Grady, la monita que podría ayudar a salvar la fertilidad de los niños con cáncer

Aunque cada vez más niños sobreviven al cáncer gracias a los adelantos de la ciencia, uno de cada tres de ellos quedará estéril por causa de la radiación o quimioterapia que le dio la oportunidad de continuar viviendo.

Este efecto colateral durante años ha quedado fuera de las investigaciones principales sobre esta enfermedad que anualmente afecta a cerca de 300,000 niños de cero a 19 años, de acuerdo a datos ofrecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Durante mucho tiempo fue imposible para los niños acceder a tecnologías de reproducción.

Sin embargo, actualmente científicos de la Universidad de Pittsburgh están llevando a cabo varios estudios que podrían cambiar ese problema. Un equipo liderado por el doctor Kyle Orwig cada vez está más cerca de hallar una solución para la infertilidad en niños que han padecido esta enfermedad, en la que puede haber hasta 12 diferentes tipos en la infancia.

Grady es la primera bebé mono que nace de una inseminación con tejido congelado. (Universidad de Salud y Ciencia de Oregón vía AP)
Grady es la primera bebé mono que nace de una inseminación con tejido congelado. (Universidad de Salud y Ciencia de Oregón vía AP)

Mientras que los jóvenes diagnosticados con cáncer pueden congelar los óvulos o el esperma, en los niños es imposible puesto que aún no han alcanzado un desarrollo adecuado en su organismo para poder procrear.

Esta semana, tras congelar un poco de tejido testicular de un mono que aún no había llegado a la pubertad y utilizarlo para una inseminación, los científicos del Centro Nacional de Investigaciones de Primates de Oregón lograron el nacimiento de una monita saludable a la que llamaron Grady.

“Ella juega y se comporta como otro mono que creció de manera normal”, señaló Orwig.

Esta técnica tuvo una gran aceptación y podría comenzar a aplicarse en humanos en pocos años.

“Es algo que parece bastante asequible”, señaló Susan Taymans, del Instituto Nacional de Salud Infantil y Desarrollo Humano, que ayudó a financiar la investigación.

Pero aunque parece un proceso fácil, también es importante resaltar que lleva un tiempo prudencial. De acuerdo a la agencia de noticias Associated Press, el equipo de Orwig congeló el tejido de monos jóvenes y después los esterilizó. Cuando los animales comenzaron a acercarse a la pubertad, los tejidos fueron descongelados e implantados debajo de la piel de los primates.

“No lo estamos conectando en su conducto normal”, agregó Orwig, cuyo objetivo final es lograr que las células madres reproductoras queden a salvo del tratamiento para el cáncer.

Meses después de insertados, los tejidos comenzaron a crecer gracias a un impulso hormonal del cuerpo y los científicos pudieron retirarlo y comprobar que adentro contenía esperma que podía recolectarse y congelarse nuevamente.

“Recuperamos los tejidos testiculares ocho a 12 meses después del procedimiento de injerto, lo disecamos y descubrimos que todo el tejido injertado produjo esperma maduro”, explicó Orwig en una conversación con AP.

Las nuevas investigaciones han confirmado que “el tejido testicular inmaduro puede convertirse en una opción” si se habla de fertilidad para los niños, señalaron Nina Neuhaus y Stefan Schlatt, del centro de Medicina Reproductiva y Andrología de Muenster, en Alemania.

¿Cómo funciona este tratamiento en las niñas? En estos casos, los investigadores también han retirado y congelado partes del tejido ovárico que albergaban los folículos de mujeres jóvenes antes de que fueran sometidas a tratamientos de cáncer.

Aunque aún se considera experimental, se han reportado algunos nacimientos después de que se trasplantaran los huevos jóvenes y reanudarán su desarrollo. Algunos hospitales ya almacenan tejido ovárico de las niñas.

“El aspecto de congelación y descongelación es importante porque un paciente con cáncer prepuberal puede necesitar mantener su tejido testicular u ovárico en almacenamiento congelado durante años o incluso décadas antes de que lo necesiten con fines reproductivos”, añadió Orwig.

Tal es el caso de Christine Hanlon, una mujer de Florida quien llevó a su hijo Dylan de nueve años a Pittsburg para que congelaran su tejido tras ser diagnosticado con sarcoma, un tumor que se produce en los huesos y tejidos blandos del cuerpo y que pertenece al grupo de los cánceres poco frecuentes. En Estados Unidos se reportan menos de 200.000 casos cada año.

Hoy, Dylan es un adolescente sano, pero nadie sabe si alguna vez necesitará el tejido que está almacenado y que forma parte de las 200 muestras que el estudio liderado por Orwig preserva.

“Nuestro grupo ha estado congelando tejido testicular para niños y tejidos ováricos para niñas desde 2011 y ha preservado tejidos para casi 250 pacientes (206 tejidos testiculares y 41 tejidos ováricos)”, concluyó Orwig.

De acuerdo con el científico, anualmente cerca de 40.000 niños se someten a tratamientos contra el cáncer y un 80% de ellos logrará sobrevivir, pero la mala noticia es que para el 30% haber preservado la vida le costará ser infértiles.

Los niños nacen con células madres que se alojan en pequeños tubos dentro de los testículos y que comienzan a producir esperma cuando llega la testosterona de la pubertad. En tanto, los óvulos de las niñas continúan en un estado inmaduro antes de la pubertad.