Escuchar las voces de la calle: reabrirán albergue dedicado a personas LGBT de CDMX

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Hace tres años, Victoria Sámano abrió las puertas de su hogar para dar refugio a trabajadoras sexuales y personas de la comunidad LGBT que quedaron en situación de calle durante la pandemia de covid-19. Su departamento se convirtió en albergue que dio paso al proyecto Lleca-Escuchando la calle, que sobrevivió con recursos obtenidos mediante donativos, hasta que en enero de 2023 no hubo dinero suficiente para su operación y tuvo que cerrar.

“Empezamos a apoyar a algunas trabajadoras sexuales que habían quedado en situación de calle cuando el gobierno de la Ciudad de México decidió cerrar los hoteles por la pandemia. Con este trabajo comenzó Lleca, proyecto con el que conocimos la problemática que viven las personas de la diversidad en esta condición, para poderlos atender, porque en los albergues públicos no están capacitados ni sensibilizados”, explica Victoria.

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Sin embargo, “todo salía de mi bolsillo y de los recursos de las personas que estábamos trabajando como voluntarias en la colectiva, lo que se volvió insostenible, porque era insuficiente, y decidimos cerrar”.

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Victoria Sámano, fundadora de Llega. Foto: Lizeth Ovando | @nosoychambelans.

Aún con este cierre, la colectiva continuó apoyando a las poblaciones callejeras LGBT y trabajadoras sexuales, con recorridos por algunas zonas de la ciudad para repartir toallas sanitarias, condones y brindar información a quienes viven y trabajan en calle sobre prevención y tratamiento de algunas infecciones de transmisión sexual, además de que lograron constituirse como asociación civil.

Gracias a que formalizaron el colectivo como asociación civil, Victoria consiguió un convenio de colaboración con las autoridades encargadas de los albergues del gobierno, además de que se preparan para la reapertura del refugio de Lleca, con el apoyo de una persona que conoció su trabajo en una brigada y les ofreció un espacio para restablecer su servicio de alojamiento en la Ciudad de México.

“La verdad nunca me imaginé que este proyecto iba a llegar a un punto en el que hubieran más personas involucradas, que íbamos a formar un equipo y que tendríamos un espacio así de grande. A lo largo del proceso hemos aprendido muchísimas cosas”, agrega Sámano, quien actualmente trabaja en la rehabilitación de un nuevo lugar en el que esperan alojar a 10 personas.

Una vez que las personas LGBT hayan pasado algunas semanas en Lleca y decidan que quieren comenzar con un proceso para salir de la calle –algunos no tienen intención de dejar de pertenecer a poblaciones callejeras–, serán canalizadas un albergue transitorio del gobierno capitalino, donde se les apoyará con diversos servicios y capacitaciones para lograr su objetivo.

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Acompañar sin victimizar a población LGBT en situación de calle

María Elena, psicóloga de la colectiva, explica que el trato con los usuarios de los servicios de Lleca debe tomar en cuenta “todas las intersecciones que les atraviesan, como el consumo problemático de sustancias, el trabajo sexual y los contextos violentos a los que se enfrentan por ser parte de la población LGBT“.

Es por eso que “el acompañamiento terapéutico que hacemos en Lleca, de manera individual y grupal, es amigable con todas estas situaciones, sin victimizar, criminalizar o patologizar a esta población, porque es algo que hemos escuchado en varias experiencias de los usuarios, que nos dicen que han estado en otros espacios donde intentan que cambien radicalmente sus vidas, de maneras violentas y sin tomar en cuenta que muchos de ellos llevan años en situación de calle“, comenta la psicóloga.

“Yo llegué a Lleca porque me pareció muy bueno el trabajo que estaba haciendo Victoria, la conocí por un tuit que se hizo viral sobre el tema de VIH en poblaciones callejeras, le mandé un mensaje y le dije que deberíamos hacer algo en conjunto y pues ahora estamos aquí, tratando de hacer nuevas cosas”, agrega María Elena.

