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Unas esponjas marinas de hace 890 millones de años podrían ser el primer animal que habitó la Tierra

Elizabeth C. Turner/ Nature
Elizabeth C. Turner/ Nature

Unas esponjas marinas emparentadas con las que se usan en la ducha podrían ser los primeros animales que habitaron la Tierra. En una investigación publicada en la prestigiosa revista Nature datan los restos hallados en unas montañas del noroeste de Canadá en unos 890 millones de años. Esto supone anticipar la aparición de los metazoos (reino Animalia) en 350 millones. El hallazgo es cuestionado por unos, pero apoyado por otros.

La investigadora de la Universidad Laurentiana Elizabeth Turner lleva casi 30 años estudiando capas y capas de las Montañas Mackenzie, en el noroeste americano. Ahora están a casi 3000 metros de altura, pero durante millones de años estuvieron debajo del mar. Su mayor interés lo ha puesto en la zona llamada Little Dal. Con un grosor de 500 metros y una decena de kilómetros de diámetro, lo que hoy parece piedra, eran en realidad unos arrecifes formados por calcimicrobios, microorganismos calcáreos fosilizados. Entonces, toda la vida que había en la Tierra eran microbios como estos y algas microscópicas.

Ahora, en los márgenes de estos arrecifes, Turner ha encontrado otro material fosilizado con una estructura que no le cuadraba con las bacterias y sí con otra nueva forma de vida. “No son como los habituales fósiles que uno podría ver en un museo, como conchas y exoesqueletos; no son partes duras mineralizadas creadas por los animales durante su vida. Al contrario, lo que se conserva son pequeñas masas que contienen una red microscópica de pequeños túbulos que se unen entre sí [anastomosis]. Es la complejidad de la malla tridimensional lo que resulta tan inusual y complejo para rocas de esa edad”, dice.

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“El patrón de ramificación y reunión de esta red es bastante distintivo: es diferente a los tipos de ramificación conocidos de otros tipos de organismos que podrían haber estado presentes, como bacterias, algas e incluso hongos. Pero es casi idéntico a las mallas que se han descrito de fósiles de esponjas más recientes y a los esqueletos esponjosos de las demosponjas actuales”, añade.

Hay un elevado consenso científico sobre las esponjas marinas (poríferos) como los primeros animales que habitaron la Tierra. Como lo hay al considerarlas los ancestros de toda las formas de vida que hoy forman el reino Animalia, desde peces hasta aves, pasando por mamíferos, moluscos o reptiles. Pero no aparecen en el registro fósil hasta hace unos 540 millones de años. Así que el hallazgo de Turner implicaría retrasar el reloj de la emergencia animal en 350 millones de años, hasta la era neoproterozoica.

Interpretación controvertida

Pero la cosa no es tan sencilla. Lo recuerda Martin Dohrmann, biólogo evolutivo de la Universidad de Munich, en Alemania, cuando dice que “la interpretación de estas estructuras como esponjas es ciertamente controvertida y no será universalmente aceptada por la comunidad científica”. Pero de lograrlo, “también significaría que el antepasado de todos los animales modernos tenía una anatomía muy similar a una demosponja queratosa, lo que de hecho sería un hallazgo verdaderamente notable”, añade Dohrmann, para el que esto supondría que las demosponjas modernas “podrían considerarse como una especie de fósiles vivientes”. Sin embargo, el científico alemán insiste en que habría que descubrir “más y mejor conservadas estructuras como estas en diferentes localizaciones y estratos neoproterozoicos para determinar sus verdaderas afinidades”.

Aún más dudas tiene el biólogo de la Universidad de Lausana (Suiza) Jonathan B Antcliffe, cuya carrera científica está centrada en la aparición y evolución de las esponjas. “Su interpretación es incorrecta. Se trata de microbialitos [acumulación de material microbiano mineralizada y petrificada]. No ha demostrado ninguna de las características diferenciales de las esponjas. Y estos fósiles son tubos sin rasgos distintivos. Cualquier forma de vida puede hacer tubos sin características distintivas”, opina. “Los fósiles se encontraron con muchos fósiles microbianos, así que probablemente también lo sean”, añade. Entre esos detalles que echa en falta Antcliffe están la ausencia de espículas, como pinchos o ramitas que destacan de la estructura o huellas de los característicos poros de las esponjas.

A favor de las conclusiones de la investigación publicada en Nature está el investigador de la Universidad de Gotinga (Alemania) Joachim Reitner. Este geobiólogo se ha especializado en estudiar los microbialitos, como es el caso de los arrecifes de Little Dal. Reitner, que ha revisado el artículo de la científica canadiense antes de su publicación, está convencido de que “lo que ha encontrado Liz Turner son restos de esponjas keratosas”. Y añade: “Necesitaría todo un artículo científico para recoger todos los argumentos que me hacen creer que se trata de restos de demoesponjas”.

Así que la clave de la polémica no está en la datación, que es correcta, sino en saber si esas marcas de unas pocas micras fosilizadas son de las primeras esponjas. La propia Turner es muy prudente y reconoce tener sus propias dudas: “Sí, es posible que haya otra explicación, algo desconocido, que aún no hemos encontrado, así que no quiero dar a entender que esta es la última palabra. Pero creo que la similitud realmente sorprendente de la malla de 890 millones de años con la de los fósiles de esponja más recientes y las esponjas modernas es una analogía convincente”. Y concluye: “Mi propósito ahora que finalmente estaba lista para presentar este material era ofrecer una nueva perspectiva posiblemente interesante y posiblemente importante sobre la cuestión de la evolución inicial de los animales; ahora le toca a la comunidad científica discutir”.