“¡Entraron, están adentro!”: las últimas palabras de una argentina que desapareció con su familia tras el ataque de Hamas
“¡Entraron! Están adentro”. Esas fueron las últimas palabras de Karina Hengelbert, de 54 años, luego de que integrantes de las milicias de Hamas irrumpieron en su casa ubicada en el kibutz Nir Oz, a poco más de dos kilómetros de distancia de la valla perimetral que delimita la Franja de Gaza. Alrededor de las 9.45 del sábado pasado dejó de responderle el celular a su hermana Paola, ambas nacidas en la ciudad de Córdoba y residentes en Israel desde hace tres décadas. Estaba a resguardo en un búnker de seguridad junto con su esposo Ronen Engel, de 54, y sus hijas Mika, de 19, y Yuval, de 11. Tras el asalto del grupo islamista, ni familiares ni fuerzas de seguridad ni autoridades israelíes supieron más sobre sus paraderos.
“Nos levantamos con las alarmas e, inmediatamente, me comuniqué con mi hermana. Me contó que se encontraban bien y resguardados en la habitación de seguridad de su casa. En un principio, parecía una cuestión más de prevención, como pasó tantas veces, pero con el correr de las horas nos dimos cuenta de que no”, relata a LA NACIÓN la hermana de Hengelbert, Paola, que vive a 30 minutos de Nir Oz. “En un momento, volví a hablar con ella y llegó a decirme que los terroristas estaban en todo el kibutz hasta que dejó de responder. Evité llamarla nuevamente por miedo a que le suene el teléfono y la descubran, pero ya nunca supimos más nada de ella de ni de mis sobrinas ni de su marido”, completa la última persona que habló con Karina.
Fundado en 1955, Nir Oz es un asentamiento montado sobre un jardín botánico, cuya población apenas supera los 350 habitantes. Por su cercanía con la zona de conflicto con Hamas, esta comunidad agrícola fue uno de los poblados más afectados por el avance del grupo terrorista que, en ese país, dejó más de 1000 muertos. A través del lanzamiento de bombas con drones a las torres de monitoreo, infiltrados por tierra y parapentes motorizados arrasaron con los puestos de seguridad de la zona y se abalanzaron sobre los hogares de los civiles. Del total, según estimaciones de las autoridades del Ministerio de Relaciones Exteriores israelí, hay en ese área más de 20 muertos y 80 desaparecidos.
Karina, que se desempeña como contadora, también llegó a comunicarse por mensaje con su otra hermana, Romina, que da cuenta de la poca noción que tenía del peligro al que se enfrentaban en el inicio del caos. “Cuando nos despertaron las sirenas, ella me escribió temprano porque es una forma que siempre tenemos en estas ocasiones y –casi a modo de humor– me dijo ‘mañana no vas a tener que ir al trabajo’, porque yo soy maestra jardinera en el kibutz desde hace 10 años”, cuenta con la voz quebrada por la angustia quien vive en la ciudad de Ofakim, a 30 kilómetros de Nir Oz y hasta donde el poder de fuego de Hamas también llegó.
Karina es madre de Tom, de 21 años, que en el momento de la desaparición de sus padres y de sus dos hermanas cumplía tareas como reservista en las bases militares del Ejército de Israel. “Ahora, él se encuentra en la casa de los tíos [el cuarto hermano Hengelbert es Diego], estamos todos desesperados. No solo nosotros nos encontramos en esta situación, hay mucha gente más. En mi jardín también hay tres chicos secuestrados, quedaron muchas casas incendiadas, y quemaron gente viva, mataron a bebés, arrasaron con todo, fue una matanza”, describe lo que define como “una pesadilla”.
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“Solo salimos de nuestra casa para ir a velorios”
Tras la incursión de Hamas que penetró en la defensa militar del Estado de Israel, que era considerada como una de las más infranqueables del mundo, la cifra de muertos de la población en Israel trepó hasta los 1300, entre los que se encuentran siete argentinos. A ese número, se suman más de 200 desaparecidos (15 argentinos) y alrededor de 3300 heridos, de los que cerca de 350 se encuentran en grave estado. Los bombardeos israelíes en respuesta dejaron 1417 muertos palestinos de ese territorio, según el Ministerio de Sanidad de la Franja.
En medio de esos ataques, cuya nueva escalada ha vuelto a alterar el mapa bélico del mundo, Romina pide “evitar dar una lectura política”, pero describe lo que vive como “una película de terror causada por monstruos, no por personas”. “Ya es bastante terrible la tristeza que sentimos. Ella [Karina] también está enferma de cáncer, el marido sufre diabetes y las chicas necesitan también remedios. Mamá murió hace tiempo y papá se encuentra en Ashkelon [a 56 kilómetros al sur de Tel Aviv]. Nuestra familia está completamente destruida por el terrorismo”, define. “Hicieron una masacre”, agrega Paola.
Ambas cuentan que, desde el sábado, se comunican “de forma incesante con el Ejército, con la Policía, con los hospitales, con la embajada argentina a la espera de que den una respuesta” sobre el paradero de Karina, su cuñado y sus sobrinas. Al respecto, afirman que en las regiones más afectadas “la situación es traumática” y que apenas salen de sus casas. “Tengo todo cerrado, las ventanas, las persianas bajas, trato todo el tiempo de que mis hijas no se aparten de mi vista, no se bañan si no estoy con ellas, las acompaño cuando se van a dormir, nadie sale a tirar la basura a excepción de mi marido”, explica Romina, que es madre de cuatro hijos.
Y continúa: “Mis sobrinas Mika y Yuval son muy amorosas. Todos los días venían a besotearme y a saludarme, me preguntaban si podían sacar a mi bebé al jardín, donde se la pasaban jugando. Nos íbamos de vacaciones, trabajábamos… esperemos que vuelvan, aunque lamentablemente ya no van a ser las mismas, ya no van a ser las mismas chicas, ya no va a ser mi misma hermana, no sé cuándo van a poder volver a su kibutz. A mi sobrino [Tom], con la familia, tratamos de darle todo el amor, todo el calor, todo lo que necesita, pero no es suficiente. Él necesita de sus padres y de sus hermanas”.
Paola manifiesta que “el peligro sigue latente” y que las salidas de su familia (tiene dos hijos) se han limitado a despedir a las víctimas que provocó Hamas. “Nos han pedido que nos salgamos porque todavía hay terroristas. Las autoridades dicen que aún no está despejada la zona, todavía no hay seguridad total. Ayer estuvimos en un velorio de un chico de 20 años. Hoy fue el turno de la prima de mi marido y el de una chica que estudiaba en el colegio en el mismo grado que mi hijo, el menor. Estamos viviendo un infierno”, especifica, una postal del horror que sintetiza: “Solo salimos de nuestro hogar para ir a velorios”.