El descabellado plan de Donald Trump para que México pague por el muro en la frontera

Finalmente Donald Trump ha delineado cómo pretende hacer cumplir su idea de hacer pagar a México por el muro en la frontera de Estados Unidos que él ha prometido construir. Su clarificación incluye argumentos tan extremos y nada plausibles que revelan cómo desconoce –o desdeña premeditadamente– las realidades políticas estadounidenses, la dinámica de la relación económica entre México y EEUU y las peculiaridades políticas y sociales mexicanas.

El magnate planteó varias posibilidades para hacer pagar a México por el muro, pero la más notoria es su propuesta bloquear las remesas de sus inmigrantes en EEUU como una medida de presión para que el gobierno mexicano acepte pagar miles de millones de dólares.

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Donald Trump finalmente explicó, aunque con propuestas poco plausibles, cómo haría que México pague su plan de levantar un muro fronterizo. (AP)

Según Trump, si gana la presidencia propondría un ajuste a las regulaciones para obligar a las empresas que realizan transferencias de dinero de EEUU a México –como Western Union o Money Gram– a poner como requisito que la persona que envía resida legalmente en EEUU. Para lograrlo ampliaría el concepto de cuenta para incluir las transferencias.

Trump busca que la amenaza de frenar el envío de remesas de mexicanos indocumentados haga que el gobierno de México acepte pagar entre “5,000 millones y 10,000 millones de dólares” a cambio de que tal regulación no entre en vigor. Todo estirando provisiones de la Ley Patriota, creada para la lucha contra el terrorismo y el lavado de dinero, y usando esa restricción como una forma de presión, que muchos considerarían de chantaje, para hacer que México acepta pagar por el muro.

El monto de remesas a México es sin duda importante, unos 25,000 millones de dólares en 2015, de acuerdo a un amplio estudio sobre el tema elaborado por el Consejo Nacional de Población de México y la Fundación BBVA Bancomer. Las remesas representaron el 1.8% del PIB de México en 2013, pero en realidad no está claro cuánto de los 25,000 millones de dólares enviados en 2015 provino de indocumentados y por tanto serían susceptibles de la mentada regulación.

Y tampoco sería automático que la ‘prohibición’ a los indocumentados de enviar remesas vaya a frenar el flujo de dinero a México. Aunque de modo problemático, mucho de esas sumas continuarían fluyendo al país vecino, como sucedía en el pasado, a través de personas que portan efectivo cuando viajan a territorio mexicano, o incentivaría la inmigración indocumentada –justo lo que Trump rechaza– pues forzaría a quienes reciben esas sumas a cruzar al lado estadounidense para no quedarse en la marginación económica.

Para colmo, al trastocar los envíos de dinero entre ambos países se abriría la puerta para que muchos de esos flujos se hagan de modo encubierto o clandestino, lo que iría a contracorriente del objetivo de la propia ley bajo la que Trump ampararía su regulación

Y, por añadidura, una norma así afectaría también el envío de remesas de personas indocumentadas originarias de otros países, además de que resultaría impropio e incluso inconstitucional crear una regulación a modo que afectara solo a un grupo específico con base en una idea, u ocurrencia, del Ejecutivo en turno.

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Largos segmentos de muro ya corren en la frontera entre México y Estados Unidos. (AP)

Una lógica errada

La propuesta de Trump tiene graves fallas, que se suman a su componente antiinmigrante, xenófobo y demagógico, pero habla mucho de su afán autoritario y de su desesperación por levantar cabeza luego de sus recientes traspiés ante la opinión pública en temas como el aborto, el uso de armas nucleares y el sexismo y de la creciente posibilidad de que la candidatura republicana se le escurra entre los dedos si no logra la mayoría de delegados antes de la Convención de su partido.

Primero, implica un cierto desconocimiento de los procesos diplomáticos y las relaciones entre gobiernos, pues resulta altamente improbable, por más significativas que sean las remesas, que un gobierno acepte o pueda pagar las sumas que Trump señala solo para que una propuesta regulatoria nunca promulgada no se aplique.

