Eliminar al Comipems podría incrementar las desigualdades educativas: especialistas

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Durante su campaña, las ganadoras de las elecciones Claudia Sheinbaum y Clara Brugada propusieron eliminar el examen Comipems, con el que estudiantes de secundaria son colocados en alguna institución de nivel medio superior; sin embargo, especialistas en educación advierten que esta medida no resolverá los problemas de desigualdad en el sector educativo.

Hasta ahora, la virtual presidenta electa y la próxima jefa de Gobierno de la Ciudad de México no han dado detallado su propuesta, pero Sheinbaum ha dicho que la intención es que los jóvenes acudan a estudiar la Preparatoria en el plantel “que les quede más cerca de su casa”, con la promesa de que todas las opciones tendrán “el mismo nivel educativo”.

Sin embargo, especialistas señalaron que el quitar el examen de colocación para el nivel medio superior en la Ciudad de México podría generar complicaciones a los estudiantes, como el duplicado de pagos para poder presentar pruebas de ingreso en cada sistema escolar.

Además, explicaron que la desaparición de Comipems no garantiza que todos los planteles escolares tengan el mismo nivel educativo, y tampoco basta para eliminar las desigualdades que se reproducen al asignar los lugares mediante el puntaje que se obtiene en un examen estandarizado.

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Foto: Cuartoscuro/Archivo

Con Comipems “nadie se queda sin lugar”

La Comisión Metropolitana de Instituciones Públicas de Educación Media Superior (Comipems) fue creada en 1995, para ofrecer un proceso mediante el cual los egresados de secundaria eligen hasta 20 opciones para estudiar, de entre más de 486 planteles ubicados en la Ciudad de México y el Estado de México, de acuerdo a los que más se apegan a sus intereses

Irma Villalpando, doctora en Pedagogía, subraya que con Comipems “nadie se queda sin lugar”, ya que a diferencia de otros exámenes que funcionan como filtro para admitir a algunos estudiantes y dejar fuera a otros, esta prueba estandarizada es para colocar a todos los jóvenes en alguna de las opciones que hayan seleccionado.

“Por ejemplo, para entrar a la universidad, los jóvenes deben presentar exámenes en los que se determinan si entras o no, pero esta es una prueba de colocación, es decir, que nadie se queda sin lugar, y de acuerdo al número de aciertos que tenga cada persona se determina si les alcanza para su primera opción, y si no se van descartando planteles, hasta que se le asigna un lugar”, explicó la especialista.

De acuerdo con Villalpando, la crítica al modelo de Comipems es que este reproduce modelos de desigualdad educativa, ya que sitúa a los estudiantes mejor preparados entre pares, y deja a aquellos jóvenes que presentan rezagos en escuelas que cuentan con menor nivel educativo y que no tienen pase directo a nivel superior.

“La crítica que se ha hecho al Comipems desde la investigación académica es que quienes obtienen mayores puntajes son los alumnos que vienen de hogares más favorecidos, en muchas ocasiones de escuelas privadas, con un capital cultural más generoso, y esto estratifica el acceso a una buena educación, porque ponen la misma vara para medirlos a todos, sin considerar las condiciones particulares de cada caso”, mencionó.

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Aunque, para la especialista, el modelo tiene áreas de oportunidad, “después de casi 30 años de que se tiene el proceso bien organizado, quitar al Comipems podría tener consecuencias negativas, porque al no tener un examen de colocación cada estudiante va a tener que hacer diferentes trámites, para diferentes exámenes, lo que implica diferentes pagos”.

Sobre la posibilidad de que la asignación de planteles sea por cercanía del domicilio de los estudiantes, Villalpando apuntó que este modelo podría incrementar las desigualdades educativas, ya que limitaría a los jóvenes a opciones que podrían no ser atractivas para sus intereses, o generar rezagos por regiones en las que las escuelas disponibles sean de bajo nivel.

“Desde mi punto de vista, en lo que debería concentrarse la autoridad es en fortalecer los sistemas de educación superior que están débiles, sobre todo aquellos que se ubican en zonas conurbadas, de tal modo que al ser más fuertes sean más aspiracionales”, agregó.

“Es necesario que las autoridades se enfoquen en atender la deserción”

La investigadora Jimena Hernández coincidió en que las consecuencias de quitar Comipems podrían derivar en dificultades burocráticas y de información sobre las opciones disponibles, algo que se resolvió con este examen “cuando las instituciones acordaron adherirse al proceso común para todas las modalidades”.