Al día de hoy, el equipo de Lleca-Escuchando la calle está integrado por seis personas, además de algunos voluntarios que los acompañan en sus distintas actividades.

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María Elena se encarga del apoyo psicológico en el albergue. Foto: Lizeth Ovando | @nosoychambelans.

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“Estoy aquí porque quiero recuperar mi vida”: la importancia de conocer (y trabajar) la violencia contra personas LGBT

Ivonne tiene 18 años, de los cuales ha pasado cinco viviendo intermitentemente en la calle. Salió de su casa, en Chiapas, cuando era adolescente, “porque mis papás no me aceptaron como era”, por ser una mujer trans, y desde entonces ha sobrevivido realizando trabajo sexual en ambientes de violencia que, lo que la llevó a consumir drogas.

De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual y de Género (ENDISEG), elaborada por el Inegi, en México hay 5 millones de personas LGBT mayores de 15 años, de las cuales el 16% recibieron una respuesta de molestia, ofensa o agresiones por parte de sus padres al informarles sobre su orientación sexual, y el 9.8% fueron obligados a asistir con médicos, psicólogos o autoridades religiosas “con el fin de corregirles”.

El 26.1% de las personas de la diversidad sexual que fueron encuestadas señalaron que alguna vez han intentado suicidarse, y 14.2% han intentado hacerlo, principalmente, por problemas familiares y de pareja (57.2%), en la escuela (20.3%) y de salud (19.1%). En el 14% de los casos, la causa de querer terminar con su vida fue por su orientación sexual o identidad de género.

En el caso de Ivonne, vivir violencia en su hogar la llevó a preferir salir a las calles. “Empecé a vivir en hoteles, a tomar todos los días, después me empecé a drogar”.

Sin embargo, actualmente se queda en el albergue San Miguel, de la Secretaría de Bienestar e Inclusión Social (SIBISO) –con el que colabora la asociación Lleca y único del sistema del gobierno capacitado para atender población LGBT–. “Estoy aquí, porque quiero recuperar mi vida y ser la misma de antes“, expresa.

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La joven conoció en las calles a Victoria Sámano, hicieron amistad y vivió un tiempo en su departamento, hasta que ese refugio cerró, pero en vez de volver a dormir en hoteles, Ivonne aceptó la propuesta de quedarse en el albergue San Miguel.

“Victoria me trajo aquí,  porque yo ya no podía más estar en la calle, porque me da depresión y tomo mucho alcohol. Aquí me están ayudando mucho, estoy super agradecida porque aquí me voy a recuperar”, comenta.

En el albergue San Miguel, Ivonne no solo encontró un techo libre de discriminación, sino también un espacio que le brinda atención médica, psicológica, de preparación para la búsqueda de empleo y talleres de arte, en donde aprende canto, aunque también hay otras opciones, como clases de costura, de box y manualidades. 

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Dentro del albergue hay espacios para diferentes actividades, incluyendo clases de box. Foto: Lizeth Ovando | @nosoychambelans.

“Me están ayudando a hacer una vida bien, una vida normal, a realizar mis sueños, porque siempre me ha gustado bailar y cantar, es algo que hubiera querido hacer de niña, y ahora lo estoy haciendo. Quiero olvidarme de las drogas, desintoxicarme de la calle y trabajar, para después poder irme a otro lado”, dice con una sonrisa.

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De la calle al trabajo en el albergue

Carlos, de 36 años, es otro de los usuarios del albergue San Miguel que pertenece a la población LGBT. Pasó una década viviendo en la calle, pero ahora no solo cuenta con un techo, sino que logró vincularse laboralmente con Lleca, y ahora apoya a personas que habitan en espacios públicos.

