Estados Unidos y la política de la insensatez


“Insensato” es una palabra bastante fuerte para describir a una persona o a un gobierno; sin embargo, transmite plenamente cómo creo que es la política exterior de Estados Unidos con respecto a Ucrania e Israel.

Estados Unidos parece haber olvidado el significado y los efectos de la invasión, del terrorismo y de cómo reaccionó a los atentados del 11 de septiembre. En aquel momento, invadir Afganistán e Irak fue una respuesta justificable para aquel país al ataque de Al Qaeda.

Aunque el resultado fue un desastre para los intereses estadounidenses, esto no se debió a la invasión de Afganistán. Más bien se debió a la irresponsable invasión de Irak y a la retirada de las fuerzas estadounidenses y de la atención del público de Afganistán, permitiendo así que los talibanes sobrevivieran para luchar un día más. Y ese día es hoy, cuando los talibanes están en el poder oprimiendo a mujeres y niñas hasta límites nunca vistos en ningún otro país.

Israel se enfrenta hoy al mismo desafío, especialmente tras el despiadado ataque furtivo de Hamás del 7 de octubre. La única forma de garantizar su seguridad es destruir a Hamás. Hamás es un culto a la muerte, prefiere la muerte de decenas de miles de palestinos al reconocimiento del derecho de Israel a existir. Como prueba, basta con ver la reacción del líder de Hamás, Ismail Haniye, cuando se enteró desde la comodidad de Catar de que tres de sus hijos y cuatro nietos habían muerto en un ataque israelí.

HAMÁS ES UN CULTO A LA MUERTE

La respuesta de Haniye a las muertes fue: “Dios nos ha agraciado con el martirio de mis hijos, nietos… mi familia ha dado 60 mártires… doy gracias a Dios por este honor… han alcanzado el más alto honor del martirio”.

Esta es la mentalidad de los dirigentes con los que un insensato Estados Unidos y otros países quieren que Israel negocie. Por desgracia, Hamás es un culto a la muerte que rinde culto al martirio y anima a los palestinos a morir en masa si es necesario para lograr sus objetivos políticos: la destrucción de Israel y, posteriormente, la eliminación de los judíos en todo el mundo.

Y, sin embargo, por la simple necesidad de tranquilizar a la izquierda demócrata y al voto musulmán, el presidente Biden pide a Israel que negocie un cese al fuego con este grupo terrorista.

Antes del 7 de octubre había un cese al fuego que Hamás rompió de la forma más cruel. Si usted fuera israelí, ¿confiaría en que Hamás respetaría un nuevo cese al fuego? ¿Confiaría en los dirigentes de Hamás que han preferido llevar a miles de gazatíes al matadero antes que devolver a los rehenes, muchos de los cuales Hamás afirma ahora que no puede encontrar?

Con respecto a Ucrania, los dirigentes estadounidenses vuelven a pecar de ingenuos en sus cálculos. Están impidiendo que Ucrania ataque a Rusia a pesar de que Rusia ha destruido gran parte de Ucrania y asesinado a decenas de miles de civiles.

ESTUDIAR LA HISTORIA ES UN EJERCICIO MUY ÚTIL

Para ello utilizan dos argumentos ridículos. En primer lugar, dicen que esto desatará una escalada por parte de los rusos. ¿Escalada de qué? Rusia ya ha destruido gran parte de la infraestructura de Ucrania.

Si se estudia la historia (y esto siempre es un ejercicio muy útil), se puede observar que el 7 de marzo de 1936 las tropas alemanas volvieron a ocupar Renania, una zona desmilitarizada según el Tratado de Versalles. Esta acción iba directamente en contra de las condiciones que Alemania había aceptado tras la Primera Guerra Mundial. Este movimiento, en términos de relaciones exteriores, sumió en la confusión a los aliados europeos, especialmente Francia y Gran Bretaña. Su reacción final: ninguna.

Esto envalentonó a Hitler, que rearmó a Alemania y presionó para apoderarse de la región de los Sudetes en Checoslovaquia. Una vez más, Occidente capituló ante Hitler y en Múnich, en 1938, firmó la sentencia de muerte de Checoslovaquia.

Nada envalentona más a un dictador que darse cuenta de que puede salirse con la suya. Y el presidente ruso Putin quiere tener toda Europa Central y Oriental bajo su control y está dispuesto a conseguirlo, desgraciadamente, en este caso, con la ayuda de un insensato Estados Unidos. El único amortiguador que protege a Occidente es Ucrania, que libra una guerra para defender al resto de Europa de caer en los planes de Putin.

La segunda razón que dan los funcionarios estadounidenses para impedir que Ucrania dañe la infraestructura rusa es que esto aumentará el precio mundial del petróleo. Esto recuerda la decisión de Estados Unidos de mantenerse al margen de la Segunda Guerra Mundial en 1939 para preservar su comercio con la Alemania nazi a pesar de conocer la naturaleza del régimen de Hitler.

ESTADOS UNIDOS ES UN PAÍS INSENSATO

Ucrania está luchando por su propia supervivencia. Pedirle que lo haga con las dos manos atadas a la espalda raya en lo criminal. Una vez más, Estados Unidos está enterrando la cabeza en la arena con su política exterior.

No creo que Putin se arriesgue a una guerra nuclear con Occidente si la situación se complicara. Pero seguirá adelante con sus planes expansionistas si no encuentra resistencia en Occidente, sobre todo de Estados Unidos, que va muy por detrás de sus aliados europeos a la hora de trazar una línea roja.

Francia, Holanda y la República Checa piden que se detenga a Putin y aumentan su apoyo a Kiev. Pero nada puede sustituir a las armas, la tecnología y el apoyo estadounidenses. En estos dos casos, Estados Unidos está siguiendo un rumbo peligroso no solo para los estadounidenses, sino para la paz mundial.

Sin embargo, este no es el peor escenario posible. Si el títere de Putin, Donald Trump, gana en noviembre, Ucrania será arrojada a los lobos, al igual que la OTAN. Putin logrará sus sueños sin costo alguno para Rusia.

Dicho esto, también es justo preguntarse por qué Putin necesita a Trump cuando Biden y los demócratas están reaccionando de esta manera. Para Estados Unidos, el tiempo es esencial. Si Ucrania cae, todos estaremos en graves problemas. N

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Eduardo del Buey es diplomático, internacionalista, catedrático y experto en comunicaciones internacionales. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.

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