Efectos cerebrales de vivir en gratitud

Pocas culturas alrededor del mundo dedican un día a dar gracias. La gratitud siempre se ha considerado un acto espiritual importante, ya que nos enfoca hacia todas las buenas cosas que suceden en nuestra vida. Pero ¿es un día al año suficiente para vivir en gratitud? En esta oportunidad vamos a conocer qué significa agradecer y los efectos que produce en el cerebro a corto y largo plazo.

Cortesía y culpa no son gratitud. Es importante saber que vivimos en una sociedad que tergiversa los conceptos, lo cual no permite diferenciar si lo que hacemos es cortesía o auténtica gratitud.

Desde muy pequeños se nos enseñó a dar las gracias cuando alguien nos ofrece algo, al punto de que terminamos agradeciendo para evitar ser reprendidos y no porque realmente lo sentimos. De allí aprendemos que la gratitud es una obligación para quedar bien con el otro, con una sensación interna que es más de temor que de gratitud.

Además de lo anterior, crecemos en entornos donde nuestros cuidadores buscan hacernos valorar lo que nos dan, y que de allí se crea una relación de gratitud que realmente es la siembra del sentimiento de culpa. Cuando estamos en una reunión donde nos sirven comida en exceso y decimos que no queremos porque no nos gusta o estamos llenos, estas sensaciones se invalidan para recordarnos que hay que ser agradecido porque alguien al otro lado del mundo se está muriendo de hambre. Acto seguido, nos engullimos la comida como sea, pero nunca desde la gratitud, sino desde el sentimiento de culpa.

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Por estas dos razones, entre otras más, es importante aprender a identificar el verdadero sentimiento de gratitud, para cultivarlo cada día, en lo simple y cotidiano.

Gratitud en la salud cerebral. Cuando ponemos nuestras neuronas bajo estudio descubrimos que la gratitud es una experiencia subjetiva, es decir, que no podemos inducirla ni exigirla, pues brota desde lo más profundo de la persona. Cuando a alguien se le obliga a ser agradecido, el cerebro no genera la misma actividad que desarrolla cuando surge naturalmente.

De forma concreta, la gratitud activa los sistemas asociados con el refuerzo y la recompensa, los cuales inciden directamente en una autoestima fortalecida. Adicional a ello, varios estudios relacionados con la longevidad y la neurodegeneración indican que las personas que llevan una vida socialmente gratificante reducen los riesgos del alzhéimer en aproximadamente un 12 por ciento.

El fortalecimiento de la reserva cognitiva, que es el mecanismo de protección cerebral frente al envejecimiento y la degeneración cerebral, se ve enormemente beneficiado por quien elige conscientemente vivir en gratitud y elegir espacios donde la gratitud sea un valor social.

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Practicando la gratitud. La gratitud, como ya vimos, no se expresa en una acción, sino en un sentimiento. En primer lugar, el mundo interno de la persona registra un instante de bienestar, lo que se genera a causa del descenso de cortisol en el cuerpo (hormona de la acción y el estrés). En segundo lugar, la dinámica mental de la persona cambia de enfoque, llevándola de lo que le falta a lo que efectivamente tiene. Con el tiempo, mientras más frecuentemente vivimos en gratitud, vamos desarrollando capacidades para ver oportunidades que otros no ven.

Existen diversas técnicas para invocar el sentimiento de gratitud, pero mi favorita es la de hacer una lista de razones por las que agradezco la existencia de alguien en mi vida, o las oportunidades que se presentan en mi mundo para ese momento.

Al principio, sobre todo si es algo que no me gusta, a mi mente le toma un tiempo identificar lo bueno porque vive en modo resistencia. Pero no perdamos el foco, sigamos allí buscando opciones y te sorprenderás cómo al principio cuesta, pero muy pronto se convierte en algo fácil, dada la capacidad del cerebro de ajustarse a las circunstancias a las que le prestamos atención.

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Vinimos a disfrutar, no a sufrir. Una vida bien vivida, de esas que llegan al final de sus días con plena satisfacción de lo que se hizo, tiene como base los recuerdos de disfrute y alegrías, de encuentros de calidad y de momentos positivamente inolvidables. Las personas que incorporan hábitos de gratitud están eligiendo conscientemente tomar lo mejor de lo que les sucede y acumular buenas memorias.

A pesar de lo que escuchemos o nos cuenten repetidamente, es importante saber que no es lo que sucede, sino lo que hacemos con lo que sucede, como creamos la vida que merecemos… y definitivamente nadie vino a esta vida a sufrir, de lo contrario el sufrimiento nos diera vida, lo cual está científicamente comprobado que el sufrimiento nos resta vida, es antinatura.

Al finalizar estas líneas, tómate un minuto y responde: ¿Qué es eso que una vez fue tu más grande sueño y que hoy no solo es parte de tu realidad, sino que además se te olvida agradecerlo? Te sorprenderás cómo tu cuerpo responde a ello. No pienses tanto, siéntelo y vívelo. N

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Joselyn Quintero es especialista en neurofinanzas, autora de varios libros, conferencista y directora de Armonía F. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.