Emiliano y el presente deshonrado

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A Beto lo secuestró la Familia Michoacana cuando tenía apenas once años en 2005, los mismos años que tenía Emiliano cuando fue asesinado. A Beto se lo llevaron para enseñarlo a matar, allá en su natal Turicato; a Emiliano le dispararon para… ¿para? O mejor ¿por qué? Porque podían, porque se saben impunes, porque la violencia brutal y descarnada es ya la lengua franca en este país.

Beto -cuya historia cuenta en mi libro Necromáquina (NED, 2021) al final de una larga entrevista que duró muchas horas en varios días, cuando ya tenía 16 y se escondía de la célula para la que hacía “jales”- me dijo: “en este jale ya no alcanza con morirse”. Me trataba de explicar que destruir los cuerpos, reducirlos a despojos, cenizas, “emulsiones”, como llaman a los 17 mil litros de restos humanos desintegrados en ácido, allá en la Gallera, en Maclovio Rojas, Tijuana, era ya en 2010 una práctica que se expandía y que empecé a llamar “violencia expresiva” para tratar de explicar que era un lenguaje total, una forma de marcar cuerpos y territorios con el poder de hacer morir, pero no de cualquier modo, sino destruyendo la condición humana del matable. “Ya no alcanza con morirse”, me dijo con los ojos nublados por un llanto que no dejaba salir y que yo entendí.

Emiliano recibió tres disparos en el abdomen. Mientras yacía en el suelo, desangrándose, gritaba “me quedo sin aire” y más adelante, en medio de un dolor interminable, gritaba “no me quiero morir”. Un grito aterrador que escuchó todo el país o, al menos, ese país que aún tiene memoria y vive a sobresaltos un día tras otro, buscando a sus desaparecidos, acompañando a las madres que, con pico y pala, un paliacate y la dignidad enorme del grito que sofoca “dónde están”, camina sobre esta tierra masacrada por el poder de una necromáquina que avanza engullendo cuerpos y territorios. 1

Ese país tembló de miedo, de coraje, alzó una voz colectiva en X (Twitter) con el hashtag más orgánico que se ha visto en este país en años. #NoMeQuieroMorir articuló el hartazgo, el dolor, el llanto contenido, la tristeza y la desolación porque Emiliano se nos murió de puro dejar pasar las cosas, de negar la realidad que nos sopla en el cuello sin clemencia. Emiliano se nos murió porque no hemos sido capaces como sociedad de exigir, pero también de dolernos; de señalar la fallida estrategia de seguridad, pero también de tomar la mano de una madre que marcha con otras madres que marchan, pero que está sola frente al retrato de su hija, desaparecida hace cinco, tres, dos años, con una carpeta de investigación que no avanza.

Las “razones” escaparon hace mucho de estas tierras arrasadas, o qué razón existe para matar a un niño a sangre fría. Emiliano estudiaba el primer año de la secu en su Paraíso, esa localidad de 25 mil habitantes en Tabasco. No sabemos todavía si le gustaba el futbol, si era asiduo a TikTok o le brillaban los ojos con alguna compañera en la escuela. Contar su historia es nuestro deber, exigir justicia y dar un paso decisivo hacia la solidaridad con las víctimas, las que han desaparecido, las que han sido asesinadas, las que aguardan en los Semefos o en fosas comunes. Que alguien que sufre las reconozca.

Emiliano no debió morir, no quería morir y Emiliano se nos murió porque no pudimos hacer nada para impedirlo. Nuestro dolor debe dejar de ser anónimo.

Tomo prestado el análisis de Eduardo Rinesi 2 sobre Shakespeare. Shakespeare, ese maestro de la lengua y el lenguaje, hace decir a Hamlet “The time is out of join”. Sobre la traducción de esa frase gira el libro de Rinesi. “El tiempo está desquiciado”, “el tiempo ha sido desordenado”, “el tiempo ha sido deshonrado” o “el presente ha sido deshonrado”. Al igual que mi colega Alejandro Grimson, abrazo esta última traducción de Hamlet. La muerte de Emiliano ha deshonrado el presente.

* Rossana Reguillo (@rossanareguillo) es profesora investigadora del ITESO, Universidad Jesuita de Guadalajara. Doctora en Ciencias; activista, fundadora del proyecto Signa Lab; autora y coordinadora de diversos estudios sobre juventudes, antropología, miedo y construcción social. Su más reciente libro es “Necromáquina, cuando morir no es suficiente” (2021).

 

1 En México, la totalidad de las muertes por homicidio de personas de 0 a 17 años entre enero de 2015 y enero de 2024 ascendía a 22,989; una cifra que duplicaba la capacidad máxima del Auditorio Nacional. Únicamente la cantidad de muertes por homicidio de mujeres de entre 0 y 17 años en México durante el mismo periodo (5,655) duplicaba el aforo del Palacio de Bellas Artes. Por otra parte, el número de hombres de 0 a 17 años que murieron por homicidio a nivel nacional durante estos años ascendió a 17,334.

2 Al que accedí a través de  mi colega Alejandro Grimson, se trata del libro Tiempo loco. Política, historia y risa en William Shakespeare. Ediciones UNGS, Buenos Aires, 2023.