Entre la espada y la pared: la transición energética como consumidor en México con monopolios ineficientes

En 2022, Naturgy me dejó tres semanas sin gas. Trabajando en el sector de energías renovables, sabía lo que debía hacer: terminar el contrato de gas y conseguir tanto estufa como boiler eléctricos. Esa es la receta que escribimos en todos los reportes del sector. Dejar de utilizar energías fósiles y “electrificar” cuando sea posible, promoviendo la generación de electricidad a través de energías limpias. Pero dejar de lidiar con Naturgy, un monopolio privado, significaría batallar con la CFE, uno público. El que Naturgy tenga el peor servicio al cliente que uno pueda imaginar debería ser un acelerador de la transición energética. Lamentablemente, existe una fuerza que contrarresta severamente. La CFE está muy lejos de ser “una empresa de clase mundial” y su burocracia desalienta cualquier interacción con ella. Esto frena la voluntad de dejar de utilizar gas en alguien con la intención de hacerlo; incluso más, en la población con menor o nula preocupación sobre la matriz energética.

Mi experiencia con Naturgy fue más allá de horrenda y por lo que pude investigar, no atípica. Estando fuera del país, la vigilancia de mi edificio me reportó una fuga de gas. Hablé de inmediato a Naturgy para que la revisaran. El técnico llegó, pero indicó que la fuga era después del medidor y por lo tanto, no de su responsabilidad. Cortó el servicio y se fue. De nuevo, desde el extranjero, logré contratar un plomero que reparó la fuga ese mismo día. Volví a hablar a Naturgy, quien me pidió hacer un “pago por re-conexión”, el cual hice de manera inmediata, y esperar 24 horas a que se restableciera el servicio.

Esas 24 horas resultaron ser tres semanas. Tres semanas sin servicio de gas en el año 2022. Llamé diariamente y envié mensajes por Twitter que no resolvieron nada. Envié una queja a su canal de atención a clientes para obtener algún tipo de compensación, la cual, sin sorpresa alguna, no procedió. Metí dos quejas en la PROFECO, con poca esperanza. De hecho, una de ellas fue agregar mi caso a una demanda colectiva. Como era de esperarse, jamás escuché de vuelta de la PROFECO -pero la falta de estado de derecho y la debilidad de instituciones en México son temas que van más allá de este artículo-.

A la par de mis quejas y denuncias, comencé a investigar los pasos para electrificar el departamento. Resulta que la mayoría de estufas eléctricas son de 220 voltios (V), pero la mayoría de las conexiones residenciales en la Ciudad de México son de 127V. Entrando en más tecnicismos, casi todos los departamentos tienen una conexión monofásica, ya que consumen alrededor de 4 y 5 kilowatts (kW). Tomando ese punto de partida, cada quemador de una estufa eléctrica consume alrededor de 1.2kW, por lo que una estufa con cuatro quemadores duplicaría el consumo y requeriría por lo menos una conexión bifásica (entre 5 y 10kW). Una estufa con seis quemadores más un boiler eléctrico seguramente pasarían los 10kW de consumo, para los que la CFE otorga una conexión trifásica.

En todo caso, cambiar la estufa y boiler por unos eléctricos implica pedir a la CFE un aumento de carga y cambiar la conexión monofásica a una bifásica, por lo menos. En el mejor escenario, no habría que cambiar el transformador de la CFE, pero este bien podría ser el caso si todo el edificio optara para electrificar los departamentos. A todo esto, uno debe contratar a un electricista no solo para preparar las conexiones y re-cablear el tramo del departamento a la acometida; también para hacer un cálculo de consumo en kW que servirá para el trámite con la CFE. Para el trámite con la CFE, se suele contratar a un gestor. Así me lo dijo mi buen amigo Adrián, quien siendo dueño de una empresa de instalaciones eléctricas, no le dedica su tiempo ni energía a la burocracia de la CFE -pero sí a ayudarme a confirmar toda la información del párrafo anterior.

