De los egipcios a Julio César: ¿por qué existen los años bisiestos?

El problema siempre ha sido alinear el calendario de 365 días con el tiempo real que demora la Tierra girando alrededor del Sol
El problema siempre ha sido alinear el calendario de 365 días con el tiempo real que demora la Tierra girando alrededor del Sol - Créditos: @Getty Images

WASHINGTON.- Si no existieran los años bisiestos, a la larga Navidad terminaría cayendo en invierno.

El 29 de febrero, el día que se agrega a fines de ese mes cada cuatro años, garantiza que nuestro calendario se mantenga sincronizado con la órbita de la Tierra, señala Shauna Edson, educadora de Astronomía del Museo Nacional del Aire y el Espacio de Estados unidos. El año calendario estándar dura 365 días, pero en realidad la Tierra “tarda unos 365,26 días en orbitar el sol, explica Edson.

El agregado de ese día 29 al mes de febrero cada cuatro años permite compensar ese cuarto de día que se pierde cada año.

De lo contrario, cada cuatro años nuestro calendario quedaría adelantado un día respecto de la órbita de la Tierra, y a lo largo de un siglo se acumularían 24 días. Así, lenta pero inexorablemente, las estaciones y los solsticios caerían en épocas del año totalmente diferentes a lo que estamos acostumbrados.

“Al principio no lo notaríamos”, dice Edson. “Pero en algún momento, en el hemisferio norte terminaríamos celebrando la Navidad en pleno verano, y en el hemisferio sur, Semana Santa sería en primavera.” Además, para completar el ciclo completo, pasarían siglos antes de que las estaciones volvieran a coincidir con el momento del año actual.

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“La forma en que los humanos medimos el tiempo está levemente desfasada con la órbita terrestre alrededor del sol”, señala Edson. “A los humanos nos gustan los números redondos y ordenados, pero la naturaleza no funciona así.”

Sin embargo, no todos creen que sumar un día adicional cada cuatro febreros sea la respuesta. En 2020, dos científicos propusieron poner fin a los años bisiestos con un nuevo calendario anual: tendría una duración de 364 días, en el que el año siempre comenzaría en lunes y la mayoría de los meses tendrían 30 días. En lugar de años bisiestos, esos científicos propusieron que cada cinco o seis años se agregara una semana adicional al calendario “en la que se puede salir de fiesta”. La idea no prendió…

El origen

Hace miles de años que los humanos deben “gestionar” el calendario que crearon, y las variantes se extienden por todo el mundo.

Inspirado en el calendario solar egipcio, que constaba de 365 días y cada tanto un mes adicional, Julio César reorganizó el calendario romano para que contuviera 365 días y le agregó un día al segundo mes del año cada cuatro años. Este calendario entró en vigor alrededor del año 46 a.C.

Pero todavía había algunas discrepancias.

Como la órbita de la Tierra alrededor del Sol tarda “alrededor de” 365,25 días, y no “exactamente” 365,25 días, sumar un día cada cuatro años tampoco resuelve todo completo el desfasaje, señala Edson.

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Esto fue de particular preocupación para la Iglesia Católica en el siglo XVI. La fecha de Pascua se había alejado demasiado de su calendario tradicional, y por eso en la década de 1580, el Papa Gregorio XIII encargó un calendario que eliminaba el agregado del día bisiesto en los años de principio de siglo —años que terminan en dos ceros— a menos que ese año sea divisible por 400.

O sea que 1700, 1800 y 1900 no fueron años bisiestos, pero el 2000 sí.

Antes del año 2000, el último año bisiesto múltiplo de cien fue 1600, señala Edson. Este ajuste sincroniza el calendario gregoriano moderno con la órbita real de la Tierra alrededor del Sol, por más que complique un poco los cálculos.

Por Anumita Kaur

(Traducción de Jaime Arrambide)