El famoso filósofo argentino Darío Sztajnszrajber explica por qué estamos en un tiempo de “exceso de sentido”

<em>Darío Sztajnszrajber, en una conferencia en Argentina</em>
Darío Sztajnszrajber, en una conferencia en Argentina

Por Juan Brodersen – Buenos Aires, Argentina

Él es uno de los responsables de que no sólo en Argentina sino en muchos países de Latinoamérica se hable más de filosofía: Darío Sztajnszrajber. La gente lo conoce como “el filósofo de la TV”, o como “Darío, ese del apellido difícil”, o también como “el hermano de Mauro Szeta, el de policiales”. Tiene éxito por varias razones, y una que asombra es que más allá de ser un hombre mediático no ha dejado de hacer lo que toda la vida soñó: profesor de filosofía en la escuela media.

“En la enseñanza media, donde tenés alumnos de 14 a 18 años, el propósito es muy similar a la divulgación: es la comprensión de ciertos conceptos básicos, pero sobre todo el inicio en la reflexión filosófica y la acción de la filosofía”, explica a Yahoo Noticias.

Darío siempre supo que quería correrse un poco del corset académico. Y del academicismo. Por esto se dedicó a la escuela en secundarios, entendiendo que la educación como forma de relación “está siempre en crisis”.

Su itinerario intelectual lo llevó a hacer Mentira la verdad, un programa de televisión argentino de filosofía que empezó en 2011 en el Canal Encuentro, una señal cultural con interesantes propuestas.

¿Cómo empezó ese programa? Así:

A partir de ahí, su nombre empezó a circular en los ambientes de la divulgación filosófica. Su trabajo fue tomando espesor y logró llevar a un público masivo los grandes temas de las discusiones filosóficas: de Platón a Hegel, pasando por los filósofos medievales, sin olvidar a los modernos como Descartes o Hume, para llegar a los postestructuralistas como Foucault, Deleuze o Derrida.

¿Para qué la filosofía? ¿Qué temas se puede pensar a partir de ella? ¿Cómo se pueden entender los problemas urgentes como el renacimiento de ciertos fascismos, la xenofobia y la homofobia? ¿Qué caja de herramientas nos da la filosofía?

Sztajnszrajber responde a todo en una charla a fondo con Yahoo sobre el estado actual de la filosofía, las nuevas formas de comunicarnos -y relacionarnos- y por qué la filosofía puede todavía abrirnos una puerta para pensar lo que él caracteriza, a través de pensadores contemporáneos, como los tiempos del “exceso de sentido” y no del vacío de sentido.

Ah, y se pronuncia más fácil de lo que se escribe: “Stain-shraiber”

─Arrancaste con Mentira la verdad y fuiste apostando a la divulgación cada vez más. ¿Cómo decidiste ese enfoque de la filosofía, en un mundo académico cerrado?

─Lo que pasa es que yo empecé y desplegué mi vocación siempre siendo docente de la enseñanza media. Con lo cual, la investigación académica y la ‘cerradés’ del mundo académico no me tocó ni me interesó. Siempre supe, cuando empecé a estudiar filosofía, que quería ser docente. Y después me enganché mucho con la escuela secundaria, con lo cual, toda mi carrera la hice de espaldas al academicismo clásico. Entonces, después, básicamente, la divulgación para mí fue la apertura de ese aula secundaria a un público más masivo. La idea siempre fue que los estudiantes puedan engancharse con el discurso filosófico y usar categorías para analizar cualquier cosa.

─O sea que siempre viste una continuidad.

─Claro, porque lo que hago no es muy distinto a lo que hago en la divulgación. Nunca me resultó un cambio de registro violento: obviamente tuve que lidiar con mis propios fantasmas pero eran menores porque los había resuelto cuando decidí dedicarme a la docencia y no a la academia tradicional.

<em>Sztajnszrajber vio siempre una continuidad entre el aula y el escenario</em>
Sztajnszrajber vio siempre una continuidad entre el aula y el escenario

─¿Está teniendo la filosofía un poco más de lugar en la sociedad?

─No sé si tiene más lugar que antes, no creo. Creo que hay ciclos. La filosofía tuvo sin dudas un ciclo de esplendor en los años 60 del siglo pasado y ahora hay un retorno que tiene que ver con un momento muy particular de sobreabundancia de sentido. En general, cuando lees las justificaciones que se dan acerca de la moda de la filosofía, se suele ponderar el “vacío” de sentido.

─O sea que no creés que haya un vacío de sentido

─¡Yo creo que es al revés! Me parece que en realidad vivimos en un sistema que ha logrado un efecto de verdad, como dice Foucault, que se manifiesta de manera tal que la mayoría de nuestras acciones y prácticas ya tienen un sentido previo. A eso me gusta pensarlo como sobreabundancia de sentido, como que todo viene con su receta, con su manual de instrucciones, y uno ejecuta. Me parece que hay algo de esa sensación existencial que provoca que todo esté ya prefigurado y guionado. Eso hace que se necesite, como decía Platón sobre Tales, “levantar la cabeza aunque te caigas en los pozos”: salirse de ese encorsetamiento que tranquiliza y nos domestica brindándonos un sentido para todo.

