El Plan Darién: La fallida apuesta colonial de Escocia en América que cambió el rumbo de su historia

El fracaso colonial había propiciado la disolución del parlamento escocés y la firma del Tratado de la Unión de 1707

Mapa del norte de Suramérica, parte de Centroamérica y el Caribe, impreso en 1775, donde aparece el Darién. (Getty Images)
Mapa del norte de Suramérica, parte de Centroamérica y el Caribe, impreso en 1775, donde aparece el Darién. (Getty Images)

Han pasado 334 años desde que 1200 colonos zaparon desde Escocia hacia el Istmo donde hoy se encuentra Panamá para materializar el Plan Darién, un ambicioso proyecto que pretendía establecer un centro de comercio internacional de productos europeos en esa costa caribeña. Pero la opinión de los escoceses aún se encuentra dividida entre los que piensan que era una idea plausible y que fueron los primeros en identificar la importancia estratégica del área y los que creen en que fue una tontería tan desproporcionada que todavía no han terminado de pagar sus consecuencias.

De lo que no cabe duda es que la gestación del fracaso duró poco. Ocho meses después, menos de trescientos sobrevivientes regresaron a casa, con el agravante de que antes de su llegada había salido esperanzada una segunda expedición. Ese intento colonialista no sólo resultó en el colapso financiero de Escocia sino también en una crisis política que afectó su soberanía.

Joan Sullivan, especialista en la diáspora escocesa y en estudios latinoamericanos, escribió en The Collector que “el plan de Darién se cobró la vida de más de 2.000 colonos escoceses y probablemente motivó los Artículos de Unión entre Escocia e Inglaterra en 1707, lo que resultó en la creación de Gran Bretaña”.

Algunos analistas sugieren que el precursor del desastre se llamó William Paterson, un escocés nacido en una familia de agricultores que pasó su juventud en las Bahamas. Al ser testigo del lucrativo comercio triangular entre las colonias e Inglaterra, se obsesionó con la idea de crear un asentamiento en Panamá para agilizar el intercambio comercial europeo con las civilizaciones del Lejano Oriente.

Al menos en los mapas, Paterson visualizó de manera temprana los inmensos beneficios que podría brindar una ruta como la que luego se logró con el Canal de Panamá. El problema es que nunca había visitado la zona y no pudo prever las enormes dificultades que enfrentaría al intentar hacer realidad su sueño.

Los obstáculos de Paterson comenzaron cuando regresó a Europa y nadie quiso escuchar su propuesta. Presentó infructuosamente la fabulosa idea a Jaime II, rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda entre 1685 y 1688. También fracasó al tocar las puertas de la República Holandesa, que en ese entonces era el hogar de renombrados artistas y tenía un inmenso poder en el transporte marítimo, la tecnología y el comercio internacional.

Esos reveses llevaron a Paterson a trabajar como comerciante con la Merchant Taylors' Company de Londres, donde acumuló tan riqueza y poder que fue parte del grupo fundador del prestigioso Banco de Inglaterra en 1694. Pero las desavenencias con sus socios lo hicieron retirarse del banco al año siguiente, volver a Escocia y retomar con nuevos bríos la meta de convencer al gobierno escocés de financiar el Plan Darién.

El historiador Michael Novak escribió en la revista Political Analysis que el Plan Darién no se originó en el sueño espontáneo de un personaje delirante. Por el contrario, tiene sus raíces en el pensamiento político y económico de su tiempo.

La idea de fundar Nueva Caledonia surgió en un momento de gran turbulencia política y económica para Escocia. Novak dice que Escocia fue abusada de manera reiterada por Inglaterra cuando el rey Jaime VI de Escocia ascendió al trono inglés como Jaime VI. Y su situación empeoró durante el reinado de Guillermo III, que había nacido en Holanda y pensaba en el país como un mero centro de almacenamiento de suministros y de reclutamiento de soldados.

Tampoco ayudaron las implacables condiciones climáticas y las malas cosechas de la llamada “Pequeña edad del hielo” entre 1693 y 1700, que dejó hambruna y la despoblación de las zonas agrícolas. Se cree que algunas parroquias perdieron hasta dos tercios de sus habitantes, en una tragedia histórica que superó la mortandad de la Peste Negra.

En ese contexto, no resultaba descabellada la idea de crear un puerto libre de comercio a caballo en Panamá, que se convertiría en uno de los centros de transporte marítimo transoceánico para traer riquezas a la pequeña y golpeada Escocia.

