El bebé real que cautivó al mundo

Cuando George nació el 22 de julio, el mundo estalló de júbilo. Quizás escribir "el mundo" sea una exageración, pero este Jorge no era uno más de los cientos que nacen cada día en las tierras del antiguo Imperio Británico. George Alexander Louis, hijo Catalina y Guillermo, los Duques de Cambridge, tiene una corona en su destino y la nobleza en la sangre.

El nacimiento del bebé, tercero en el orden de sucesión de la reina Isabel II, provocó reacciones en lugares tan improbables como Teherán. Todos, absolutamente, hicieron un comentario antes o después del feliz acontecimiento. El inexplicable atractivo de la realeza inglesa puede convertir, al menos brevemente, a los republicanos en monárquicos, apuntó The New York Times.

El nacimiento y la euforia

Los británicos y el resto de la humanidad interesada en los chismes de la Casa de Windsor habían esperado desde diciembre, cuando se conoció oficialmente el embarazo de Catalina, otrora Middleton. En la mañana del 22 de julio despertaron con la noticia de que la Duquesa de Cambridge había ingresado en el Hospital St Mary, para iniciar el trabajo de parto.

El mundo sostuvo la respiración hasta las 8:30 p.m., hora de verano en Londres, cuando se anunció que el bebé había nacido varón. La noticia fue recibida con estrépito de cañones en las capitales de Canadá, Nueva Zelanda y Bermudas, antiguas colonias británicas. En Londres también tronó la artillería y los campanarios enloquecieron.

Según afirmó la periodista Lionel Shriver en The New York Times, se esperaba que los británicos gastaran cerca de 100 millones de dólares en vino espumoso y unos 38 millones en comida para fiestas durante las celebraciones. Al menos el recién nacido Jorge dio a los habitantes del Reino Unido un tema de conversación diferente a los políticos, los problemas de la economía y el mal tiempo, ironizó el diario estadounidense.

Solo algunos, por pura envidia o despectiva ignorancia, se abstuvieron de celebrar el suceso. En Francia, el archirrival histórico de Inglaterra, el periódico Le Monde se burló de la cobertura sensacionalista de los medios al otro lado del Canal de la Mancha. Un articulista en The New Yorker confesó su desconcierto ante el interés de los estadounidenses por el parto de Catalina. Pero lo peor sobrevino en Irán, donde la televisión estatal calificó a Isabel II de dictadora y todo el show en torno al “royal baby” como un síndrome escapista inflado con esteroides, según reportó The Guardian.

La fascinación por el pequeño Príncipe Jorge de Cambridge no concluyó con la escena de la feliz pareja en las afueras del hospital St Mary. El 23 de octubre la familia real se reunió en la capilla del Palacio St James, en Londres, para el bautizo. La elección del sitio fue un homenaje a la Princesa Diana de Gales, madre de Guillermo, quien reposó allí la víspera de sus funerales en 1997.

Un detalle para los monárquicos fervorosos y los coleccionistas de anécdotas: ese día el fotógrafo Jason Bell tomó una imagen histórica, cuando la reina Isabel II, el príncipe Carlos, Guillermo y el recién nacido Jorge posaron juntos. Desde 1894 no se publicaba una instantánea con el monarca en ejercicio y las tres generaciones de sucesores al trono.

Jorge corona el gran vuelco

Aunque en su recién nacida inocencia Jorge parezca una pieza insignificante de la realeza británica, su llegada marca el final feliz de una ardua operación de relaciones públicas. Isabel II puede cerrar ahora el capítulo sombrío que abrió la muerte de Diana de Gales.

La reina puede confiar también en la fidelidad de sus súbditos. La locura en torno al nacimiento de Jorge confirma el fervor de los británicos por su realeza, un sentimiento que despierta curiosidad, asombro y desconcierto, esto último entre republicanos y vasallos de otros reyes menos populares, como el pobre Juan Carlos I de España.

De acuerdo con sondeos citados por The New York Times, la abrumadora mayoría de los británicos ha conservado su amor por la monarquía. Sucesivas encuestas entre 1969 y 2011 han mostrado que los enemigos del Palacio de Buckingham jamás han superado el 20 por ciento. Estos resultados siguen una lógica que trasciende el show de las celebridades.

“En tiempos de gran tensión nacional, la familia real ha elevado la moral de los británicos”, señaló el periodista Hugh Muir en las páginas de The Guardian. Muir recordó la participación de miembros de la Casa Windsor en la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra de las Malvinas.

Cuando las sombras de la crisis europea planean sobre el Reino Unido, al parecer los ciudadanos de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte vuelven el rostro a uno de los pilares de la nación.

“La monarquía provee un sentido de continuidad”, indicó Maya Jasanoff, profesora de historia en la Universidad de Harvard, en declaraciones a The New York Times. En ese sentido, la reina Isabel II constituye el vínculo más visible entre la actualidad y la Segunda Guerra Mundial, “un momento definitorio para la identidad británica moderna”, explicó la catedrática.

Y para los que no creen en símbolos o justificaciones sociológicas, aquí va una cifra incontestable: la industria de los souvenirs relacionada con el nacimiento de Jorge de Cambridge debe de generar 243 millones de libras esterlinas (más de 389 millones de dólares) para la economía británica, de ellas 37 millones en exportaciones.