La posibilidad de que el gobierno de México actuara de ese modo es ínfima, y no solo por orgullo patriótico o defensa de su población más desfavorecida sino porque una norma propuesta o sugerida es inocua hasta que no sea realmente promulgada. Y si es promulgada entonces no podría luego ser revertida a capricho de uno solo de sus casos de aplicación, por lo que el ‘incentivo’ para que México pagase en realidad nunca existiría.

¿Por qué tendría el gobierno mexicano que pagar para evitar que una norma entre en vigor si tal norma no le afecta antes de ser establecida y no podría ser retirada en caso de que efectivamente lo fuese?

Trabas en EEUU y México

Incluso, una regulación así podría ser impugnada por inconstitucional y paralizada por decisión judicial en EEUU, ya sea porque sea acusada (como lo han sido las acciones ejecutivas de Barack Obama en materia de inmigración) de ser un abuso de las facultades del Ejecutivo (un discurso de peso de los republicanos actualmente) o, en el supuesto improbable de que fuese aprobada en el Legislativo, por ser considerada una suerte de ‘Bill of attainder’ que penaliza a un grupo en específico sin proceso judicial previo.

Si tales impugnaciones serían a la postre avaladas es mera especulación, pero bastarían para retener el plan de Trump y para introducir tanta tensión política al respecto que volvería muy difícil avanzar, por ejemplo, en el crucial tema de que el Congreso apruebe los fondos para construir el muro, lo que se requeriría con o sin pago proveniente de México.

Y aunque no se sabe aún cuál será la composición del Congreso que resultará de la elección de noviembre, los miedos expresados por numerosos republicanos, incluso los otros precandidatos y ciertamente con un tono electoralista antiTrump, de que una candidatura del magnate podría hacerles perder el control del Senado sugieren que Trump no tendría la puerta abierta para impulsar legislación o defender medidas tan erosivas y cáusticas como su plan financiar el muro fronterizo.

Y del lado de México, cabe preguntarse con base en qué podría ese pago del muro ser aprobado en el Congreso mexicano en el supuesto de que el gobierno de Enrique Peña Nieto doblara las manos ante Trump, considerando que su partido no tiene por sí mismo mayoría legislativa suficiente y encontraría, en sus propias filas, en las de sus satélites y desde luego en sus opositores, un rechazo mayúsculo a tal medida.

Para colmo, el momento no ayudaría a Trump pues, de llegar a la Casa Blanca en enero de 2017, México se encontraría para entonces en la apertura de su proceso de elección presidencial (que se celebra en 2018) y es realmente improbable que un partido o aspirante a candidato mexicano opte por tomar la píldora envenenada de pagar las sumas que Trump exige y, con ello, cometer suicidio político.

La lógica de regateo de Trump quizá funcione para regular los precios de habitaciones de hotel o contratos de construcción entre particulares, pero no a escala de legislación, políticas públicas y relaciones intergubernamentales.

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Empresas como Western Union serían muy afectadas en sus ingresos si prosperase el plan de Trump, y se opondrían a él significativamente. (Reuters)

Más regulación, anatema conservador

Por otro lado, establecer una regulación como la que Trump propone para las remesas enfrentaría otros obstáculos formidables dentro de Estados Unidos, de tal magnitud que el gobierno de México no tendría mucho de qué preocuparse por un posible recorte del flujo de dinero que le lleva de los mexicanos en territorio estadounidense en el corto o mediano plazo.

Algunas de esas trabas son de peso. Una sería la inmensa oposición de las entidades financieras estadounidenses a que se les mermara de tajo su negocio de envíos de remesas al obligarlos a obtener de sus clientes prueba de residencia legal en el país, pues eso les arrebataría ingentes cantidades de ganancias. Otro es que la redefinición del concepto de cuenta para que incluya a las transferencias bancarias implicaría incrementar la regulación y costos para las empresas que lo realizan, lo que presumiblemente no estarían dispuestas a hacer y tratarían de frenar.

