El destino del hombre que quiso asesinar al presidente Gustavo Díaz Ordaz

Foto: AP
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El dolor por el pueblo herido de muerte en el Movimiento Estudiantil de 1968 y liquidado el 2 de octubre devino afán de venganza en la mente de un mecánico, católico, veinteañero, Carlos Castañeda, quien decidió acabar con aquel que declaró asumir la responsabilidad de lo ocurrido.

Planeó el magnicidio.

El lugar elegido para asesinar a Gustavo Díaz Ordaz, presidente de la república, fue el Monumento a la Revolución, pero por la poca cercanía que el aparato de seguridad permitió, y siempre cuidando que los disparos no fueran a dar en un inocente, Carlos Castañeda se apostó en el cruce de dos calles para a la salida de los funcionarios cumplir su cometido.

Esos fueron los planes, el previo y el impuesto por las circunstancias.

También quería matar a todos los demás cerebros pero empezando por el mandamás.

Así, disparó contra un auto en el que pudo venir pero en realidad no venía el presidente, sino el secretario de la Defensa y el único disparo pegó por fuera en la parte baja del automóvil.

No pudo seguir disparando, pues el arma se trabó.

En eso acabó la intentona.

Apresado de inmediato fue llevado a la muy próxima Dirección Federal de Seguridad donde lo torturaron –más tarde también a familiares-, luego al Campo Militar Número 1 en espera de que se le construyera exprofeso un pabellón en el hospital siquiátrico donde finalmente se le internó.

Ahí permaneció 23 años; los primeros de ellos vividos en aquel confinamiento especial, con un tiempo en compañía del multihomicida apodado La Tora. Los enfermeros y custodios cuentan que solo se oía el golpeteo de una pelota como entretenimiento del hombre tan solo dedicado a cubrir sus necesidades básicas mientras se le administraban sin falta fármacos muchas veces caducos.

Carlos Castañeda / Foto: Especial
Carlos Castañeda / Foto: Especial

LA PELÍCULA DE LA PELÍCULA

Tras 4 años de planeación y producción del documental “El paciente interno” enfocado al caso, el director y el fotógrafo se encuentran por primera vez con el personaje de él (¡!)

La película se estaba haciendo sin Castañeda cuando lo encuentra la abogada Norma Ibáñez y da aviso a la producción.

¿Qué había sido del personaje?

Tras su liberación había pasado la Nochebuena en casa de su hermano –egresó un 23 de diciembre-, y luego de breves salidas acabó eligiendo la situación de calle.

Se le apoyó para ingresar a un albergue de puertas abiertas del entonces GDF al que también dejó para regresar a la libertad donde la filmación lo dejó por fin.

El director, Alejandro Solar Luna, ha tratado actualmente de reencontrarse con su protagonista sin éxito.

De manera que no se sabe si aún vive.

¿LO MISMO QUE CON ÁLVARO OBREGÓN?

En sus mocedades Carlos intentó ser sacerdote pero no fue aprobado por los superiores. Hijo de cristeros, se aficionó a la causa. Más aún por la lectura de “Héctor” de Jorge Gram, donde se justifica y hasta se promueve matar por la fe.

Pero por si hiciera falta nuestro personaje siente más agravio y deseo de venganza ya que, dado que el pueblo es mayoritariamente católico, los muertos del 2 de octubre fueron más que nada católicos también, deduce.

Ya sexagenario, continúa practicando su devoción: conoce y aplica pasajes bíblicos a situaciones que se le presentan -adaptándolos a su manera-, reza, participa en la misa y habla con reverencia y fe de Jesucristo.

GUERRA SUCIA

Entre las pocas veces que el sistema se preocupó por el caso está la de la Femospp –Físcalía Especializada en Movimientos Sociales y Políticos del Pasado- quien lo consideró como un caso al que no se dio el tratamiento legal debido sino que se usaron con él métodos arbitrarios, pa’ pronto: guerra sucia.

Lo mismo vale para el derecho a la información del asunto: no existe archivo.

CNDH

Luego de que la CNDH recomendara la externación o reubicación de varios pacientes, en el caso que nos ocupa por no existir un mandato legal como antecedente de su retención, Carlos Castañeda fue liberado.

Aquel ángel llamado Norma Ibáñez, que lo localizara para la filmación, había sido quien hizo la revisión de su caso para la Comisión.

DON CARLOS EN EL PRESENTE (DEL LARGOMETRAJE)

Si bien tiene movimientos compulsivos, absurdos bajo la lupa de la normalidad, habla con plena congruencia, memoria cabal, no es tan repetitivo ni usa estribillos –a menos que el director nos haya súpereditado sus palabras-, en su plática llega a aparecer alguna palabra muy propia, y solamente pierde el nivel de la conversación cuando nos quiere convencer de que mejor optemos por ir a comer
tal o cual alimento que seguir hablando.

Todo, más allá de su clasificación como esquizoparanoide. La abogada asegura que esa condición no era preexistente al atentado sino que se la provocó el siquiátrico con su tratamiento.

hectorosoriolugo2013@yahoo.com.mx