Un esfuerzo de ciudad en ciudad para convencer a los estadounidenses sobre la energía renovable

Brendan Burton de Ospur, Illinois, un trabajador metalúrgico y agricultor, recibe con beneplácito la idea de la granja eólica y los empleos que traería al área. (Mustafa Hussain/The New York Times)
Brendan Burton de Ospur, Illinois, un trabajador metalúrgico y agricultor, recibe con beneplácito la idea de la granja eólica y los empleos que traería al área. (Mustafa Hussain/The New York Times)

MONTICELLO, Illinois — Valores de propiedad a la baja. Sombras que aparecen y desaparecen. Caída de hielo. Uno a uno, un valuador de bienes raíces enumeró con rapidez los que consideraba como efectos nocivos de las granjas eólicas mientras una multitud en una comunidad agrícola en el centro de Illinois prestaba atención a cada una de sus palabras.

Era la décima noche de audiencias de la junta de zonificación del condado de Piatt, en las que una ciudad diminuta debatía los méritos de una granja eólica industrial que se propuso para erigir docenas de turbinas enormes en los campos cercanos de soya y maíz. Se tenían programadas nueve audiencias más.

Kayla Gallagher, una ganadera que vive cerca y se opone al proyecto, comentó: “Es doloroso. Nadie quiere estar aquí”.

En la lucha contra el calentamiento global, el gobierno federal está destinando una cifra récord de 370.000 millones de dólares a energías limpias, el presidente Joe Biden desea que el 100 por ciento de la electricidad de la nación sea libre de carbono para 2035 y muchos estados y compañías de servicios públicos planean aumentar su uso de electricidad proveniente de fuentes eólicas y solares.

No obstante, aunque los creadores de políticas fijen metas nobles, el futuro de la red eléctrica estadounidense en realidad se decidirá en los ayuntamientos municipales, las cortes de los condados y los edificios comunitarios de todo el país.

Según un análisis realizado por el Laboratorio Nacional de Energías Renovables, Estados Unidos necesitaría construir más de 6000 proyectos como el de Monticello para operar la economía con base en energía solar, eólica, nuclear o de otros tipos no contaminantes.

En el condado de Piatt, con una población de 16.000 habitantes, el proyecto a tratar es Goose Creek Wind, propuesto por Apex Clean Energy, una empresa desarrolladora de granjas eólicas y solares con sede en Virginia. Apex pasó años negociando contratos de arrendamiento con 151 terratenientes locales e intentando convencer a la comunidad, con donaciones a la organización juvenil 4-H y a un centro de salud mental.

Braxton Bragg de Mansfield, Illinois, apoya la granja eólica propuesta por Apex, en parte porque ganaría 50.000 dólares al año por el uso de su propiedad. (Mustafa Hussain/The New York Times)
Braxton Bragg de Mansfield, Illinois, apoya la granja eólica propuesta por Apex, en parte porque ganaría 50.000 dólares al año por el uso de su propiedad. (Mustafa Hussain/The New York Times)

Ahora, trataba de persuadir a la junta de zonificación, la cual enviará una recomendación al concejo del condado que tomará una decisión final sobre si Apex puede proceder. Si se completa su construcción, las turbinas, cada una de más de 185 metros, abarcarían más de 13.700 hectáreas de tierras agrícolas.

Se espera que el proyecto de 500 millones de dólares genere 300 megavatios, suficiente para brindar electricidad a alrededor de 100.000 hogares. Sin embargo, con más y más proyectos de energía renovable en construcción en todo Estados Unidos, la resistencia está creciendo.

El día de la elección el mes pasado, Apex vio cómo sus esfuerzos para desarrollar una granja eólica en Ohio se evaporaron cuando una mayoría abrumadora de electores en el condado de Crawford votaron para ratificar un veto a tales proyectos. El mismo día, votantes en Míchigan rechazaron ordenanzas que habrían permitido la construcción de otro proyecto eólico de Apex. Este mes, funcionarios en el condado de Monroe, en Míchigan, ampliaron una moratoria temporal para proyectos industriales solares, lo que retrasa los planes de Apex de desarrollar una granja solar en el área.

En el condado de Piatt, la junta de zonificación decidió realizar un tipo de juicio falso. Durante las nueve primeras audiencias, Apex y sus testigos buscaron probar que los valores de las propiedades no descenderían y que otras inquietudes sobre las granjas eólicas (que son feas, que matan aves o que el sonido de baja frecuencia que emiten puede afectar la salud humana de forma adversa) no eran problemas importantes.

La compañía logró convencer a algunos. Meg Miner, de 61 años, decidió apoyar a Apex tras considerar cómo el proyecto ayudaría a combatir el cambio climático.

No obstante, a otros les preocupaban todos los problemas que el valuador de bienes raíces mencionó y más. Sandy Coyle, quien se opuso al proyecto, dijo: “Me mudé aquí por la naturaleza, los árboles, los cultivos. No me interesa vivir cerca de una granja eólica industrial”.

Justo en medio del área donde Apex quiere erigir sus turbinas, se encuentra la granja de la familia Bragg, una parcela de apenas 607 hectáreas.

Braxton Bragg, de 40 años, quien se crio ahí y regresó tras breves periodos en el Cuerpo de Paz, apoya el proyecto. Está preocupado por el cambio climático, pero su respaldo a lo eólico se reduce a la economía. Bragg ha aceptado permitir que Apex ubique una de sus turbinas en su propiedad y espera ganar alrededor de 50.000 dólares al año si se construye.

Bragg mencionó: “No va a salvar a la granja ni permitir que me retire, pero es bueno tan solo saber que se tiene ese ingreso fijo cada año”.

A unos cuantos kilómetros de ahí, se ubica la granja Gallagher. Como Bragg, Gallagher, de 34 años, cree en el cambio climático. Sin embargo, ella se opone al proyecto. La siembra aérea de cultivos de cobertura costará más con las turbinas eólicas cercanas y le dificultará la agricultura sostenible. El uso de equipo pesado para instalar las turbinas puede afectar los patrones de drenaje en las tierras agrícolas y Gallagher cree que su granja se verá afectada.

Se suma a su frustración el hecho de que alrededor del 70 por ciento de los propietarios de tierras que han aceptado dejar que Apex ponga turbinas en su propiedad viven fuera del condado de Piatt.

Más que nada, Gallagher teme que las turbinas eólicas, que vería desde su pórtico delantero, irrumpan en la tierra bucólica que ama. En las horas previas al amanecer, sale a caminar y escucha los grillos; le preocupa que estos sean ahogados por el zumbido constante de las turbinas.

Gallagher expresó: “Todos queremos lo que es bueno para la sociedad, pero parece que viene a costa de nuestra vida cotidiana”.

Otra noche fría de diciembre, al inicio de la décima primera audiencia del proyecto Goose Creek Wind en el edificio comunitario de Monticello, Phil Luetkehans, un abogado contratado por quienes se oponen al proyecto, llamó a más testigos, incluyendo a un audiólogo, quien habló sobre los que aseguró eran los efectos adversos para la salud de las turbinas eólicas. Un abogado que representa a Apex realizó una interrogación cruzada y la audiencia se prolongó durante más de cuatro horas.

Entre los asistentes a la audiencia estaba Michael Beem, un miembro recién electo del concejo del condado de Piatt, el cual al final decidirá si Apex puede construir su granja eólica.

Beem concluyó: “Sin importar qué decisión tomemos, la gente estará furiosa”.

© 2022 The New York Times Company