Él cuenta que conoció el proyecto de Lleca al ser usuario de la Clínica Condesa, y decidió sumarse a sus brigadas como parte de los trabajos temporales que se ofrecen dentro del albergue San Miguel: “me hace sentir útil, integrado, esperanzado y orgulloso, que puedo ayudar a mi comunidad de forma activa”.

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Carlos pasó una década viviendo en situación de calle, pero ahora es voluntario en Lleca. Foto: Lizeth Ovando | @nosoychambelans.

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Adolfo, de 29 años, es otro de los usuarios del albergue que, como Carlos, trabaja en Lleca. Llegó a este espacio después de vivir una situación de violencia, en la que recibió apoyo por parte de Victoria, que fue quien lo acompañó para tramitar su estancia en San Miguel.

“Estando en San Miguel he colaborado en las brigadas de calle de Lleca, como trabajo temporal, lo que me ha permitido estar en contacto con la población callejera, ver sus necesidades, y me nace apoyarlas”, explica Adolfo.

“Cada martes vamos a hacer labor social, que consiste en entregar condones y toallas sanitarias a personas en situación de calle y trabajadoras sexuales, y eso es un nuevo panorama que a lo mejor no hay en otro albergue, pero aquí se maneja una doble ayuda, para nosotros al tratar de reintegrarnos al entorno social, y para quienes se apoya en las brigadas”, comenta.

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Adolfo llegó a Lleca después de vivir en situación de violencia. Foto: Lizeth Ovando | @nosoychambelans.

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“Ya quieren salir a una vida de inclusión”

A diferencia de los ocho Centros de Asistencia e Integración Social (CAIS), donde se brindan servicios sociales a personas que se encuentran en abandono social o viven en situación de calle, en el Albergue Transitorio San Miguel se atiende a quienes han avanzado en su proyecto de vida y están preparados para adquirir o reforzar habilidades que les permitan recobrar su autonomía, sean o no de la población LGBT.

Berenice Leyva, subdirectora del albergue San Miguel, explica que en este espacio se recibe a personas que son canalizadas de otros refugios públicos, o del proyecto de Lleca, quienes ya han avanzado en sus procesos de reincorporación social: “no tenemos una distinción entre población LGBT y otras personas, apostamos por un modelo de sensibilización a usuarios y trabajadores para que la atención a todos sea siempre en apego a los derechos, que ellos puedan sentirse a gusto en conjunto y se sientan incluidos”.

“Se les ofrecen servicios de alojamiento, alimentación, atención médica, baño, ropa y lo que ellos requieran. Para estar aquí deben ser mayores de 18 años y tener claro que ya quieren salir a una vida de inclusión, encontrar un trabajo, recuperar sus documentos de identidad, continuar con sus estudios y finalmente puedan salir a una vida independiente”, señala la subdirectora.

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Uno de los objetivos del albergue es hacer que todas las personas se sientan incluidas. Foto: Lizeth Ovando | @nosoychambelans.

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Una vez que las personas dejan este albergue -calculan que el proceso de reincorporación social dura entre seis meses y un año, pero puede variar dependiendo de cada caso-, desde la sociedad civil y desde la SIBISO se da seguimiento para saber cómo les ha ido, y para que ellos sepan que aún cuentan con esa red de apoyo.

“Inclusive varios de ellos nos vienen a dar pláticas y talleres, que hicieron lazos de amistad y quieren seguir viniendo a ofrecer su apoyo en agradecimiento por todo lo que les dio el albergue. Es muy gratificante ver en ese seguimiento posterior que ya van caminando bien”, refiere Berenice.

Para Victoria, la mayor recompensa por esta labor es “saber que hay personas a las cuales esto les ha salvado la vida, que hay quienes actualmente viven en mejores condiciones por el simple hecho de tener un techo que les permitió salir de los lugares tan violentos en los que se encontraban”.

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Si quieres mayor información sobre el trabajo que realiza la asociación Lleca-Escuchando la calle o el albergue San Miguel, o conoces a alguien que requiera de su apoyo, visita sus páginas web y redes sociales.

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