El narcomenudeo en la Condesa tiene nombre y apellido

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Por Héctor de Mauleón

El sitio desde el que se distribuye la droga que circula en los antros de la colonia Condesa tiene nombre y apellido. Es el edificio ubicado en Benjamín Hill número 12, a un paso de las taquerías El Califa y El Farolito.

En la azotea de ese edificio suele haber halcones armados que informan por radio de cualquier movimiento extraño. Abajo, en la puerta, unas veces una mujer y otras dos o tres sujetos de aire rudo —escoltados por feroces perros Pit bull— le pasan revista a la calle.

Una manta colgada en la fachada del inmueble indica que éste se halla protegido por la Asamblea de Barrios.

Llegaron una noche, “hará cosa de cinco años”. Esa misma noche irrumpieron en el edificio y desalojaron a golpes a los inquilinos de los 16 departamentos de que consta el edificio (y que a su vez, llevaban años pagando rentas congeladas). Una nota de “La Jornada” asegura que los nuevos propietarios del inmueble dejaron dicho “que cualquier cosa la vieran con René Bejarano y Dolores Padierna”.

Su presentación en sociedad ocurrió poco después: les cobraron derecho de piso a vecinos, acomodadores de autos de las taquerías cercanas y tianguistas que ocupan la calle todos los martes.

El derecho de estacionamiento a los habitantes de la calle fue vendido a 350 pesos por semana. Los automovilistas recibían a cambio un “comprobante de pago” con la fotografía de “El Che”. El costo por no cubrir con este requisito: rayones, cristalazos, espejos rotos, llantas ponchadas.

Y llegado el caso, el uso de la fuerza —como lo pudieron constatar acomodadores de El Califa y El Farolito.

Cuando empezaron a ser instalados los parquímetros de la zona, los habitantes del edificio exigieron 40 lugares para ellos. Una lideresa amenazó a funcionarios de ecoParq con cerrar el eje vial más cercano y espetó: “Adentro del edificio hay 50 personas que están listas para salir y si quieren un enfrentamiento lo podemos hacer”.

Dos fotógrafos de EL UNIVERSAL que tiempo después pasaron por Benjamín Hill retratando parquímetros, fueron agredidos por un grupo de individuos (un vecino dice que 15) que salieron del edificio a preguntarles qué diablos andaban fotografiando. La moto en la que iban los periodistas fue vandalizada.

Sin reparar en los parquímetros, los habitantes del edificio escogieron como estacionamiento la glorieta cercana y colocaron en sus autos una “charola” que decía: “Este vehículo es propiedad de la Asamblea de Barrios”.

Las denuncias de los vecinos arreciaron desde fines de 2014. Robo de autopartes, asaltos, agresiones a adolescentes, vehículos obstruyendo el paso, gente bebiendo y escandalizando en la vía pública, y patrullas de la Secretaría de Seguridad Pública capitalina “pasando a cobrar cuota”. Lo más inquietante —según la denuncia que una vecina de la calle hace llegar a esta columna—, movimiento de camionetas y vehículos sospechosos a las altas horas de la noche.

Nadie hizo nada. Ni en la jefatura de Gobierno, ni en la delegación Cuauhtémoc. Los vecinos denunciaron, se acercaron a los medios. La respuesta oficial fue el silencio.

Llegó diciembre de 2015. Una madrugada —eran las 3:40— una balacera estalló a las puertas del edificio. Un hombre recibió un tiro en el ojo y murió minutos después en el hospital de Xoco. Agentes adscritos al sector Plateros reportaron que habían visto un convoy sospechoso —una camioneta Lobo, una Suburban y un Beetle—y lo habían perseguido hasta calles de la Condesa, donde fueron agredidos, “y repelieron la agresión”. Los integrantes del convoy habían chocado los autos y buscado refugio en el edificio.

Los peritajes y la revisión de cámaras de vigilancia demostraron que en realidad los agentes de seguridad pública iban escoltando el convoy y que probablemente habían asesinado al chofer de la Lobo para robarle 90 sobres con cocaína.

El chofer se llamaba Iván y vivía en el edificio. Los habitantes de éste salieron a enfrentar a las autoridades con cohetones, piedras y tubos. Pasada la refriega colgaron en la fachada una manta que decía: “Mancera, amarra a tus perros”.

“Y yo creo que los amarró”, concluye la vecina, porque prácticamente ha pasado medio año y todo se mantiene igual. El robo de autopartes, los asaltos, las agresiones a los adolescentes, los vehículos que obstruyen el paso… y el movimiento de camionetas y vehículos blindados a las altas horas de la noche.

