El insecto mexicano que regaló al mundo el rojo vivo

San Juan Bautista, pintura al óleo del artista italiano Caravaggio de 1604. El maestro usaba la grana cochinilla como elemento distintivo de sus creaciones. (Foto dMolteni&Motta/Universal Images Group vía Getty Images)
San Juan Bautista, pintura al óleo del artista italiano Caravaggio de 1604. El maestro usaba la grana cochinilla como elemento distintivo de sus creaciones. (Foto dMolteni&Motta/Universal Images Group vía Getty Images)

El color rojo siempre ha cautivado la atención humana. Los hombres de las cavernas mezclaban arcilla con óxido de hierro para cubrir sus cuerpos y decorar las cuevas con una llamativa tonalidad ocre rojiza.

La búsqueda por el color de la sangre llevó a los humanos a machacar raíces, triturar rocas, disecar flores para teñir objetos y prendas con ese tono asociado con el poder, la fertilidad y la suerte.

Pero todo cambió cuando Hernán Cortés llegó a los territorios que hoy forman parte de México en 1519. Los barcos que zarparon desde esa región del Nuevo Mundo hasta España poco tiempo después regresaron repletos de oro, plata y un tinte natural que producía un rojo intenso que maravilló a Europa.

Los tintoreros europeos habían intentado durante años emular el color del pecado sin resultados contundentes. Los líquenes y las plantas producían rojos parduzcos o anaranjados que se desvanecían con rapidez.

El tinte más parecido provenía del Imperio Otomano pero su elaboración era demasiado engorrosa. La historiadora Amy Butler Greenfield relata en su libro Un rojo perfecto que el proceso otomano tardaba meses y requería hacer una mezcla pestilente de estiércol de vaca, aceite de oliva rancio y sangre de buey.

El tinte del insecto Sangre de San Juan y el llamado rojo armenio lograban los rojos más saturados y vibrantes disponibles en Europa hasta el siglo XVI. Pero la materia prima era muy escasa y su producción laboriosa.

La grana cochinilla mesoamericana

El tinte que envió Cortés a la Corte de España era un colorante que usaban los pueblos mesoamericanos de la región desde el 2000 a.C. Era diez veces más potente que la sangre de San Juan y producía 30 veces más tinte por onza que el rojo armenio, según Butler.

La imagen muestra a la grana cochinilla. El extracto de este insecto se utiliza para producir carmín. (Getty Images)
La imagen muestra a la grana cochinilla. El extracto de este insecto se utiliza para producir carmín. (Getty Images)

Ese rojo carmesí provenía de un insecto blanco y esponjoso que hoy se le conoce como la grana cochinilla (Dactylopius coccus) en español y nocheztli en náhuatl.

Se trata de un diminuto insecto sin patas ni antenas visibles, que vive en el cactus del nopal y otras tunas en las regiones áridas del continente americano. Los machos adultos nunca comen y mueren poco después de fertilizar los huevos de una hembra. Ellas insertan sus bocas en forma de aguja directamente en el cactus y pasan toda su vida sorbiendo jugo de tuna y cubriéndose con una cera protectora.

Las escamas de la grana cochinilla hembra son las que producen una gran cantidad de ácido carmínico. Y es ese químico defensivo lo que hace que la grana cochinilla sean tan atractivas para los que buscan su tinte.

Los mesoamericanos se dieron cuenta hace miles de años que al pellizcar a estos insectos sus dedos se quedaban manchados con un color parecido al de la sangre. Ellos comenzaron a criar la grana cochinilla para teñir de la misma manera en que los apicultores actuales crían abejas para recolectar miel.

"Por lo general, pensamos en la domesticación como vacas, cerdos y demás", dijo a Butler a la publicación Mental Floss, “Pero resulta que los pueblos indígenas de las Américas se volvieron bastante buenos domesticando insectos”. Según Butler, en las tierras altas del sur de México (el área ahora conocida como Oaxaca), los zapotecas y los mixtecos criaron insectos por el color, la potencia y la cantidad del tinte que producían.

Los cultivadores de grana cochinilla raspaban los insectos del cactus con cepillos rígidos, luego los secaban al sol o en hornos antes de que las escamas se molieran y se convirtieran en escamas de tinte. Se necesitaban 70.000 insectos secos para hacer 450 gramos de tinte.

El rojo del poder y el arte

Los tintoreros europeos quedaron encantados con el nuevo pigmento. Nunca habían visto un rojo tan brillante.

Las crónicas españolas de la conquista describían la maravilla de los vivos colores logrados por el colorante de la grana cochinilla que se vendía en la capital azteca, Tenochtitlán.

A mediados del siglo XVI, la grana cochinilla se transportaba a granel a Sevilla y se usaba en toda Europa.

El artista Vincent van Gogh (1853-1890) usaba la grana cochinilla en sus obras. En La Habitación (1888) los colores brillantes expresaban absoluto
El artista Vincent van Gogh (1853-1890) usaba la grana cochinilla en sus obras. En La Habitación (1888) los colores brillantes expresaban absoluto "reposo" o "sueño". (REUTERS/Stephane Mahe)

El comercio que la grana cochinilla era tan rentable que fue superada solo por la plata como la exportación más valiosa de las colonias americanas de España. Los expertos se han aventurado a decir que era aún más rentable que el oro.

Butler describió cómo los españoles ocultaron el origen de la grana cochinilla para preservar el monopolio de la corona sobre ese codiciado rojo.

En Francia, Luis XIV mandó teñir con grana cochinilla el tapizado de las sillas y las cortinas de las camas reales de Versalles.

El impacto en el mundo del arte fue aún mayor porque amplió la paleta de colores de los grandes artistas europeos hasta el siglo XIX.

Una de las primeras obras europeas en usar el colorante de la grana cochinilla es "Cristo llevado a la tumba" de Tintoretto, realizada en la década de 1550. El célebre pintor era hijo de un tintorero veneciano, así que aprovechó el acceso a la grana cochinilla para enriquecer sus creaciones.

Los pintores que usaban la grana cochinilla trabajaban principalmente en las ciudades portuarias donde llevaban las importaciones del Nuevo Mundo. Diego Velázquez y Francisco de Zurbarán en Sevilla, y a Rubens, Van Dyck y Rembrandt en Amberes y Ámsterdam.

Las obras de Paul Gauguin, Auguste Renoir y Vincent van Gogh han sido analizadas y se ha confirmado que elaboraban sus rojos con grana cochinilla. Van Gogh escribió a su hermano en 1885 que ese rojo era cálido y vivo como el vino.

La grana cochinilla perdió su valor cuando aparecieron los pigmentos sintéticos a finales del siglo XIX.

La experta en textiles mexicanos, Quetzalina Sánchez, dijo en una entrevista con la BBC aunque México nunca se pudo lucrar del comercio de la grana cochinilla luego de la independencia, recuperó un rojo único que había sido saqueado por los españoles.

Sánchez explicó que en Europa nunca prestaron atención a las costumbres de los pueblos originarios de México. En su cosmogonía, el rojo está asociado a la magia ancestral y protege a los que visten trajes teñidos con grana cochinilla.

En la actualidad, la grana cochinilla se usa para teñir tejidos artesanales. También es buscada para teñir maderas en la industria del diseño.

Fuentes: New York Times, BBC, Mental Floss, Humanities,

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