La estrategia de Taiwán para hacerse relevante para el mundo ante la creciente amenaza de China
TAIPÉI.- Hay una frase con la que suelen ironizar funcionarios y diplomáticos taiwaneses a la hora de introducir los principales peligros que atentan contra la integridad de la nación insular desde hace décadas. “Tenemos tres amenazas principales: los terremotos, los tifones, y China”, puntualizan. Este último desafío se ha intensificado en los últimos años al punto tal que instauró lo que consideran una “nueva normalidad” a la que el gobierno de Taiwán busca desincentivar volviéndose cada vez más relevante para el mundo.
Precisamente fue la presión militar de China la que alertó a las defensas de Taiwán a comienzos de esta semana después de que Pekín lanzara maniobras militares a gran escala, en unos ejercicios en los que se utilizaron una cantidad récord de aviones militares, buques de guerra y guardacostas chinos que durante un día simularon un bloqueo alrededor de la isla autogobernada.
Desde hace por lo menos dos años, el gobierno de Xi Jinping, cuya gran promesa es dejar en su legado la “reunificación” de la isla que reivindica como suya, pisa más fuerte en el estrecho de Taiwán. El Ejército Popular de Liberación (EPL) realiza desde la visita de la expresidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, en 2022, ejercicios militares masivos con mayor frecuencia, siendo el del lunes pasado el segundo en menos de un año. El hostigamiento chino se disparó además con la llegada a la presidencia en mayo de Lai Ching-te, un médico y político del Partido Progresista Democrático (DPP) quien es visto por el gigante asiático como un “separatista peligroso” que intentaría lograr la independencia de la democracia autónoma.
“La República de China (Taiwán) y la República Popular de China no están subordinadas entre sí. En esta tierra, la democracia y la libertad están creciendo y prosperando. La República Popular China no tiene derecho a representar a Taiwán”, exclamó Lai ante una multitud en el marco de las celebraciones por el Día Nacional la semana pasada, en un discurso -que despertó la ira de Xi- en el que se comprometió a “resistir una anexión o invasión de nuestra soberanía” y redoblar esfuerzos para “mantener el statu quo de la paz y la estabilidad en el Estrecho de Taiwán”.
Mantener las cosas tal y como están. Eso es lo que quiere más del 80% de los 23 millones de taiwaneses que están conformes con el statu quo y la idea de mantener la actual organización política-administrativa de Taiwán indefinidamente antes que abogar por la independencia, de acuerdo a una encuesta de opinión realizada por la Agencia Central de Noticias. Y para eso, Taiwán busca disuadir a China reforzando sus capacidades de defensa, impulsando una política nacional que propulse la resiliencia de la isla y convierta a esta democracia en un actor regional clave para que los gobiernos del mundo puedan responderse fácilmente una breve pregunta: ¿por qué realmente importa Taiwán?.
“Taiwán es una fuerza para el bien y nos esforzamos por mantener la paz y la estabilidad a través del Estrecho de Taiwán. Queremos participar y contribuir a la comunidad internacional a través de nuestro poder blando, económico y democrático”, declaró días atrás en una conferencia de prensa en Taipei de la que formó parte LA NACION el Ministro de Asuntos Exteriores de la República de China, Lin Chia-lung.
Para los expertos militares y funcionarios taiwaneses, una invasión al estilo rusa en el corto plazo es improbable. Lo que se conoce como una guerra anfibia -la última Normandía- resultaría muy costosa y compleja para el Ejército de Pekín por las costas estrechas con aguas poco profundas de Taiwán. No obstante, “el conflicto entre China y Taiwán ciertamente no es inevitable, pero no se puede descartar”, dijo a este medio el asesor en seguridad del National Bureau of Asian Research Roy Kamphause. “El objetivo de China podría lograrse mediante medidas distintas a la guerra con lo que ellos llaman medios no bélicos. Y para Taiwán y el mundo las consecuencias tendrían la misma magnitud”.
China podría apuntar a las zonas grises o un bloqueo total que aísle completamente a la isla que depende de las importaciones marítimas para cerca del 97% de su energía. O una peligrosa estrategia que ya está llevando adelante es la guerra psicológica, con constantes amenazas y una exhaustiva guerra de desinformación a través de publicaciones con deep fake con las que intenta generar temor en la población taiwanesa y polarizar a la sociedad en favor del régimen comunista.
La superioridad de China en materia de defensa frente a Taiwán es innegable. Aún así, Taipéi lleva años elevando consecutivamente su presupuesto para estar lo más preparados posibles ante una eventual guerra asimétrica, aunque hay académicos que consideran que aún no es suficiente y debería hacer más, en especial para demostrar su compromiso a sus principales socios que colaboran en esta materia, como Estados Unidos.
Tras un reciente aumento del 6% para alcanzar casi 20.000 millones de dólares el año próximo, el gasto en defensa equivale aproximadamente al 2,5% del PBI de la nación insular, lo que supera el nivel establecido por los miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Las capacidades de combate mejoraron con reformas impulsadas por la administración anterior de la oficialista Tsai Ing-wen, que entre otras cosas extendió el servicio militar obligatorio a un año, sumó a mujeres soldados a los entrenamientos de la fuerza de reserva y priorizó el desarrollo de misiles y minas.
