Los dos Estados Unidos de la COVID-19

El impacto tan diferente de la COVID-19 en los jóvenes y en los ancianos ha sido una de las características definitorias del virus. Suele ser una enfermedad leve para los niños y los adultos jóvenes, pero con frecuencia se torna grave para los ancianos. Más de tres cuartas partes de todas las muertes por COVID-19 en Estados Unidos se han producido entre personas de 65 años o más.

Teniendo en cuenta estos patrones, resulta lógico pensar que los estadounidenses de edad avanzada le temen más a la COVID-19 que los más jóvenes. Sin embargo, no es así.

Esa es una de las sorprendentes conclusiones de un nuevo sondeo realizado por Morning Consult, una empresa de investigaciones de mercado: las personas de mayor edad y los jóvenes manifiestan una preocupación similar por el riesgo personal que supone la COVID-19. Según algunas mediciones, los jóvenes, de hecho, están más preocupados.

La explicación más factible de este patrón es la ideología política. En este momento, los estadounidenses de mayor edad, como grupo, se inclinan hacia la derecha, mientras que las generaciones más jóvenes tienden a ser de izquierda. Y ningún otro factor influye tanto en las actitudes hacia la COVID-19 como la ideología política, según muestra la encuesta.

En la mayoría de los grupos demográficos, los estadounidenses tienen actitudes muy similares hacia la COVID-19. Esto aplica no solo en el caso de los jóvenes y los mayores, sino también en el de los hombres y las mujeres, así como los ricos, la clase media y los pobres. En cambio, la diferencia partidista es enorme.

Muchos demócratas dicen sentirse inseguros en sus comunidades, les preocupa enfermar de COVID-19 y creen que el virus supone un riesgo importante para sus hijos, padres y amigos. Los republicanos están menos preocupados por esas cuestiones.

¿Quién tiene razón? No hay una respuesta única a esta pregunta, porque cada persona tiene una actitud distinta ante el riesgo. Un riesgo aceptable para alguien (como, por ejemplo, conducir en una tormenta de nieve o nadar en el océano) puede ser inaceptable para otra. Ninguno es necesariamente malo.

Pero los resultados de la encuesta sugieren que los estadounidenses han adoptado al menos algunas creencias irracionales en lo que respecta a la COVID-19. En un Estados Unidos tan polarizado, muchas personas parecen permitir que el partidismo influya en sus creencias y, a veces, que esté por encima de las pruebas científicas.

Millones de electores republicanos han decidido que restarle importancia al coronavirus es fundamental para su identidad como conservadores, incluso cuando su escepticismo sobre las vacunas significa que el virus está matando a muchos más republicanos que demócratas.

Millones de demócratas han decidido que dejar que su vida gire en torno a la COVID-19 es fundamental para su identidad como progresistas, aun cuando el aislamiento y la disrupción que causa la pandemia dan lugar a problemas de salud mental, sobredosis de drogas, delitos violentos, así como al aumento de la presión arterial y la creciente desigualdad educativa. Como tuiteó el año pasado David Hogg, un activista que lucha para que haya control sobre las armas de fuego: “La molestia de tener que usar cubrebocas vale mucho la pena por el solo hecho de que la gente no piense que soy conservador”.

No me vacuno y no me importa

Las vacunas contra la COVID19 son muy eficaces para prevenir que la gente enferme de gravedad. Si estás vacunado, tus posibilidades de enfermar de manera grave son muy bajas. Incluso entre las personas de 65 años o más, la combinación de la eficacia de las vacunas y la relativamente poca gravedad de la variante ómicron significa que la enfermedad que provoca el coronavirus parece presentar ahora menos peligro que una gripe normal.

Sin embargo, para los no vacunados, la COVID-19 es peor que cualquier otro virus común. Esta enfermedad ha cobrado la vida de más de 865.000 estadounidenses, la gran mayoría sin vacunar. En las semanas anteriores a que las vacunas estuvieran ampliamente disponibles, la COVID-19 era la principal causa de muerte en el país, por encima incluso del cáncer y las enfermedades cardiacas.

La mayoría de quienes ya recibieron la vacuna de refuerzo dicen estar preocupados por enfermar de COVID-19. En realidad, para la mayoría de ellos, manejar representa más peligro que el virus.

En cambio, la mayoría de los no vacunados afirman no estar preocupados en especial. La forma más cruda y triste de entender la irracionalidad de esta opinión es escuchar el lamento de las personas no vacunadas que enfermaron de gravedad o que han visto morir a sus familiares a causa de la COVID-19.

“No hay nada que importe más que nuestras libertades en este momento”, dijo una fiscal de California en una manifestación antivacunas en diciembre; murió de COVID-19 este mes.

Niños en crisis

Sé que los demócratas creen que su estrategia —el énfasis en minimizar todos los riesgos posibles de contraer COVID-19— tiene pocos inconvenientes. Sin embargo, los resultados de la encuesta ponen en duda ese argumento.

Una cuestión en la que concuerdan los demócratas y los republicanos es la preocupación generalizada de que las afectaciones derivadas de la pandemia son nocivas para los niños.

Además, la preocupación de la gente está justificada. Tres grupos médicos —que incluyen pediatras, psiquiatras y hospitales infantiles— declararon hace poco “una emergencia nacional en la salud mental de niños y adolescentes”. Los peores efectos se han visto entre los niños latinos y de color, así como en los niños de escuelas con altos índices de pobreza.

En cuanto a la COVID, ambas tribus políticas parecen tener dificultades para leer la evidencia con objetividad. En consecuencia, el país está sufriendo miles de muertes evitables semana tras semana, mientras que acepta una crisis de aislamiento evitable que está siendo sobre todo difícil para los niños.

© 2022 The New York Times Company