Un estudio muestra que ser rico es un requisito para acceder a las universidades de élite

En un grupo de universidades de élite estadounidenses, los estudiantes de las familias más ricas tenían el doble de probabilidades de ser admitidos que otros estudiantes con los mismos resultados en los exámenes. Gráfica que correlaciona los ingresos de los padres con las admisiones.
En un grupo de universidades de élite estadounidenses, los estudiantes de las familias más ricas tenían el doble de probabilidades de ser admitidos que otros estudiantes con los mismos resultados en los exámenes. Gráfica que correlaciona los ingresos de los padres con las admisiones.

A las universidades de prestigio siempre van las familias más ricas: en las universidades que pertenecen a la Liga de la Hiedra, uno de cada seis estudiantes tiene padres que forman parte del uno por ciento que más ingresos tiene.

Un nuevo estudio de gran alcance, publicado esta semana, muestra que el ingreso de estos aspirantes a estas universidades no se debió a que tuvieran promedios más impresionantes o tomaran clases más difíciles. Suelen tener mejores notas en la prueba SAT o ACT y currículos más elaborados, además de presentar más solicitudes, pero están sobrerrepresentados incluso después de tener en cuenta estos factores. En los casos en que los solicitantes tenían la misma puntuación en las pruebas SAT, los hijos de las familias pertenecientes al uno por ciento de mayores ingresos tenían un 34 por ciento más de probabilidades de ser admitidos que el solicitante promedio y los pertenecientes al 0,1 por ciento superior tenían más del doble de probabilidades de ser admitidos.

Requisito cuestionable: transferencia intergeneracional

El estudio —realizado por Opportunity Insights, un grupo de economistas de la Universidad de Harvard que estudia la desigualdad— cuantifica por primera vez hasta qué punto ser muy rico es un requisito en sí mismo en las admisiones universitarias selectivas.

El análisis se basó en registros federales de asistencia universitaria e impuestos sobre la renta de los padres de casi todos los estudiantes de estudios superiores de 1999 a 2015 y las puntuaciones de los exámenes estandarizados de 2001 a 2015. El estudio incluye a las ocho universidades de la Liga de la Hiedra, así como Stanford, Duke, el Instituto Tecnológico de Massachusetts y la Universidad de Chicago. Añade un nuevo conjunto de datos extraordinario: las evaluaciones internas de admisión detalladas y anonimizadas de al menos tres de las doce universidades, que abarcan medio millón de solicitantes (los investigadores no nombraron las universidades que compartieron datos ni especificaron cuántas lo hicieron porque les prometieron anonimato).

Los nuevos datos muestran que, entre estudiantes con los mismos puntajes en las pruebas, las universidades dan preferencia a los hijos de exalumnos, lo que se conoce como tradición académica, y a atletas reclutados, además de que otorgan puntajes no académicos más elevados a quienes provienen de escuelas privadas. El resultado es la imagen más clara hasta ahora de cómo las universidades de élite de Estados Unidos perpetúan la transferencia intergeneracional de riqueza y oportunidades.

“Lo que concluyo de este estudio es que la Liga de la Hiedra no tiene estudiantes de bajos ingresos porque no quiere estudiantes de bajos ingresos”, comentó Susan Dynarski, economista de la Escuela de Posgrado en Educación de la Universidad de Harvard, quien revisó los datos, pero no participó en el estudio.

Investigadores identificaron tres áreas del proceso de admisión a la universidad que explican la ventaja de los estudiantes ricos. Columna de gráficos que ilustran los efectos de las admisiones por tradición académica, el reclutamiento deportivo y las puntuaciones no académicas.
Investigadores identificaron tres áreas del proceso de admisión a la universidad que explican la ventaja de los estudiantes ricos. Columna de gráficos que ilustran los efectos de las admisiones por tradición académica, el reclutamiento deportivo y las puntuaciones no académicas.

Según la investigación, en la práctica, estas políticas equivalen a una discriminación positiva para los hijos del uno por ciento, cuyos padres ganan más de 611.000 dólares al año. El estudio aparece en un momento en que las universidades se ven obligadas a replantearse sus procesos de admisión tras la sentencia de la Corte Suprema que declaró inconstitucional la discriminación positiva basada en la raza.

“¿Estas universidades privadas altamente selectivas en Estados Unidos seleccionan a los hijos de familias influyentes de muy altos ingresos y en esencia los canalizan para que permanezcan en la cima en la próxima generación?”, preguntó Raj Chetty, economista de la Universidad de Harvard que dirige Opportunity Insights, y autor del documento junto con John N. Friedman, de Brown, y David J. Deming, de Harvard. “Para decirlo de otra manera, ¿podríamos diversificar potencialmente quién ocupa una posición de liderazgo en nuestra sociedad si cambiamos a quién se admite?”.

Los representantes de varias de esas universidades afirmaron que la diversidad de ingresos es de prioridad urgente y que han tomado medidas importantes desde 2015, que es hasta donde llegan los datos del estudio, para admitir a estudiantes de bajos ingresos y de primera generación en el país. Entre ellas está la gratuidad para las familias con ingresos inferiores a una determinada cantidad; la concesión exclusiva de becas, no préstamos, en concepto de ayuda financiera; y el reclutamiento activo de estudiantes procedentes de preparatorias desfavorecidas.