“El examen de Comipems permite que incluso aquellos estudiantes que obtienen un puntaje bajo tengan un lugar en alguna escuela,  hay la garantía de que existe un espacio para que estudien, y en caso de que se dé un modelo de examen separado por escuela, nada más se quedarían con las puertas cerradas en las instituciones donde no alcanzaron el puntaje, y tendrán que estar atentos de todos los avisos de convocatorias y resultados, aún aquellos que se den en tiempos diferidos, lo que limita su margen para buscar otra opción”, detalló Hernández Fernández.

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Foto: Cuartoscuro/Archivo

La especialista indicó que, si el objetivo de quitar el Comipems es atender la reducción en la matrícula escolar del nivel medio superior, es necesario que las autoridades educativas se enfoquen en atender las causas de la deserción, que tienen que ver más con sus condiciones socioeconómicas -en el caso de quienes tienen que abandonar la escuela para trabajar-, o porque la oferta disponible no es afín con sus intereses.

“Muchos estudiantes asisten a las escuelas que les asignan, aunque ellos querían otra cosa. Esto dificulta mucho el trayecto educativo, y en algunos casos puede ser un propulsor para la salida de los estudiantes, los datos oficiales muestran que la deserción sigue siendo muy alta, particularmente en el primer año, entonces estamos viendo que puede ser que los estudiantes sean aceptados en instituciones que no eran de su preferencia y en el primer año deciden no continuar sus estudios”.

Hernández afirmó que, antes de tomar la decisión de desaparecer al Comipems, es importante que se conozcan “las opiniones y las visiones de las instituciones de educación media superior, para que se pueda diseñar en conjunto una estrategia más integral, que no se concentre únicamente en el examen de admisión, sino en los factores que dificultan que los estudiantes puedan acceder, permanecer y disfrutar de la experiencia educativa”.

“El sistema de educación media superior es muy complejo, y por lo mismo en términos de calidad y de oferta es muy diverso, por eso es importante que se trabaje con las instituciones, para que se vea también el fortalecimiento de los modelos educativos que existen”, recomendó la académica.

La propuesta de un examen “en condiciones de igualdad”

De acuerdo con Emilio Blanco, académico de El Colegio de México (COLMEX), la segregación social de las escuelas se da incluso en la educación primaria y secundaria, “porque la distribución de lugares junta a los pobres con los pobres, la clase media con la clase media y la media alta con la media alta, lo que incrementa o potencia las vulnerabilidades de unos y las ventajas de otros, lo que se ve reflejado en los aprendizajes”.

El investigador explicó que, por ello, para muchas familias el nivel medio superior se vuelve particularmente importante por “la deseabilidad social de algunas escuelas” a las que sus hijos pueden acceder “por medio de un examen supuestamente meritocrático”.

“Hay estigmas sobre algunas escuelas, como el Conalep o el Colegio de Bachilleres, por lo que muchas familias deciden pagar escuelas privadas económicas con poca calidad, y este problema no se va a resolver quitando al Comipems, el punto acá es que existan estos estigmas sobre algunas escuelas y que en algunas de ellas el nivel no sea el ideal. Lo que se requiere es un programa a mediano plazo de fuerte inversión que eleve sustancialmente la calidad en las escuelas de nivel más bajo”, expuso Blanco.

Acerca de las críticas al examen estandarizado por no considerar las trayectorias educativas y condiciones de cada estudiante, el investigador apuntó que “lo recomendable sería cambiar la prueba para que no sea general, es decir, que los estudiantes no compitan en condiciones de igualdad, sino de manera estratificada, por ejemplo, tomando en cuenta los puntajes más altos de cada escuela para asignar los lugares”.

“De esa manera, los jóvenes que asisten a las secundarias socialmente segregadas tendrían oportunidad de acceder a las escuelas con mayor demanda, al igual que aquellos que vayan de buenas secundarias privadas, o de condiciones de pobreza”, apuntó.

Sin embargo, reconoció que la idea de un examen “con una perspectiva de justicia” debe considerar que “no todos tuvieron las mismas oportunidades de aprender, y aunque la prueba ya no fue un reproductor de las condiciones sociales de origen, se tienen que compensar las carencias en su formación, algo de lo que tendrán que ser responsables las escuelas”.

“Hay que reenfocar la forma como estamos pensando en la educación media superior, por lo menos para algunos jóvenes, y fortalecer cuestiones de tutorías, acompañamiento, alertas tempranas para posible abandono o interrupción, porque si no la deserción va a continuar”.

“Es un tema muy complejo, pero es un debate necesario, hay que revisar el equilibrio entre meritocracia y justicia social que tiene el actual modelo, pero se necesita que las autoridades escuchen a todas las partes, a las escuelas, a los estudiantes y a los especialistas que estudian el tema educativo, porque eliminar el examen sin más no es una solución a esta problemática”, concluyó el investigador.

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