El hombre que no odia a los asesinos de su esposa

No odia, no, no odia. Aunque la mano negra del terrorismo le arrebatara una parte de lo más valioso de su existencia.

Es Antoine Leiris, un periodista cultural francés cuya esposa, Hélène Muyal, de 35 años, fuera una de las víctimas del horrendo ametrallamiento de 89 civiles en la sala de concierto Bataclan, en el corazón de París, hace tan solo siete meses.

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Imagen tomada de la página de Facebook de Antoine Leiris.

Desde que este esposo enamorado recibió unos mensajes que anunciaban el ataque al show de la banda de rock Eagles of Death Metal, y encendió aquella noche el televisor y supo de la noticia de la muerte de Hélène, desde que cayó en la cuenta de que a partir de ese momento solo estaba él para cuidar de su hijo Melvil, de tan solo 17 meses, su vida dio un giro brusco, inesperado, brutal.

Desde entonces empezó la redacción de un diario titulado Vous n'aurez pas ma haine (No tendrán mi odio), que se ha convertido en un best seller y que se apresta a ser traducido a más de 18 idiomas: un relato impactante sobre una masacre, sobre la pérdida de un ser adorado y sobre la ardua tarea de velar por el desarrollo de un niño al que, desde ya, habrá que explicarle qué ocurrió aquel 13 de noviembre de 2015.

“El fin de la inocencia –escribe Leiris–. No escucho otra cosa en mi pecho que mi corazón tratando de escapar. Esas palabras resuenan en mi cabeza como un eco que parece no terminar jamás. Un segundo como un año”.

Uno de los momentos más duros sobrevino cuando supo que no podía seguirle escondiendo a su hijito la noticia de la desaparición de su madre: “Hay que decírselo. Pero ¿cómo? Melvil no sabe más que cuatro palabras, pero lo entiende todo. ‘Mamá ha tenido un accidente y no podrá volver’. Le cuento una historia de adulto. Es como matarla por segunda vez. Las palabras no son suficientes".

Será muy difícil para nosotros colocarnos bajo la piel de este periodista, viudo y padre preocupado.

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Hélène Moyal-Leiris, foto tomada de gofundeme.com

“Debo reconocer el cadáver de Hélène en el Instituto Médico Legal –apunta Leiris–. Dos hombres me piden que charlemos un rato. Normalmente es un placer compartir un café y compartir un pedazo de la vida de alguien. Hoy soy yo el que está en pedazos”.

Es entonces que entiende que no debe sucumbir al odio, que no sería sano incubar sentimientos demasiado oscuros, y mucho menos transmitírselos a su hijo: “Tener un culpable a mano –fundamenta el periodista en su libro–, alguien sobre quien descargar la cólera, es una manera de esquivar el sufrimiento. El crimen es odioso y el odio es legítimo. Piensas en los asesinos por no pensar en ti mismo. Te complaces en su muerte para no sonreír a los que han sobrevivido”.

Tres días después del asesinato de su esposa, Leiris publicó en su cuenta de Facebook una carta abierta titulada precisamente “No tendrán mi odio”, que constituyó la semilla para el libro que ahora es leído por miles de franceses.

“El viernes en la noche –comenzaba la misiva– ustedes me robaron a un ser excepcional, al amor de mi vida, a la madre de mi hijo, pero ustedes no tendrán mi odio. No sé quiénes son ustedes y no quiero saberlo. Ustedes son almas muertas. Si ese Dios por el cual ustedes asesinan ciegamente nos hizo a su imagen, cada bala que entró en el cuerpo de mi mujer representará una herida en su corazón.”

Luego, sobre la escena del reconocimiento del cadáver, el periodista se extiende: “Esta mañana la he visto; finalmente, después de noches y de días de espera. Estaba tan hermosa como cuando salió de casa el viernes en la noche, tan hermosa que cuando me enamoré perdidamente de ella hace más de doce años. Y por supuesto que estoy devastado por el dolor; ahí les concedo una pequeña victoria, pero esta durará muy poco. Yo sé que Hélène nos acompañará cada día y que nos encontraremos en ese paraíso de almas libres en el cual ustedes nunca entrarán.”

Esto último podría explicar el espíritu con el cual Antoine Leiris le ha hecho frente a la vida. En este diario del dolor y de la sobrevivencia, el periodista reconoce que una ola de apoyo y solidaridad ha tocado a su puerta, que miles de personas con las que jamás ha cruzado una palabra le han propuesto ayudarlo a criar a su hijo, que les “han invitado a pasar las vacaciones en las cuatro puntas del planeta”, que su apartamento se ha llenado de regalos y hasta de cheques que nunca ha pensado depositar en su banco…

Antoine Leiris quiere que todo el mundo se haga eco de su caso, porque es la misma situación por la que han pasado y pasan millones de personas, desde Jerusalén hasta Orlando, desde Nairobi hasta Boston…

Al día siguiente del entierro de Hélène Muyal, este esposo adolorido pero negado a sucumbir regresa con su hijo a la tumba de su esposa. “Es un momento que debemos vivir solos".

Es ahí cuando Melvil toma con sus manos una foto de su madre que el padre había colocado sobre la lápida. “Regresa conmigo y me coge de la mano. Quiere que mamá regrese con nosotros a casa. Ella está con nosotros. Somos tres. Siempre seremos tres”.