Según un estudio, los partos prematuros disminuyeron durante algunos confinamientos de COVID-19

Elizabeth Decker tuvo un segundo embarazo estresante, plagado de vómitos diarios y la preocupación de que este bebé, como el primero, le provocara un aumento en la presión arterial y tuviera que dar a luz antes de tiempo. Curiosamente, la parte más relajante fue su último trimestre, que coincidió con la llegada del confinamiento por el COVID-19 en la primavera de 2020.

Decker, quien tiene 36 años y vive en North Reading, Massachusetts, decidió dejar su trabajo estresante como abogada y quedarse en casa. Su esposo, que es profesor, empezó a trabajar desde casa en esas fechas impartiendo clases en línea. Él cuidaba de su hijo pequeño y se ocupaba de las comidas mientras Decker descansaba y dormía. “Pude no hacer nada durante los tres últimos meses de embarazo”, afirmó. El aumento en la presión arterial que esperaba su médico no llegó sino hasta finales de junio, una semana después de la fecha prevista para el parto, que fue cuando dio a luz a un bebé sano.

Un estudio ambicioso a nivel mundial sobre nacimientos sugiere que Decker no fue la única futura madre que evitó la experiencia de un parto prematuro durante los primeros meses de confinamiento. El estudio, publicado el lunes en la revista Nature Human Behavior, mostró que, en un grupo de países, en su mayoría de ingresos altos (como Estados Unidos, Bélgica, Canadá, Chile, Dinamarca y Suiza), en la primavera de 2020 hubo alrededor de un 4 por ciento menos nacimientos prematuros de lo esperado. Los autores del estudio calcularon que, a escala mundial, es muy probable que el cambio se tradujera en casi 50.000 nacimientos prematuros evitados solo en el primer mes de confinamiento.

El hallazgo podría ayudar a los investigadores a comprender mejor las causas de los nacimientos prematuros, que siguen siendo frustrantemente esquivas para la ciencia médica.

“Se trata de un experimento natural único en el que todo el mundo pasó por este confinamiento drástico al mismo tiempo”, aseveró Meghan Azad, profesora adjunta de Pediatría y Salud infantil de la Universidad de Manitoba y una de las responsables del estudio. “Así que fue una buena oportunidad para analizar qué podría significar eso para la salud materno-infantil”.

En la época en que Decker cuidaba de su hijo que había llegado a término, los médicos de varios países también atendían a menos bebés prematuros de lo que esperaban. Algunas de sus observaciones, compartidas antes de la revisión por pares, pero publicadas de manera formal desde entonces, eran sorprendentes: por ejemplo, en Dinamarca la cantidad de bebés prematuros más pequeños se había reducido un 90 por ciento. En un hospital de Irlanda, los nacimientos muy prematuros se redujeron en tres cuartas partes o más.

Los autores irlandeses especularon con la posibilidad de que las embarazadas confinadas en casa estuvieran expuestas a menos estrés, menos contaminación atmosférica o menos infecciones víricas o bacterianas, todo lo cual podría reducir sus probabilidades de dar a luz antes de tiempo.

En respuesta al estudio irlandés en Twitter, Azad preguntó en público (con cierto morbo, según admitió) si acaso los médicos estaban notando una reducción en los nacimientos prematuros esa primavera porque algunos de esos bebés habían nacido muertos o habían sido abortados.

Al cabo de dos días, Azad se asoció con otros científicos para estudiar este hecho. “Fue una época de locura”, explicó. “Un montón de investigadores tenían mucho tiempo libre porque sus proyectos se habían ralentizado o sus conferencias se habían cancelado”. Tenían libertad para sumergirse en un proyecto paralelo a gran escala.

Al final, la colaboración llegó a incluir a más de cien científicos de todo el mundo y 52 millones de nacimientos. Utilizando datos de 2015 a 2020, los científicos hicieron un modelo de las cifras previstas de nacimientos prematuros y mortinatos en los primeros meses del estricto periodo de confinamiento de cada país.

Se dieron cuenta de que los datos de muestras más pequeñas, como de un solo hospital, probablemente no reflejarían todo el panorama. Por ejemplo, señaló Azad, ¿qué tal si ese hospital se hubiera convertido en un centro dedicado solo al tratamiento del COVID-19 y simplemente hubiera canalizado a sus pacientes embarazadas a otro lugar?

Por ese motivo, los investigadores centraron su análisis principal en conjuntos de datos de alta calidad que abarcaban todo un país o una región amplia de una nación. Entre ellos había 18 países de ingresos altos y medios-altos, según la definición del Banco Mundial. Aunque los resultados variaron de un lugar a otro, los investigadores concluyeron que los nacimientos prematuros se habían reducido un 4 por ciento en promedio durante el primer y el segundo mes de confinamiento.

En el tercer mes, la señal estadística fue más débil. Según Azad, en el cuarto mes de confinamiento, dado que lo más probable era que las directrices de los distintos países y el grado de cumplimiento de estas difirieran, la reducción de los nacimientos prematuros había desaparecido.

Los autores sí observaron un aumento ligero de los mortinatos en Brasil durante el segundo y el tercer mes, y en Canadá durante el primer mes. “Sin embargo, al parecer esto no explica la reducción general de los nacimientos prematuros” en el conjunto de los estudios, comentó Azad.

“Las causas de tener un parto prematuro han sido muy difíciles de determinar, a pesar de los grandes esfuerzos realizados”, afirmó Denise Jamieson, obstetra de la Facultad de Medicina de la Universidad Emory de Atlanta quien no participó en el estudio nuevo. Aunque el estudio mundial solo ha detectado un descenso del 4 por ciento, “creo que cualquier reducción de los nacimientos prematuros es importante y digna de mención”, señaló.

“El siguiente paso es analizar bien la razón”, añadió Jamieson.

Azad y Roy Philip, coautor del artículo nuevo y neonatólogo irlandés del Hospital Universitario de Maternidad de Limerick, quien en 2020 constató un sorprendente descenso de los partos muy prematuros en su hospital, afirmaron que era posible que los confinamientos tuvieran efectos muy distintos en diferentes grupos de personas. A una embarazada como Becker, que pudo quedarse en casa en un entorno poco estresante y con un buen apoyo, podría haberle beneficiado. Una trabajadora de primera línea sin seguro médico quizá haya tenido una experiencia distinta.

De este modo, los hallazgos destacaron lo mucho que aún se desconoce sobre las causas de los partos prematuros. “Aunque el estudio incluya 52 millones de nacimientos, no va a responder todas las preguntas de inmediato”, concluyó Philip. “Pero al menos esto debería incitar a las personas a poner mayor atención en las condiciones que son ideales durante el embarazo”.

c.2023 The New York Times Company