“Tenga cuidado”, me dice un acomodador de autos cuando le hago preguntas sobre el edificio. “Ellos dicen que pertenecen a la banda de Los Bichos, de Los Lobos. No, todos sabemos que son de la Unión Tepito”.

Doy vuelta en la esquina y miro la manta que cuelga del edificio. No dice Unión Tepito. Dice Asamblea de Barrios.

Sobre ese misterio, alguien debe tener una respuesta.


El GDF sabía la dirección de narcomenudistas de la Condesa desde 2014

Ayer narré en este espacio cómo un edificio situado en Benjamín Hill número 12, en la colonia Condesa, fue tomado con lujo de violencia por la Asamblea de Barrios; relaté la forma en que ese inmueble se volvió un foco permanente de ilegalidad, y de zozobra para los vecinos. El lugar fue denunciado desde 2014 como un centro de narcomenudeo. Pero las autoridades capitalinas no hicieron nada. En diciembre pasado sucedió ahí una balacera, ocasionada por la disputa de 90 sobres de cocaína, en la que el rol más relevante fue ocupado por agentes de la Secretaría de Seguridad Pública capitalina.

Conté también que el edificio estaba habitado por gente armada y que la azotea era ocupada por halcones que reportaban por radio los movimientos de la calle.

A unas horas de la publicación de la columna, llegaron a mi correo dos fotografías. Las había tomado un vecino que me pidió que no las publicara para que los ocupantes del edificio no fueran a identificar el sitio desde donde fueron tomadas.

La primera foto muestra a tres halcones armados con tubos y un bat de beisbol. Parecen llevar varias horas de guardia, porque han subido a la azotea colchonetas y unas cobijas. Discuten sobre algo, entre tinacos y antenas parabólicas. Las cosas que hay en todas las azoteas.

La segunda fotografía es alarmante. Muestra el puesto de vigilancia que los halcones han instalado en la azotea: hay unos bancos de madera, unas tazas y unos recipientes con agua. Nada de eso es importante. Lo importante es lo que está junto a los bancos: seis bombas molotov con la estopa lista para ser prendida, y varios montículos compuestos por piedras y ladrillos.

El edificio de Benjamín Hill fue denunciado a mediados de 2014. La denuncia, realizada por vecinos, fue por “venta de armas y drogas”.

El 3 de agosto, a través de una tarjeta informativa, hubo un cruce de información entre la Dirección General de Seguridad Pública de la delegación Cuauhtémoc, y la Secretaría de Gobierno del GDF:

“Por medio de la presente me permito hacer de su superior conocimiento el seguimiento de la investigación realizada en los domicilios donde se presume la venta de armas y droga”.

La tarjeta iba acompañada por varias fotos.

En una de ellas, cinco sujetos con tatuajes y gorras sacaban armamento de una maleta. El documento —cuya copia se halla en manos del columnista— indica que durante la investigación se realizó “vigilancia fija y móvil en diferentes horarios y días”, y se hicieron “tomas fotográficas del lugar y personas”.

Se lee:

“Durante la vigilancia del edificio se logró observar a varios sujetos de 25 a 35 años aproximadamente, quienes portan cangureras y vigilan el lugar las 24 horas. El domingo 11 de mayo se pudo confirmar que al menos uno de los sujetos portaba un arma de fuego, al parecer calibre .38 especial

“Siguiendo con la vigilancia se observó que al lugar llegó una camioneta Suburban color negro, un VW Jetta gris y una motocicleta de pista.

“No se logró confirmar los literales de las placas de circulación de estos vehículos, ya que el lugar está vigilado y no permiten acercarse”.

La tarjeta concluía dos cosas. Una: “En el lugar existe la venta de armas y droga”. Otra: “Hay personas que portan armas”.

El delegado era entonces el perredista Alejandro Fernández. El director de Seguridad Pública de la Cuauhtémoc, Raúl Nieto. El secretario de Gobierno, Héctor Serrano. El jefe de Gobierno: Miguel Ángel Mancera.

En la balacera ocurrida en diciembre pasado participó precisamente una Suburban de color negro.

Se han cumplido dos años del inicio de aquella investigación. Los halcones siguen en la azotea, y en la calle se mantienen sujetos que vigilan el lugar las 24 horas.

¿Qué le impide al gobierno actuar?

NOTA: En la entrega de ayer informé que según una nota de “La Jornada” los habitantes del edificio de Benjamín Hill habían dicho que cualquier asunto relacionado con ellos se viera con René Bejarano y Dolores Padierna. En una llamada al columnista, Bejarano se deslindó del grupo que tiene tomado el edificio: “Ni Dolores ni yo tenemos nada que ver con ese grupo ni con la Asamblea de Barrios. Quien lo diga pretende engañar”, concluyó.

@hdemauleon

demauleon@hotmail.com

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