mundial 2006. Ocho de los países que arrancaron el certamen tienen frontera con Alemania y otros cinco se hallan a distancias relativamente cercanas . Pero hay algo más: la exacerbación de nacionalismo que provoca este tipo de acontecimientos, lo cual motiva a trasladarse incluso a quienes residen en países más alejados y económicamente más desfavorecidos.

“ El fútbol es un generador de gran orgullo nacional y, en ese sentido, cubre las deficiencias o decepciones que la gente puede experimentar en otros ámbitos de la vida ”, dice Darío Brentin, científico social de la austríaca Universidad de Graz. Experto en la cultura del fútbol en los países balcánicos, Brentin explica que “el estadio es un multiplicador increíble de sentimientos preexistentes, y este tipo de torneos no ocurren en el vacío”. Su razonamiento sirve para entender porqué la mayoría de los incidentes ocurridos durante estas semanas tuvieron como protagonistas a simpatizantes de las naciones implicadas en el conflicto que desmembró la antigua Yugoslavia en los años 90 y cuyas consecuencias políticas todavía mantiene encendidas las brasas de la guerra.

Un individuo aislado amenazó en Hamburgo con una bomba molotov a hinchas polacos y neerlandeses; hubo una trifulca a golpes entre turcos y georgianos en una tribuna del Signa Iduna Park de Dortmund; y la policía les incautó navajas y artefactos explosivos a 50 italianos antes del choque con Albania, pero al margen de estas escaramuzas, fueron los hinchas serbios, croatas, albaneses y eslovenos los que exteriorizaron sus filias y fobias en la calle y en las triubunas, sobre todo en los encuentros donde sus equipos se enfrentaron entre sí.

El delantero albanés Milind Daku fue sancionado con dos partidos de suspensión por animar a los hinchas a cantar consignas antiserbias que fueron seguidas por los simpatizantes croatas en el Croacia-Albania (Serbia incluso insinuó la posibilidad de retirarse del torneo por este suceso). Ultras serbios provocaron a los eslovenos en la céntrica Marienplatz de Munich antes del partido entre ambas selecciones, y se enfrentaron a sus pares albaneses en una terraza en Gelsenkirchen. A un periodista kosovar (territorio que reclama su independencia de Serbia) se le retiró la credencial por provocar a los hinchas serbios en el partido contra Inglaterra, y los albaneses mostraron en un mapa con las fronteras de su país incorporando territorios de sus vecinos. “Es suficiente que un pequeño grupo de fanáticos más radicales u organizados inicien los cánticos, y la psicología masiva y la euforia del momento llevan a que muchas personas se unan de manera irreflexiva”, subraya Brentin.

Debido a estos sucesos, la Federación de Albania sumó 85.000 euros en multas impuestas por la UEFA debido los desmanes, y la de Serbia fue castigada con otros 10.000 por lanzamientos de objetos . Para fortuna de la organización, de todos ellos sólo Eslovenia sigue en carrera después de la etapa inicial, lo que permite suponer que las aguas estarán más calmas en lo que resta de la Euro.

La gran mayoría de los partidos transcurrió dentro de climas festivos y respetuosos, más allá del lanzamiento hacia el campo de vasos con la cerveza ligera (2,5% de graduación alcohólica) que las autoridades decidieron vender en los estadios para prevenir problemas. La extraña “moda” implica un costo para quien la practica: la diferencia de precio de una pinta en el estadio o en la FanZone es de dos euros según se devuelva el vaso o no.

La rubia bebida fue, y seguirá siendo, la estrella en la periferia de las canchas. Es común ver a aficionados cargando cajas enteras en los supermercados para arrastrarlas hacia parques y plazas donde organizan sus picnics y los británicos estimaron que sus hinchas podrían beberse unos 600 millones de pintas durante el torneo . Pero la preferencia por su consumo fuera de los bares pone en evidencia que no es oro todo lo que reluce.

La crisis económica desatada desde el comienzo de la invasión rusa a Ucrania se deja ver en el alza de precios, tanto en el costo de la bebida como en el del hospedaje. Hubo hoteles en los que los valores se incrementaron por encima del 100% en relación con años anteriores , y el efecto se nota en los campings, mucho más baratos, que vieron crecer exponencialmente su clientela; o en la cantidad de aficionados que desafían una climatología bastante adversa durmiendo al aire libre en sitios públicos .

Pero nadie se queja de estas incomodidades cuando se acerca la hora de los partidos. La caminata hacia las canchas desborda alegría. Familias enteras y grupos de amigos ataviados de pies a cabeza con los colores de cada país atraviesan las ciudades con idéntico fervor por sus respectivos colores. El regreso, con más o menos sonrisas según el resultado, se realiza con calma y cierta sensación de “deber cumplido”. Viajar, emocionarse, alentar, compartir y disfrutar es la consigna, ganar o perder, simplemente una posibilidad. El 14 de julio la Eurocopa consagrará un campeón. Mucho antes, los hinchas ya pueden considerarse triunfadores.