Paterson ayudó a establecer la Compañía de Comercio de Escocia con África y las Indias, con sede en Edimburgo, con la promesa de que generaría ganancias y sería un lugar remoto y seguro para la migración de la población escocesa.

Inicialmente, los directores de la compañía eran escoceses e ingleses, mientras que el capital de riesgo lo compartían ingleses, holandeses y escoceses. Pero en el último momento el Parlamento inglés retiró su apoyo y dejó a los escoceses solos en la financiación del viaje y en asumir los riesgos.

Los escoceses no se amilanaron ante el retiro del capital extranjero y miles de ciudadanos invirtieron a título personal en la expedición hasta reunir unas 500.000 libras esterlinas, que aunque al cambio actual apenas superan los 617.000 dólares, en ese momento representaba la mitad del capital disponible en todo el país.

Miles de personas se anotaron como voluntarios para viajar en los barcos fletados para explorar el Nuevo Mundo, muchos de ellos montañeses hambrientos o soldados que recibieron la baja después de participar en cruentas guerras.

Uno de los grandes errores fue que en la planificación de la expedición sólo se concentraron en los beneficios que podía traer esa colonia escocesa en las fértiles tierras americanas. Ni Paterson ni ninguno de los colonos había visitado el Istmo panameño y desestimaron los relatos de algunos piratas y de un libro publicado por el bucanero Lionel Wafer, que hablaban de las virtudes del trópico pero también alertaban de sus numerosos peligros.

El plan del Darién no funcionó ni un solo día. La agricultura era extremadamente difícil en una selva tupida en la que no paraba de llover. El clima caliente y húmedo descompuso las reservas de alimentos, lo que generó hambre y aceleró la propagación de enfermedades.

Los barcos viajaron cargados de mercancías como zapatos, que no pudieron vender ni intercambiar por alimentos con los pocos barcos que pasaban por la zona ni con la comunidades indígenas que no necesitaban esos atuendos. Pero los líderes del pueblo Guna se apiadaron con los visitantes y los ayudaron con pescados y frutas.

La desesperación agravó los problemas internos entre los colonos y los líderes de la expedición, además de los continuos ataques de los colonizadores españoles. A los siete meses decidieron poner fin a la expedición, pero tristemente ya habían zarpado otras seis embarcaciones que transportaban otros 1.300 colonos, que pensaban encontrar el paraíso terrenal y llegaron a un lugar hostil repleto de tumbas.

Al final sólo regresó un barco de los 16 que salieron de Escocia con los sobrevivientes. El Plan Darién no sólo costó 2.000 vidas sino que también dejó a la economía escocesa en bancarrota.

Todavía se debate sobre quién debería recaer la culpa del fallido proyecto colonizador. Mientras que algunos historiadores otorgan gran importancia a la mala preparación de la expedición, a las enfermedades y a la beligerancia española, otros creen que Inglaterra tuvo un papel predominante al sabotear las perspectivas comerciales escocesas.

Novak considera que el estudio de ese episodio histórico nos puede ayudar a comprender cuáles fueron los elementos claves que separaron los intentos exitosos de colonización de los que fracasaron de manera estrepitosa. El autor agrega que en el cultura popular escocesa, la tragedia quedó grabada como un ejemplo de arrogancia comparado con la mítica Torre de Babel, como lo evidencia una balada de la época llamada La terrible voz del fuego.

El fracaso habría afectado de manera tan profunda el orgullo nacional que allí habría nacido la idea de que Escocia no era capaz de sobrevivir como un estado independiente y que era necesario unirse a Inglaterra para fortalecer su minusvalía política y económica.

Sobre las conclusiones de ese capítulo de la historia de Panamá y Escocia, Sullivan opina: “La única verdad definitiva es que la región del Darién en Panamá nunca fue colonizada con éxito... por nadie. Hoy en día, las tierras reclamadas por Escocia para Nueva Caledonia están bajo el control autónomo del Congreso General Guna”.

En el siglo XXI, mientras el Canal de Panamá sigue siendo un lugar clave para el comercio internacional, el Darién sigue siendo una región tan inhóspita e intrincada. Es el único lugar del continente americano donde se interrumpe la Carretera Panamericana, que une a todos los países desde Canadá hasta Argentina. Tampoco ha dejado de ser un sitio vinculado con el sacrificio, el dolor y la muerte, donde miles de migrantes se juegan la vida a diario, abriéndose paso entre la lluvia, el barro y la densa selva en su camino desde el sur de América hacia Estados Unidos.

Fuentes: The Collector, Political Analysis, Historic_UK, The Conversation, The National.

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