Evidentemente, todo lo anterior es extremadamente complicado. Enfrentando esta complejidad, sobre la cual debo admitir que los profesionistas del sector pocas veces escribimos, me convencí que es racional evitar a la CFE y rezar por no tener otra fuga ni interacción con Naturgy. A fin de cuentas, no solo soy un promotor ávido de transiciones energéticas. También, y quizá antes, soy un ciudadano que aborrece la burocracia. Y no soy el único. Cuando mis papás decidieron actualizar su estufa, también propuse una eléctrica. Argumenté que todo el proceso sería más fácil en una casa, a diferencia de un departamento, y con ellos siendo consumidores de gas LP, en lugar de natural. Sin embargo, cuando el nombre de la CFE entró a la conversación, ellos también decidieron evitarla. Su nueva estufa de gas está muy bonita y seguro durará unos 40 años como la anterior, lo cual va totalmente en contra de la receta que hemos escrito para alcanzar las metas de cero emisiones en 2050.

Así, con estas dos experiencias, he pasado bastante tiempo pensando en qué políticas serían las adecuadas para minimizar burocracia y acelerar la transición entre ciudadanos que se preocupan por el cambio climático (yo) y los que no tanto (mis papás, entre muchos más). Después de varios meses, llegué a la conclusión que la política más efectiva sería volver al y expandir el modelo de mercado eléctrico propuesto por las reformas del gobierno federal anterior. Lo explico.

Con una CFE de clase mundial, rescindir de servicios de gas sería atractivo. Pero para que la CFE sea una empresa de clase mundial, necesita estar expuesta a competencia. En un mercado competitivo en la comercialización de electricidad -tanto en suministro básico como para usuarios “calificados”, como previsto en las reformas eléctricas de la administración anterior-, nacería una o varias empresas que identificarían la oportunidad de negocio de simplificar todo el proceso descrito arriba. Al fin y al cabo, el objetivo de una empresa comercializadora de electricidad sería que yo consumiera electricidad en lugar de gas y haría lo posible por conseguirme como cliente. No solo se encargaría de los estudios, cableados, conexiones y permisos con la CFE (que mantendría el monopolio en distribución), quizá incluso tendrían un programa que me ayudaría a disponer u obtener algo por la estufa y boiler de gas que aún funcionan perfectamente -una preocupación en la que pensé, pero no llegué a desarrollar por cortar el proceso-. Yo no sería el único que optaría por esta nueva empresa. Enfrentando pérdida de clientes, la CFE (comercializador de suministro básico) se vería obligada a mejorar sus servicios y disminuir su burocracia, mientras que los competidores tendrían que mantener altos estándares para retener a sus clientes nuevos. Todos nos beneficiaríamos. Además, asumiendo que una dinámica similar sucedería en el sector de generación, donde las energías renovables son cada vez más baratas que las fósiles, incluyendo el gas, daríamos un paso importante hacia un México más limpio.

La primera crítica a esta propuesta será que es un sueño neoliberal. De acuerdo; los mercados rara vez encuentran un equilibrio -sobre todo en lo social- y habrán muchos baches en el camino para que lo anterior funcione como diseñado. Pero en todo caso, es una mejor propuesta que la realidad de una CFE altamente endeudada y con servicios deficientes. Mi esposa estadounidense me tomó de loco cuando compré supresores de pico para todos los aparatos, hasta que vio cómo fluctúa el voltaje durante el día y una descarga eléctrica descompuso la licuadora que neciamente no conectó al supresor de picos. El modelo de mercado competitivo, donde idealmente podamos elegir la empresa que más nos convenga, es una mejor alternativa al que se ejerce actualmente en la práctica (afortunadamente no han logrado cambiar la legislación): un modelo verticalmente integrado, correspondiente al siglo anterior, y políticamente influenciado -con la Comisión Reguladora de Energía (CRE), por ejemplo, otorgando nulos permisos para nuevos comercializadores de electricidad-. Este modelo anticuado está retrasando la transición energética a nivel residencial, comercial e industrial en el país.

En 2024 tendremos la oportunidad por votar por un México más competitivo, limpio y alineado a los esfuerzos internacionales en la lucha contra el cambio climático. Ojalá, también por un México con instituciones y reguladores fuertes, que, algún día, le ordenen a Naturgy a compensarme por haberme dejado tres semanas sin gas en 2022.

* Carlos Guadarrama (@ca_guadarrama) es un experto internacional en política energética. Se especializa en el diseño y análisis de políticas para energías renovables y para transiciones energéticas justas e inclusivas. Ha enfocado su trabajo en África, Asia y Latinoamérica, desde organizaciones internacionales como en Banco Mundial y la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA, por sus siglas en inglés). Su opinión no necesariamente refleja la de los organismos donde ha trabajado. Es egresado del ITAM y de Harvard.