Incrementar las regulaciones, por otro lado, es justo el tipo de propuestas que son rechazadas por naturaleza por la mayoría de los republicanos (es decir, a quienes Trump quiere ahora representar como candidato), y tener suficiente personal para poder fiscalizar y aplicar realmente esa norma implicaría expandir la burocracia y el gasto público, otros anatemas para los conservadores.

Otras medidas complicadas

Hay quien dice que no se necesitaría ir tan lejos y con tanta tensión para los propios estadounidenses para obtener dinero del fenómeno de las remesas, pues bastaría con aplicarles impuestos o tarifas adicionales (sin un bloqueo como tal) para desalentarlas, y con ello presionar a México.

Pero si bien es también improbable la factibilidad o el alcance de ello, tal opción carece del bombo y platillo que Trump busca ahora. Y, en el supuesto de que se aplicara, implicaría que recaudar cantidades suficientes para pagar por su muro llevaría un tiempo considerable, quizá más que lo que el propio Trump durase en la Casa Blanca, si llegara a colocarse allí. Una opción con poco brillo electoralista.

Por otro lado, las otras posibilidades que Trump postula para obligar a México a pagar –elevar tarifas a las exportaciones de México a Estados Unidos, cancelar visas o elevar las tarifas para emitirlas– serían más factibles, pero más que forzar al gobierno mexicano a abrir la chequera crearían grave daño a Estados Unidos, pues se mermaría los enormes ingresos que gastan en Estados Unidos los mexicanos que lo visitan (quienes conocen la dinámica comercial en la frontera saben que las economías están imbricadas a ambos lados y que restringir el flujo de personas de México a Estados Unidos golpearía de modo sustantivo a los negocios y los empleos en el lado estadounidense).

Además, Trump se queja mucho de que la balanza comercial con México es deficitaria para Estados Unidos (ciertamente México vendió en 2015 58,000 millones de dólares más de lo que compró a Estados Unidos), pero suponer simplistamente que esa diferencia se la embolsan los mexicanos es equivocado.

Gran parte de las exportaciones de México a Estados Unidos la realizan empresas estadounidenses, justo las que “se llevaron los empleos” al extranjero, y al mismo tiempo muchos de los insumos y materias que esas empresas utilizan los compran o traen desde Estados Unidos. Por ello, gravar el comercio exterior con México afectaría también sustancialmente a muchas empresas estadounidenses y a quienes en ellas trabajan, algo que no solo sería negativo para Estados Unidos sino que levantaría poderosa oposición contra tales medidas en la clase empresarial.

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El plan de Trump para hacer pagar a México es propaganda electoralista y para tratar de frenar a sus rivales. Cruz lo supera en encuestas en Wisconsin. (AP)

La debilidad de Trump

Así, las propuestas de Trump para que México pague su plan de construir un gran muro fronterizo lucen más como una medida desesperada para tratar de convencer a más votantes recalcitrantes en materia de inmigración y frenar el trasvase de votos que, como parece que se concretará hoy en la primaria republicana de Wisconsin, estaría sucediendo en cierto grado a favor de Ted Cruz y hasta de John Kasich.

El plan de Trump se inscribe más en su inquietud ante el movimiento conservador que trata de impedir que logre la mayoría de los delegados para forzar una resolución en la Convención del Partido Republicano, que en el de políticas viables y beneficiosas ya no se diga para México, sino para sus propias posibilidades en caso de ganar la candidatura y para el bienestar general de Estados Unidos.

Eso no significa que no haya que tomárselo en serio.

El plan de Trump luce firme en su condición retórica y agitará presumiblemente las actitudes antiinmigrantes y xenófobas que ya existen entre amplios grupos de la derecha estadounidense. Pero que llegue a aplicarse resulta por el momento altamente improbable y sería mera demagogia para el consumo de un electorado amargado contra los inmigrantes que, por añadidura, comienza a hacerle ciertos guiños a Cruz.

Un coqueteo al que Trump realmente necesita ponerle un muro y un bloqueo si es que quiere evitar que la nominación se le vaya entre las manos en los intríngulis de la Convención Republicana.

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