─Tus videos e intervenciones suelen tener mucho rebote. ¿Te considerás un influencer?

─Sé que llega mucho lo que hicimos con Mentira la verdad a México, por ejemplo. Primero habría que definir qué es un influencer. No me considero uno porque no estoy online trabajando los temas de la coyuntura. Eso no quita que cuando haya un tema de coyuntura me llamen para escribir una nota o hacerme una entrevista y entonces por ahí se provoca una situación, una explicación que puedo llegar a dar desde la filosofía, y después en este mundo tan raro empieza a circular como me pasó con el tema de la posverdad o con el tema del aborto. Pero me parece que la idea de influencer está pensada para alguien más abocado a pensar lo actual y ahí siento que muchas de las cosas que hago tienen rebote pero creo que no sería la lógica más común del influencer.

El debate por el aborto en Argentina: su invervención se viralizó

─¿Qué pensás de estas formas nuevas de relaciones a través de las redes sociales como Instagram?

─Me encantan las nuevas formas de comunicación y la insistencia en la irrupción de nuevas narrativas. Me parece clave no quedarse arraigado en la tranquilidad de los lenguajes comunes, ¿no? El lenguaje muta y somos lenguaje, por lo cual, es la mejor expresión de que somos seres en constante transformación. El tema es que al mismo tiempo que se van generando los cambios en la vorágine del tiempo salta nuestra faceta más conservadora, que también tenemos, porque a decir de Nietzsche, somos seres fragmentados que pugnan entre sí, de los cuales siempre hay uno que saca la cabeza y es más representativo de lo que somos. Y sin embargo somos ese combate entre los distintos fragmentos que nos constituyen. Cierro paréntesis. Hay uno que también somos que es el ser conservador que quiere sostenerse en lo reconocido, entonces lo novedoso es visualizado como negativo.

─¿No hay un exceso del uso de la imagen en detrimento de la palabra, o soy demasiado conservador?

─La palabra imagen en el modo en el que me formulás la pregunta está emprejuiciada de algo negativo. Y no: eso tiene que ver con que venimos con una matriz platónica y metafísica en la cual la imagen es algo estético en el mal sentido, es decir, más superficial. Hay una lógica filosófica que quiere plantear una discusión entre lo profundo y lo superficial que es insostenible a esta altura, sobre todo por la imposibilidad de dar cuenta de qué sería lo profundo, si no una nueva forma de superficie que nos ha convencido de su carácter opuesto.

─O sea que hay que pensar estas nuevas tecnologías.

─Claro yo le daría mucho lugar a estas nuevas manifestaciones tecnoidentitarias para ver en qué nos van ayudando a seguir mutando. Nada peor le puede pasar al ser humano que enquistarse en un lugar fijo.

Darío Sztajnszrajber
Darío Sztajnszrajber

─¿Qué temas crees que son urgentes para pensar a nivel mundial?

─Bueno, hay temas de todo tenor. En filosofía tenés temas tradicionales y clásicos que se repiten siempre, bajo el maquillaje de su tiempo: el amor, la muerte, Dios. Son tres temas que están siempre presentes desde Platón hasta ahora. Si querés hay un cuarto tema que atraviesa a los tres anteriores, que es el poder. Esa relación tan interesante entre la filosofía y la política. Yo creo que hoy está cada vez más evidenciado ese lazo y te diría que es “el” tema más urgente para pensar cualquier cosa. Lo que pasa es que pensarlo a la luz de nuestro tiempo significa pensar el poder, como de algún modo anunció Foucault, de manera biopolítica.

─¿Cómo sería esto?

─Entendiendo el rol de la tecnología en la construcción de nuestra existencia y quiénes son aquellos que sacrificamos: el otro, si tuviese que resumirlo en una palabra.

─En el marco teórico de la discusión por el poder, ¿qué pensás de figuras como Trump o Bolsonaro, que quieren excluir a los extranjeros con discursos xenófobos?

─Me parece que en las situaciones de crisis hay una tendencia a recurrir a una especie de salvataje individual o de lo propio como primera medida. La xenofobia está basada en una filosofía que entiende que primero está uno y después el otro. El tema es que ese uno es gradual, se va agrandando o achicando según el grado de la crisis: ese uno puede ser la patria, el pueblo, un partido político o puede ser la familia. La xenofobia es la negación del otro y sobre todo su inculpación. Pensar que en realidad esa presencia del otro es causal de nuestra propia tragedia.

