En la frontera, a la espera de ese muro grande y hermoso
En las semanas previas a la investidura, Yahoo News visitó poblados y ciudades por todo el país, para hablar con los votantes que habían apoyado a Donald Trump en la elección. Mientras emergía la forma que tomará su Administración, le preguntamos a los electores si estaban contentos con su elección y si sentían optimismo por el futuro. Aquí están algunos de nuestros descubrimientos:
YUMA, Arizona. – Una vez se refirió a él como “El Gran Muro de Trump”.
De todas las promesas que hizo Donald Trump durante su insurrecta campaña por la presidencia, su compromiso de construir un “muro grande y hermoso” a lo largo de la frontera de Estados Unidos con México es lo que más recuerdan los electores. “No una valla”, amonestó el presidente electo a un reportero durante su rueda de prensa antes de la investidura la semana pasada, mientras agitaba un dedo. “Un muro”.
En ciudades pequeñas y grandes, en estados fronterizos y aquellos más cercanos a Canadá que a México, el multimillonario neoyorquino habló vívidamente del muro en cada una de las paradas de su campaña durante su esfuerzo de 17 meses para llegar a la Casa Blanca. Lo consideraba vital no sólo para limitar la inmigración ilegal y el flujo de drogas sino para proteger al país de criminales experimentados, terroristas y “Dios sabe qué más” –gente que afirmó que llegaba a raudales por la frontera sur, prácticamente sin ningún freno.
Aunque su altura a menudo variaba, al ir de los tres a los seis metros y algunas veces más alto, dependiendo de si había visto a alguien criticando el plan en las noticias por cable ese día, Trump, quien nunca ha huido de las hipérboles, insistió en que el muro sería “increíble” y “magnífico”. Sería duro y fuerte y “grande, grande, grande”. “Nadie construye mejores muros que yo, créanme”, se jactaba con frecuencia el magnate inmobiliario. “Van a estar tan felices”.
Pero en Yuma, uno de los pocos poblados a lo largo de la frontera sur de Estados Unidos donde el empresario neoyorquino triunfó por encima de Hillary Clinton en noviembre, un hombre llamado Robert, quien votó con entusiasmo por Trump, ofreció una sola crítica al próximo presidente republicano–aunque reconoció que era una crítica importante. El muro que Trump ha prometido construir son “patrañas”, declaró sin rodeos. “El muro nunca va a suceder”.
Y tiene más experiencia en el tema que la mayoría. Robert, quien prefirió no usar su nombre completo debido a aspectos sensibles de su empleo, ha trabajado en la frontera en Yuma durante más de 10 años, lo que se remonta a una era anterior a la construcción de la valla fronteriza actual, cuando era, como la describió en español, una verdadera “frontera”.
Ubicado a casi 24 kilómetros del centro de la ciudad de Yuma, dicho tramo de frontera está entre los más difíciles de vigilar en el país, al extenderse desde lo profundo del desierto rocoso hasta las amplias vistas de las Dunas Imperiales, donde el viento transforma el paisaje cada hora. Contrabandistas de los cárteles solían trasladar libremente su cargamento en vehículos buggy para arena, a través de una zona que sirvió de escenario para el escondite desértico de Jabba the Hutt en la película “El Retorno del Jedi”, al tiempo que se abrían paso a la cercana autopista Interestatal 8, que corre de forma paralela a la frontera hasta San Diego.
Hace una década, el presidente George W. Bush, después de recorrer toda la zona en un buggy para arena de la patrulla fronteriza, destinó dinero para una “valla flotante” que algunos llaman el Dragón de Arena (Sand Dragon), creada con tubos de acero rellenos de concreto de casi 5 metros de altura, que se elevan y descienden junto con las dunas.
Completada a fines del 2008, la valla flotante ha recibido crédito por reducir dramáticamente el número de migrantes que intentan cruzar furtivamente la frontera y se dice que ha disminuido lo que solía ser un camino abierto para el tráfico de drogas –aunque los cárteles no han perdido fuerza y continúan introduciendo mariguana, cocaína y heroína a Estados Unidos.
Todos los días hay trabajadores en la frontera, que usan equipo para mover y trasladar arena en un tedioso esfuerzo para mantener la valla despejada para la Patrulla Fronteriza, que monitorea la zona con agentes en vehículos especiales 4×4 y buggies para arena, así como con vigilancia electrónica, lo que incluye cámaras montadas sobre torres y sensores que detectan movimiento en la oscuridad.
Es un empleo peligroso para todos, de acuerdo con Robert. Incluso a plena luz del día, gente que trabaja en la frontera ha sido blanco de las balas de los cárteles, que han intentado vulnerar la valla al excavar la arena que está debajo o al usar sopletes de soldadura para crear agujeros suficientemente grandes para introducir autos de carrera. Hace unos años, alguien intentó manejar un vehículo Jeep Cherokee sobre la valla al colocar una rampa improvisada desde el lado mexicano hacia el lado estadounidense, pero salió corriendo con su contrabando cuando el vehículo quedó atorado sobre la valla.
Robert es el primero en decir que se necesita más ayuda. Aunque el número de personas que intentan cruzar la frontera se ha reducido, aún llega gente –menos mexicanos ahora, pero más centroamericanos y de lugares más al sur. No hace mucho, observó cómo una mujer visiblemente embarazada escalaba la valla y caía, fracturándose ambos tobillos. Y esa fue una de las lesiones menos horripilantes que ha visto. No disputa la afirmación de Trump de que cualquier persona puede cruzar la frontera furtivamente, sobre todo en las partes menos fortificadas al este, hacia Nuevo México, donde hay puntos tan inseguros que se pueden brincar barreras “como si pasaras por encima de un caballete en tu cochera”.
Trump, dijo Robert, se equivoca cuando usa la palabra “muro” para describir lo que necesita suceder en la frontera. “No puede hacerse. (Los vehículos aéreos no tripulados), los sensores, la tecnología, eso será el muro. Pero si le dices ‘muro’ a la gente, se imagina la muralla china o el muro de Berlín. O el muro israelí. El muro israelí, eso sí es un muro”, dijo. “Pero eso no va a suceder en Estados Unidos. No podemos hacerlo. Tendríamos que matar a la mitad de los ambientalistas… e ir en contra de tratados. Y luego están las cuestiones geográficas”.
De cualquier modo, votó por Trump porque cree que puede ayudar a asegurar la frontera e invertir en un proyecto que describe como algo tan importante como la Estatua de la Libertad. El rumbo tomado por Trump “es correcto”, dijo Robert. Pero usar la palabra muro es “engañoso”. “Necesitamos exactamente de lo que está hablando… Pero no va a ser un muro”.
Esa es la única crítica que tiene Robert para el presidente entrante. Aunque al principio pensó que Trump no estaba calificado, el empresario neoyorquino comenzó a simpatizarle gracias a su plática franca y su enfoque en la creación de empleos y seguridad en la frontera. Después de ocho años de “mala administración”, ve a Trump como la “receta que este país necesita en este momento”.
“Espero que le vaya genial”, dijo Robert. “Espero que le vaya mejor que a nadie. ¿Va a tener éxito en cada una de sus afirmaciones fanfarronas? ¡Claro que nooo! Pero si hace un 60 por ciento, ese es el cambio que necesitamos”.