¡Viva La Revolución Homosexual de México!

Fabián Chairez durante la elaboración del cuadro.
Fabián Chairez durante la elaboración del cuadro.

Uno de los orígenes del romanticismo es el amor incondicional y a veces ciego. Éste puede basarse en una idea preconcebida, adquirida a través de lo que otros dicen de esa persona a la que ponemos en un pedestal, de esa figura admirada. Emiliano Zapata es una de las imágenes más románticas de México y de Latinoamérica, la estampa de la lucha, de la constancia, de la humildad y del honor. Es el retrato del éxito del débil sobre el poderoso, el paradigma de la hombría, del macho mexicano con ansias de libertad.

Eso sí, su virilidad ni tocarla, no vaya a ser que su testosterona quede en entredicho. Ni albures, ni caricaturas, que esto es serio y de romántico no tiene nada.

Para otros, Zapata no fue más que un bandolero, un delincuente y un asesino, algo que el escritor Juan Miguel Zunzunegui dejó constatado en su libro ‘Los mitos que nos dieron traumas’, donde su retrato del personaje está alejado de la heroicidad que prevalece en la sociedad o de la figura revolucionaria que se mantiene en el ideario colectivo. Según este doctor en Humanidades, nos encontramos ante un manipulador de la verdad que ha pasado a la historia santificado sin merecerlo, ante un líder cuyos seguidores saqueaban, extorsionaban y violaban.

Así es la ambigüedad de las leyendas: dual, contradictoria.

Fabián Chairez es el autor del polémico cuadro, ‘La Revolución, 2014'.
Fabián Chairez es el autor del polémico cuadro, ‘La Revolución, 2014'.

Llama la atención que el nieto del emblema mexicano, Jorge Zapata González, no ejerciera la defensa incondicional de su abuelo ante tales calificativos con las mismas ganas con las que se ha revolucionado contra un cuadro de tan pequeñas dimensiones. Ni él, ni todas aquellas personas que se manifestaron para salvaguardar la imagen del Caudillo del Sur y protegerla del virus homosexual que está acechando a la sociedad. Entonces, que le llamen asesino y violador no es motivo suficiente como para apretarse el cinturón, colocarse bien los bajos y salir de casa remangado y con el sombrero bien puesto para defender el concepto ‘hombría’; en cambio, mostrar una versión afeminada de Zapata es como cambiar la letra de la canción ’La ingrata’ por ser machista: un sacrilegio.

El tiempo no pasa y la tan espeluznante amenaza gay es tan constante ahora como lo era en 1910 y sus albores, y sus consecuencias son demoledoras para los intereses de los acomplejados. Poco ha aprendido la sociedad si un núcleo importante de ciudadanos, incluidos periodistas, dedican su energía para defender el inequívoco mensaje del nieto de Zapata:

“Para nosotros, como familia, es denigrar su figura presentándola de gay, y no tenemos nada contra los gays, pero no entendemos por qué en un lugar tan importante como el Bellas Artes lo han expuesto en esa forma y no lo vamos a permitir”.

Menos mal que no tienen nada contra los homosexuales. Pero claro, cómo se va a permitir que manchen la imagen del macho alfa irreductible, del hombre que tuvo prohibido ser débil. ¡Será posible que le retraten como un afeminado! ¡Pero qué clase de revolucionario hubiera sido de haberse sentido atraído por personas de su mismo sexo! ¡Blasfemo! ¡A la hoguera con el autor del cuadro!

Miembro de la comunidad LGTB en México agredido por detractores del cuadro sobre Zapata. (Getty Images)
Miembro de la comunidad LGTB en México agredido por detractores del cuadro sobre Zapata. (Getty Images)

Los rumores sobre la posible homosexualidad o bisexualidad de Zapata existen. No tienen un fundamento suficientemente sólido como para ser probado, pero la posibilidad de que hubiera sido gay está sobre la mesa de la misma manera que lo está el supuesto de que hubiera sido heterosexual. Ni hemos estado en su alcoba, ni probablemente nos importen un bledo su orientación sexual, pero ya que se defiende con tanta pasión su virilidad, conviene recordar que hay algunas voces que defienden su condición de homosexual.

Si hay un nombre que se relaciona con Zapata ese es Ignacio de la Torre, más conocido como ‘el yerno de su suegro’, Porfirio Díaz, el que fuera presidente de México. El revolucionario trabajó para él durante meses y novelas como ‘Zapata’, de Pedro Ángel Palou o incluso el diario de la esposa de de la Torre argumentan que su relación sobrepasó los límites de patrón-trabajador. Amada Díaz fue la relegada mujer del terrateniente, y según algunas fuentes, anotó en su diario que presenció con sus propios ojos cómo su marido y Zapata se revolcaban en el establo. Otras voces afirman que Zapata solía atacar verbalmente a los afeminados y siempre intentaba dar una imagen de macho que a muchos le parecía demasiado exagerada. Son los mismos que afirman que su bigote era de grandes dimensiones precisamente para aparentar se más ‘hombre’.

Realidad o ficción, el romanticismo también se construye a base de fantasía y una leyenda demasiado buena como para ser verdad hubiera sido la que refleja Fabián Chairez en su cuadro ‘La Revolución, 2014', donde aparece Zapata montando a caballo desnudo, afeminado, con un sombrero rosa y tacones. Hubiera sido el adalid de las dos revoluciones, la del pueblo llano y la de la comunidad homosexual. La de los reprimidos al fin y al cabo. La de los débiles que se hacen fuertes, la de aquellos a los que ridiculizan y aguantan miradas y comentarios en la calle, a esos que están obligados a esconder parte de su identidad por el qué dirán, el cómo se reirán o el si les agredirán. A los que convierten la vergüenza en orgullo y el miedo en valentía. Si además de a los campesinos, Zapata también hubiera defendido a los homosexuales, probablemente estaríamos ante una sociedad más inclusiva, con menos episodios violentos contra la comunidad LGTB como los que vivieron durante esta semana y garante de un lema infalible.

¡Viva La Revolución Homosexual de México!

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