“Creemos que hay talento en cada sector de la distribución de ingresos de Estados Unidos”, afirmó Christopher L. Eisgruber, presidente de la Universidad de Princeton. “Me siento orgulloso de lo que hemos hecho para aumentar la diversidad socioeconómica en Princeton, pero también creo que necesitamos hacer más… y lo haremos”.

Antes de este estudio, se sabía que las universidades admitían a más estudiantes ricos, pero no se sabía si era solo porque presentaban más solicitudes. El nuevo estudio demostró que en parte es así: una tercera parte de la diferencia en las tasas de asistencia se debía a que los estudiantes de clase media tenían menos probabilidades de solicitar la admisión o inscribirse. Pero el factor más importante fue que estas universidades eran más propensas a aceptar a los solicitantes más ricos.

La mayor ventaja para el uno por ciento fue la preferencia por la tradición académica. El estudio demostró, por primera vez a esta escala, que en general los candidatos cuyos padres habían estudiado en la misma universidad tenían más posibilidades de ingreso que el solicitante promedio. Pero incluso cuando se comparaba a solicitantes similares en todos los demás aspectos, la cuestión de la tradición académica seguía teniendo ventaja.

Cuando los solicitantes de altos ingresos solicitaban ingresar a la universidad a la que asistieron sus padres, se les aceptaba en un mayor porcentaje que a otros solicitantes con calificaciones similares, pero en las otras doce universidades principales no tenían más probabilidades de entrar.

“No se trata solo de una cuestión simbólica”, aseveró Michael Bastedo, catedrático de la Facultad de Educación de la Universidad de Míchigan, que ha realizado importantes investigaciones sobre las admisiones universitarias.

Uno de cada ocho estudiantes admitidos del uno por ciento con los ingresos más altos era un atleta reclutado. Para el 60 por ciento con los menores ingresos, la cifra era de uno de cada veinte. Esto se debe en gran parte a que los hijos de familias ricas tienen más probabilidades de practicar deportes, sobre todo los más exclusivos que se practican en determinadas universidades, como el remo y la esgrima. El estudio calcula que los deportistas son admitidos cuatro veces más que los no deportistas con las mismas aptitudes.

“Existe la idea errónea de que esto tiene que ver con el baloncesto y el fútbol americano y que chicos con bajos ingresos consiguen entrar a universidades selectivas”, afirmó Bastedo. “Pero los responsables de las admisiones saben que los atletas tienden a ser más ricos, así que todos salen ganando”.

El estudio identifica un tercer factor que impulsa la preferencia por los solicitantes más ricos. Las universidades del estudio suelen dar a los aspirantes puntuaciones numéricas por sus logros académicos y por virtudes no académicas más subjetivas, como actividades extracurriculares, voluntariado y rasgos de personalidad. Los estudiantes pertenecientes al uno por ciento superior con las mismas calificaciones en los exámenes no obtuvieron puntuaciones académicas más altas, pero sí obtuvieron puntuaciones no académicas significativamente más altas.

En una de las universidades que compartió sus datos de admisión, los estudiantes pertenecientes al 0,1 por ciento de los ingresos más altos tenían 1,5 más probabilidades de tener puntuaciones no académicas altas que los de la clase media. Los investigadores afirman que, teniendo en cuenta las diferencias en la forma en que cada escuela evalúa las credenciales no académicas, encontraron pautas similares en los demás centros universitarios que compartieron datos.

El estudio sugiere que, en general, si las universidades de élite hubieran eliminado las preferencias por la tradición académica, los deportistas y los estudiantes de colegios privados, los hijos del uno por ciento más rico habrían constituido el 10 por ciento del alumnado, en comparación con el 16 por ciento en los años del estudio.

Los encargados de las admisiones sostienen que sería difícil lograr que haya una mayor diversidad económica sin hacer algo más: acabar con las admisiones que no tienen en cuenta las necesidades, la práctica que impide a los responsables de admisiones consultar la información financiera de las familias para que su capacidad de pago no sea un factor. Algunas universidades ya hacen lo que llaman “admisiones afirmativas”, con el fin de seleccionar a más estudiantes del extremo inferior del espectro de ingresos, aunque a menudo no lo reconocen públicamente por miedo a las represalias.

Una excepción

El Instituto Tecnológico de Massachusetts, que destaca entre las escuelas privadas de élite por no dar casi ninguna preferencia a los estudiantes ricos, desde hace tiempo no da preferencia a los solicitantes de tradición académica, según su decano de admisiones, Stuart Schmill. La escuela sí recluta atletas, pero esos candidatos no tienen preferencia ni pasan por un proceso de admisión aparte (por mucho que esto frustre a los entrenadores, afirma).

“Creo que lo más importante aquí es que el talento se distribuye por igual, pero las oportunidades no y nuestro proceso de admisión está diseñado para tener en cuenta las diferentes oportunidades que tienen los estudiantes en función de sus ingresos. Realmente corresponde a nuestro proceso desentrañar la diferencia entre talento y privilegio”, concluyó.

c.2023 The New York Times Company

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