El abuso que se oculta detrás de la ropa barata

En ocasiones, para cumplir con pedidos urgentes, las trabajadoras textiles son sometidas a violencia física y psicológica (L'Express.fr)
En ocasiones, para cumplir con pedidos urgentes, las trabajadoras textiles son sometidas a violencia física y psicológica (L’Express.fr)

Esta temporada festiva, cuando corríamos detrás de las rebajas para completar la lista de regalos o saciar el deseo de tener algo nuevo, éramos cómplices, probablemente, de uno de los dramas más vergonzosos de nuestra época. En Bangladesh, a miles de kilómetros de los luminosos centros comerciales de Norteamérica y Europa, la gente sigue muriendo para que podamos comprar ropa barata. Muertos bangladesíes en la euforia de las liquidaciones.

El 24 de abril de 2013 nos despertó del ensueño. Ese día una fábrica de confecciones se vino abajo en Daca, la capital del país asiático. Con el derrumbe del Rana Plaza se hundió también la vida de 1.134 personas. En los talleres del edificio se producían piezas para grandes compañías como Benetton, Kappa, Walmart, JC Penney, Primark y Loblaw.

La tragedia del Rana Plaza obligó a las empresas europeas y norteamericanas con negocios en la industria textil de Bangladesh a prometer mejoras en la seguridad de las instalaciones. Sin embargo, las condiciones de trabajo en las manufacturas no han cambiado mucho. Y tal vez nunca se transformen al punto de ofrecer trabajo estable y bien pagado a quienes nos visten con sus manos anónimas. Los ciclos implacables del mercado de la venta al detalle engendran más explotación, no menos.

La disponibilidad de mano de obra barata en Bangladesh beneficia a grandes empresa como Walmart (Footwear News)
La disponibilidad de mano de obra barata en Bangladesh beneficia a grandes empresa como Walmart (Footwear News)

La falsa conciencia tranquila

Tras el desastre en el Rana Plaza, dos grandes grupos de empresas suscribieron sendos acuerdos para evitar que se repitieran el incidente. Por una parte, unas 200 compañías, mayoritariamente europeas, integran el Accord on Fire and Building Safety in Bangladesh. Otras 29, estadounidenses y canadienses, establecieron la Alliance for Bangladesh Worker Safety. El gobierno local también implementó su propio plan, conocido como National Tripartite Action Plan.

Esos tres mecanismos aseguran haber realizado inspecciones en unas 3.500 fábricas, cifra que se acercaría al total incluido en los datos oficiales. Pero la realidad de la industria textil bangladesí desafía esas estadísticas. De acuerdo con un estudio del Stern Center for Business and Human Rights de la Universidad de Nueva York, el número de talleres supera los 7.000. Muchos de ellos funcionan de manera clandestina, al margen de las regulaciones, con frecuencia subcontratados por las manufacturas legales que están registradas como proveedoras de clientes internacionales.

Luego, la cobertura del Accord y la Alliance alcanza solamente al 27 por ciento de las manufacturas en el país asiático. El mencionado reporte calcula que cerca de tres millones de trabajadores quedan fuera de los programas de mejoras en seguridad propuestos por las compañías extranjeras.

Además, las intenciones de las empresas que compran su ropa en Bangladesh no siempre se traducen en acciones concretas. Un informe publicado en noviembre pasado por el International Labor Rights Forum y otras organizaciones señaló a la Alliance por querer ocultar la falta de acciones detrás de un seguimiento impreciso, y no respetar sus propios términos para ejecutar las mejoras.

Fábricas que se mantienen bajo el estatus “On track” aún tienen problemas como la ausencia de sistemas de alarma contra incendios y salidas inadecuadas para escapar en caso de un fuego. Las agrupaciones de defensa de derechos laborales apuntaron también a deficiencias estructurales en varios edificios, que podrían colapsar como ocurrió en el Rana Plaza.

La Alliance rechazó el reporte y reafirmó su objetivo de concluir los trabajos en 2018.

Los bangladesíes continúan reclamando cambios para que no se repita la tragedia del Rana Plaza (AFP)
Los bangladesíes continúan reclamando cambios para que no se repita la tragedia del Rana Plaza (AFP)

Las máquinas de la moda

Bangladesh es una de las piezas fundamentales del mercado mundial de los textiles. El sector genera 23.000 millones de dólares anuales, lo cual representa el 15 por ciento del PIB de esa nación asiática. Solo China lo supera en la lista de exportadores de ropa. Pero mantener esa posición exige un precio.

El salario mínimo de los trabajadores de las manufacturas de ropa no llega a los 70 dólares mensuales, cinco veces menos de lo necesario para cubrir sus necesidades básicas. A menudo deben hacer horas extras para cumplir con los pedidos de los clientes internacionales. Por ese esfuerzo adicional pocos reciben remuneración.

Los propietarios de las fábricas reprimen los intentos por formar sindicatos, con la complicidad de las autoridades y las empresas extranjeras. En la práctica, el respeto de derechos como la licencia de maternidad y la cobertura de días de enfermedad pagados depende de la buena voluntad de los dueños.

Pero mantener un empleo en esa industria constituye para millones de bangladesíes la única opción. Poco pueden hacer para quebrar un sistema que los condena a ofrecer una mano de obra cada vez más barata, mientras las grandes compañías europeas y norteamericanas de la venta al detalle compiten por bajar los precios de la ropa Made in Bangladesh, Made in China o en otro país en desarrollo.

La próxima vez que tomemos una percha, observemos de dónde viene. Al menos después de ese gesto no podremos escudarnos en la ignorancia cuando las noticias de otro Rana Plaza emerjan en la prensa.