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Esto es lo que sucederá si Hillary Clinton gana

Hillary Clinton y Donald Trump tienen planes económicos muy diferentes, aunque por ahora podemos analizarlos a ambos sin grandes preocupaciones. De hecho, lo verdaderamente importante no son sus proyecciones sino lo que sucederá una vez que las elecciones acaben, el 8 de noviembre.

 

Por supuesto, eso depende de lo que pase en el Congreso. Ahora las encuestas y los analistas pronostican que el día de las elecciones los votantes elegirán como presidenta a la candidata demócrata, Hillary Clinton. Las probabilidades de que los Demócratas ganen el Senado contra los Republicanos son de 50/50, quizá un poco más altas; pero la posibilidad de que los Demócratas se hagan con la Cámara es tan solo de un 20%. Así que es más probable que los Republicanos dominen al menos una Cámara del Congreso durante los próximos dos años, lo que significa que seguiremos arrastrando el mismo gobierno dividido que hemos tenido a lo largo de los últimos seis años.

Las políticas preferidas de Clinton son muy similares a las del presidente Obama, quien desde 2011 –el año en que los republicanos se hicieron con el control de ambas cámaras del Congreso–, ha estado luchando por conseguir logros significativos. Por tanto, Clinton podría encontrar los mismos obstáculos en el Capitolio.

Sin embargo, durante la presidencia de Clinton hay un par de cosas que podrían ser diferentes. En primer lugar, se considera que Clinton es mejor negociadora que Obama, y también se muestra más abierta a trabajar con los Republicanos. En segundo lugar, los Republicanos podrían sentirse tan humillados por otro revés presidencial que es probable que cambien la estrategia obstruccionista de los últimos años y decidan que es hora de demostrarles a los votantes lo que son capaces de hacer.

Si ese es el caso, el Congreso podría aprobar ciertas leyes importantes. He aquí algunas de ellas:

Reforma del impuesto de sociedades. Clinton ha sido sorprendentemente paternalista en este asunto, a pesar de que tanto los Demócratas como los Republicanos coinciden en líneas generales con que el impuesto de sociedades del 35% que se aplica en Estados Unidos es demasiado alto; dado que se encuentra entre 10 y 20 puntos porcentuales por debajo del que se aplica en otros países desarrollados. Esa brecha es la razón principal por la cual las multinacionales estadounidenses tienen casi 2 billones de dólares en el extranjero, una suma que podría aceitar a la economía estadounidense, pero no lo hace.

El acuerdo sobre una reforma del impuesto de sociedades bajaría el tipo impositivo, eliminaría las lagunas legales que algunas empresas aprovechan para pagar menos impuestos y, probablemente, ofrecería algún tipo de ventaja fiscal para que las multinacionales ingresen parte de los beneficios que obtienen en el extranjero a la economía estadounidense, aplicando de manera temporal un tipo impositivo más bajo, que podría ser del 15%. Los planes de “participación en beneficios”, que permiten que algunas empresas inversoras puedan declarar sus ganancias como ganancias de capital –que están sujetas a una tasa impositiva más baja que la de los ingresos ordinarios–, parecen estar en peligro ya que los Demócratas los odian y a los Republicanos les resulta cada vez más difícil defenderlos. La reforma fiscal también podría incluir nuevos límites para las inversiones corporativas –como en los casos de fusión de empresas estadounidenses con compañías extranjeras para reducir los impuestos fiscales–, aunque un código más eficiente del impuesto de sociedades reduciría o eliminaría el incentivo a las inversiones.

El economista Mark Zandi, de Moody’s Analytics, sostiene que el silencio de Clinton sobre la reforma del impuesto de sociedades en realidad podría contribuir a que esta sea aprobada, ya, que el tema no ha sido politizado ni abordado demagógicamente durante la campaña. Sin embargo, cualquier esfuerzo por agilizar y simplificar los impuestos sobre la renta personal sería en vano, ya que los Demócratas exigirían un aumento de los impuestos a los ricos y los Republicanos estarían en contra.