Prototipos de muros en la frontera EE.UU. – México. (Rex)
Prototipos de muros en la frontera EE.UU. – México. (Rex)

─¿Y qué implican estos discursos xenófobos?

─Me parece que básicamente todos estos discursos son una forma de no hacernos cargo de nuestra responsabilidad en la crisis, básicamente, porque más vieja que Jesucristo esta teoría del chivo expiatorio, donde siempre se encuentra la presencia de lo otro como factor determinante del malestar propio. Y básicamente se trata de no hacerse cargo uno de su responsabilidad en ese malestar.

─¿Cómo se pueden contrarrestar o qué fisuras presentan estos discursos?

─Este tipo de discursos, a la larga, empieza a fisurarse, porque empieza a mostrar su propia impotencia. Llega un momento en el que no se puede sostener siempre la culpabilidad de lo ajeno si no se resuelven los problemas que llevaron a esa crisis originaria. En general estos gobiernos, por lo menos históricamente, han dado muestra de que se sotienen marketineramente en una posición de crisis permanente, tratando de ir cambiando a los chivos expiatorios, y no hacerse cargo de la resolución interna de los problemas. Y no se hacen cargo porque son representantes de aquellos que lo generan. Se produce esa tensión muy típica de las formas de poder históricas que con tal de reproducirse en su lugar de privilegio van a encontrar todos los mecanismos posibles para ello.

La posverdad: uno de sus videos más compartidos

─¿Qué pensás de las categorías de izquierda y derecha, hoy, en 2018?

─Me encanta cómo se siguen usando. Son grandes metáforas que han ido sobreviviendo a los tiempos y a su final. Recuerdo, no hace muy poco, cómo muchos teóricos y políticos se regodeaban del fin de estas categorías y sin embargo, hoy, ordenan.

─Pero tienen sus limitaciones.

─Claro, yo acuerdo en que no son definitivas ni fijas. Es fundamental liberarlas de las ataduras. Pero admito que uno no puede vivir potenciando esa dicotomía y aferrándose a alguno de esos dos polos porque no permite el encuentro con el otro, la movilidad. Que no significa cambiar de postura, sino ver cómo la postura propia puede, con el paso del tiempo y las innovaciones materiales -lo que Marx llamaba la materialidad de la época- va exigiendo resignificar las categorías también. Me parece fundamental, en ese esquema, no quedarse enquistado en uno de los dos polos, “enguetizados” en ellos. Sí me parece que hoy representan, semánticamente, cuestiones muy distintas a las que representaban en otro tiempo.

<em>Emmanuel Macron, Angela Merkel y Donald Trump: izquierdas, derechas y matices. (AFP)</em>
Emmanuel Macron, Angela Merkel y Donald Trump: izquierdas, derechas y matices. (AFP)

─Y si tuvieses que definirlas, ¿cómo lo harías?

Si me apurás un poco te diría que hoy ser de izquierda es ser abierto y consciente de que nada es definitivo. Es el sentido a partir del cual Derrida habla de la democracia: está siempre abierta y por venir, nunca es definitiva, porque nunca sabés ni sos consciente en tu tiempo de quiénes son tus propios excluidos, entonces tenés que estar todo el tiempo trabajando la apertura y ver qué es lo que no estás viendo en tu propio presente. Me parece que al revés, ser de derecha, es ser un conservador, y sobre todo conservar el lugar de privilegio en el que estás, que puede ser económico o también en relación a tu propia comodidad, pero siempre a lo propio. La izquierda se asocia más a la idea del otro, y la derecha a la idea de lo propio.

─¿De qué manera puede la filosofía, una disciplina con más preguntas que respuestas, contribuir a resolver este tipo de problemas?

Tal vez el ejemplo más claro en esa definición famosa de Platón, cuando habla de qué es la muerte y en qué puede ayudar la filosofía a desangustiarnos dice que la filosofía es un “ejercicio” para la muerte, una especie de gimnasia mental y existencial que nos ayuda no a resolverla sino a manifestar todas sus variables, andarla y desandar los lugares comunes sobre ella -la muerte-, o sobre el problema que sea. Diría, la filosofía no resuelve problemas. Los crea, primero, en aquellos lugares donde se nos ha hecho creer que hay zonas no problemáticas de la existencia, que es la mejor herramienta que tiene el poder para sostener sus privilegios, pero al mismo tiempo, lo que hace es este juego doble de desandar, deconstruir y desarmar sus respuestas más clásicas y analizar distintas perspectivas.

─¿De eso se trata pensar?

─Y, analizar tiene que ver con poner un concepto y visualizar lo que está oculto. Se nos presentan ideas como si fuesen naturales y ocultan construcciones. Entonces esas construcciones está bueno visualizarlas, pensarlas y ver con qué se relacionan. Me parece que esa es la tarea de la filosofía, ayudar a eso. No sé si con eso nos hará más felices, no creo, pero por lo menos nos dará una sensación de mayor libertad.