El inquietante plan de reducir las normas del manejo de desechos radiactivos en EEUU
El destino de los desechos radioactivos, en específico los de las plantas nucleares estadounidenses y otros entornos vinculados con actividad radioactiva, es siempre complicado, por la peligrosidad inherente a ellos y porque resulta arduo y costoso, lo que en ocasiones se convierte en una suerte de indeseable lastre para las empresas que han que lidiar con esos materuales.
Pero la protección de las personas, las comunidades y el medio ambiente en este caso ha de prevalecer por encima de consideraciones económicas y por ello las regulaciones en la materia imponen que los lugares donde tales desechos sean depositados han de cumplir con estrictos criterios de seguridad.
Como relata The Guardian, la normativa en Estados Unidos impone que los desechos de bajo nivel radioactivo han de ser confinados únicamente en sitios regulados, con licencia para ello y específicamente establecidos para ello en Carolina del Sur, Utah y el estado de Washington. El combustible nuclear “gastado”, usado en reactores nucleares, ha de ser manejado también bajo estrictas normativas en confinamientos especiales.
Pero la Comisión de Regulación Nuclear (NRC) estaría proponiendo una interpretación nueva que permitiría que ciertos materiales de desecho, considerados de “muy bajo nivel” radioactivo, puedan ser enterrados en sitios que no tengan la citada licencia.
Incluso enterrados en vertederos municipales que no tendrían las condiciones para aislar la radioactividad de esos desechos, así sea leve, y mantenerla apartados por completo de la población.
Entre esos desechos de “muy bajo nivel” radioactivo figuran ropa, herramientas y material médico (los sistemas de rayos X de hospitales utilizan material radioactivo) cuya contaminación sería reducida.
Pero como señalan críticos de ese plan, “reducido” o de “muy bajo nivel” no significa que sea seguro para las personas y el medio ambiente y por ello cuestionan esa propuesta de desregulación.
“Esto sería la desregulación masiva de desechos radioactivos más grande de la historia de Estados Unidos”, dijo a The Guardian Dan Hirsch, integrante de la organización no lucrativa Committee to Bridge the Gap, que vigila la industria nuclear y trabaja por incrementar su seguridad.
Se afirma que la NRC solo aplicaría ese nuevo criterio a unas pocas categorías de desechos de muy baja radioactividad y se señala que no se permitiría que se disponga de ellos en sitios no licenciados para albergar material radioactivo si se pone en peligro la salud pública o al medioambiente.
El problema, se señala, es que la definición de que es un desecho “de muy bajo nivel” radioactivo no está establecido de modo formal en una ley o norma y por ello podría quedar a la interpretación de la autoridad. Eso puede conducir a que materiales no seguros acaben en tiraderos no aptos para contenerlos, y de ese modo contaminen peligrosamente el entorno y a las poblaciones cercanas.
Por añadidura, esos tiraderos y zonas de desecho con frecuencia se encuentran cerca de barrios y comunidades de bajos recursos económicos, que padecen por ello, y usarlos para enterrar material radioactivo sería un rudo peso adicional en esa injusticia.
“Si arrojas desechos radioactivos en lugares que no fueron diseñados para contenerlos, eso va a perseguirte. En el aire que respiras, la comida que comes, el agua que bebes”, añadió Hirsch, de acuerdo a The Guardian.
El poder enterrar esos materiales en tiraderos convencionales ciertamente le ahorraría mucho dinero a las empresas que han de lidiar con ellos, y el alto y creciente costo del manejo de desechos radioactivos en Estados Unidos motiva que se busquen soluciones vía la desregulación.
Pero es especialmente peligroso que sea el costo económico el motor mayor al respecto, pues como ha sucedido con frecuencia en el pasado, el dinero hace que se soslaye o se minimicen los impactos que esa contaminación tiene en las personas que viven en las cercanías de esos vertederos o rellenos sanitarios y a las consecuencias que éstos tienen para el entorno natural.
La misma noción de que material radioactivo, así sea de niveles reducidos, pueda ser sepultado en cualquier basurero parece exagerada, pero es ominosa y brilla con punzante intensidad en la citada propuesta de desregulación. Si se abre esa caja de pandora, el futuro puede resultar ominosamente candente.
Ante ello, y dado que ciertamente los desechos radioactivos deben ser manejados y confinados, se han de imponer criterios y normas estrictas para ofrecer la máxima seguridad. Eso cuesta dinero, ciertamente, pero ha de considerarse un costo inevitable del uso de material radioactivo. Y es imperativo para la protección y seguridad general.