Incremento del salario mínimo. En la actualidad, el salario mínimo federal es de 7,25 dólares, y no ha presentado incrementos desde 2009. Clinton está a favor de un salario mínimo de 12 dólares, lo cual parece poco probable. Sin embargo, un aumento a 9 dólares o algo similar podría ser plausible, sobre todo si la economía sigue fortaleciéndose, lo cual atenuaría el golpe que sentirían las empresas cuando tengan que pagarle la nómina a sus trabajadores. El hecho de que algunos estados y ciudades ya cuenten con un salario mínimo más alto que el federal también contribuye a que ese aumento no les afecte tanto.

Reforma de inmigración. En 2014 el Congreso estuvo a punto de aprobar un nuevo y extenso conjunto de leyes sobre inmigración, pero algunos Republicanos de la Cámara lo bloquearon. Si en 2016 a los Republicanos les va aún peor entre los votantes hispanos de lo que les ha ido hasta ahora, se tratará de una nueva señal de alarma que indique la necesidad de hacer algo productivo en materia de inmigración. Se espera que una de las primeras medidas busque asegurar la frontera suroeste, luego habría que determinar una vía legal para que los 11 millones de indocumentados que se estima viven en el país puedan solicitar la ciudadanía y, finalmente, habría que establecer nuevas vías para abrirles las puertas a los extranjeros que puedan contribuir a la economía de Estados Unidos, como los inversores, los empresarios o los profesionales.

La inmigración es un problema económico importante ya que el envejecimiento de la fuerza de trabajo estadounidense implica que la mano de obra disponible se reducirá, un fenómeno que suele ralentizar el crecimiento económico. Estados Unidos también necesita nuevos trabajadores que contribuyan a pagar los costes de la Seguridad Social y el Medicare de la generación de los baby boomers, quienes llevarán a la quiebra el sistema si no se reducen los gastos o no se encuentran nuevas fuentes de ingresos.

Nuevos gastos en carreteras y puentes. En los próximos cinco años Clinton planea invertir 300 mil millones de dólares en infraestructuras; gran parte de ese dinero provendría de los nuevos impuestos a los ricos. Sin embargo, es muy poco probable que se puedan aplicar esos nuevos impuestos si los Republicanos controlan la Cámara, sobre todo si Paul Ryan se postula a la presidencia en 2020, como muchos creen. No obstante, podría producirse un modesto aumento en las inversiones destinadas a la infraestructura, como resultado del acuerdo sobre la reforma del impuesto de sociedades.

Fin del sequester (el plan de ajuste de las partidas de gasto público). El año pasado se suspendieron –solo por dos años– los recortes de gastos obligatorios en la mayoría de los programas federales, que habían entrado en vigor en 2011. Así que el llamado sequester se activará de nuevo en 2017, a menos que el Congreso vote en contra. Se considera que el sequester es una medida chapucera y perjudicial para recortar el gasto, ya que no hace distinciones entre lo importante y lo secundario. Un acuerdo presupuestario nuevo y mejorado podría ponerle fin al sequester y, en el mejor de los casos, incluso podría conseguir un poco de dinero para invertir en nuevos programas de infraestructura.

Recuperación de la bolsa. La victoria de Clinton supondría una continuación del status quo, lo que no sería precisamente la mejor opción para una economía afectada por los salarios congelados y el crecimiento de la productividad. Sin embargo, podría significar una victoria a corto plazo para la bolsa de valores, dado que desaparecerían los riesgos que implican las políticas desestabilizadoras de Trump sobre el comercio y la inmigración.

La empresa de previsiones Macroeconomic Advisers advierte que la victoria de Clinton produciría un aumento del 4% del S&P 500, aunque solo fuera debido al desvanecimiento de la enorme ola de incertidumbre. De modo que los mercados dejarían de preocuparse por los resultados electorales y empezarían a centrarse en el resto de los problemas del mundo. Probablemente eso sería un alivio.

Rick Newman