La invasión de Rusia a Ucrania significó una señal de alerta para los taiwaneses y derivó en mayores exigencias al gobierno, como por ejemplo refugios disponibles para ataques aéreos, según comentaron a este medio miembros del think tank Prospect Foundation. Las autoridades y organizaciones dedicadas a la seguridad están trabajando para impulsar la defensa civil y capacitar a los ciudadanos para que tengan las habilidades necesarias para protegerse a sí mismos ante conflictos y desastres naturales. Una encuesta realizada en septiembre por el Instituto de Investigación de Defensa y Seguridad Nacional arrojó que ante un ataque chino el 67,8% de los taiwaneses estaría dispuesto a luchar en defensa de Taiwán.
“El plan de China es aislar a Taiwán y su principal estrategia es usar la confrontación para coaccionar y así empujar los límites, como hicieron los nazis en Austria. Es por eso que para lidiar con ellos tenemos que preparar nuestras defensas, no para la guerra, sino para evitarla. Nos estamos preparando para la paz. Y si ocurre el peor de los escenarios, entonces nos alistamos para tener más posibilidades de ganar”, explicaron a LA NACION directivos del Instituto de Investigación sobre Defensa y Seguridad Nacional de Taipéi.
El mundo apenas logra recuperarse de los estragos que provocó la pandemia de coronavirus y el posterior impacto en el comercio y en los precios de la energía y los alimentos de la invasión de Rusia a Ucrania. Pero esto sería insignificante en comparación con los daños globales que provocaría un conflicto masivo en el Estrecho de Taiwán, afirman funcionarios taiwaneses. Una exhaustiva investigación del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) estima que aproximadamente 2,45 billones de dólares en bienes (más de una quinta parte del comercio marítimo mundial) transitaron por ese paso en 2022.
Eso no es todo. El mayor orgullo de Taiwán es haberse convertido en una meca electrónica indispensable para el mundo gracias a su dominio de una industria crucial: los semiconductores. Es responsable de más del 60% de la producción mundial y de más del 90% de los chips más avanzados que se utilizan hoy en día en nuestros celulares, computadoras y todo tipo de aparatos tecnológicos necesarios para la vida moderna. Por lo que las cadenas de suministro globales se verían devastadas ante un conflicto.
En tanto, Taiwán, ubicado en primer puesto en Asia y el décimo lugar en el Índice de Democracia anual de The Economist, busca activamente reforzar sus alianzas internacionales y ganar mayor reconocimiento -apenas es reconocido por 12 países- presentándose como un garante de estabilidad del sistema democrático en la región frente al autoritarismo chino. A pesar de estar fuera de los principales organismos multilaterales, mantiene compromisos internacionales como emisiones netas cero para 2050 y la transición a las energías verdes.
“China ahora está utilizando su poder militar, su coerción económica y su poder cultural blando para influir en el mundo. Por lo tanto, están influyendo en toda la comunidad internacional con su totalitarismo. Son dos bandos diferentes que luchan por el futuro: uno construido por China y el otro el de los países que crean una red limpia salvaguardando el orden internacional basado en reglas”, indicó el ministro Lin Chia-lung. “Taiwán necesita al mundo y el mundo necesita a Taiwán”.
En América del Sur, Taiwán sólo cuenta con el apoyo de Paraguay, mientras que el Mercosur mira cada vez más hacia China en busca de acuerdos comerciales. Ante una consulta de LA NACION, el viceministro de Asuntos Exteriores, François Chihchung Wu afirmó que ante la creciente influencia de China, Taiwán ha decidido modificar su política exterior: “Si los países quieren seguir la política de ´una sola China´ pueden hacerlo y al mismo tiempo pueden tener una relación cercana con Taiwán. Nosotros somos una democracia; no les exigimos a nuestros aliados”, señaló.
“América del Sur considera que necesita tener relaciones con China mientras su acuerdo comercial con la Unión Europea no funciona. Pero deben tener algo en claro: aquellos países que caminan muy cerca de China luego se arrepienten. Con su ´diplomacia de la deuda´ acaban conquistando diferentes áreas de la economía de otros países, como está sucediendo con Alemania y su industria automotriz”, alertó el funcionario.
Mientras tanto, lejos de lo que uno podría esperar del otro lado del mundo, ante el hostigamiento chino la sociedad taiwanesa no teme. Mientras las calles de Taipéi están semi desérticas en horario laboral, en las noches los mercados nocturnos y los icónicos templos desbordan de locales en cualquier día de la semana. Tienen otras preocupaciones además de Pekín, como las tensiones entre el oficialismo y la oposición, un bajo salario mínimo y precios elevados de vivienda que presionan en particular a los más jóvenes, en una sociedad que el año próximo será “superenvejecida”.
“La vida cotidiana en Taiwán no se ve afectada por la amenaza de China continental. Ni los locales ni los extranjeros que vivimos acá estamos con preocupación, miedo ni ansiedad, debe ser un número muy marginal de gente al que le preocupa en el día a día. La gente de afuera piensa que es un lugar de constante peligro, pero desde acá todo se vive normal”, contó Pablo Orué, estudiante de doctorado de Relaciones Internacionales en Taipéi.