Por qué con la educación inclusiva salimos ganando todos

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Las personas compartimos rasgos comunes; sin embargo, como seres únicos que somos, lo normal es que seamos diferentes. Durante la infancia y la adolescencia estas diferencias pueden llegar a ser enormes y por eso, cada curso y cada aula son un mundo en miniatura: ni hay dos alumnos iguales, ni hay dos grupos de alumnos iguales.

Pero la diversidad no es una lacra del sistema educativo, sino un valor que debemos apreciar por su gran beneficio para la sociedad.

Las diferencias entre individuos responden a tres condiciones: biológica, psicológica y social. Además, el desarrollo humano comprende cinco dimensiones que a su vez crean más diferencias individuales. Estas dimensiones son la cognitiva, la social, la física, la afectiva y la espiritual. Con tal cantidad de factores y variables en continua combinación y transformación, cada ser humano debe tener la oportunidad de sacar el máximo rendimiento con los medios que dispone su contexto.

La inclusión en las aulas de los centros educativos de alumnado con diversidad funcional y cognitiva es uno de las bases de la reciente ley educativa en España y forma parte de todas las declaraciones y convenciones de derechos humanos (de derechos humanos, de derechos del niño, Declaración de Salamanca y Marco de Acción sobre Necesidades Educativas Especiales, etc.) que se fundamentan en los principios de dignidad de la persona, bien común y justicia social.

Pero ¿cuál es su aplicación práctica? ¿Cómo pueden los docentes no solo hacer frente a alumnos con muy distintas necesidades y evolución académica, sino también convertir las diferencias en algo enriquecedor que permita enseñar de manera cada vez más personalizada y específica a cada estudiante?

La transformación de las escuelas

La inclusión educativa es un proceso de transformación sociocultural de las escuelas: se trata de una transformación heterogénea pues depende de los muy diversos contextos de cada centro. Esta transición sociocultural debe tener en cuenta cómo es la sociedad (geográfica, política, histórica y económicamente) y la cultura propia del entorno en el que se desenvuelve cada escuela.

Cómo son las familias que acuden con sus hijos, qué actitudes sociales y culturales conviven en la comunidad educativa, qué barreras impiden u obstaculizan el proceso educativo: todas estas cuestiones harán que cada centro gestione el proceso de manera distinta, y será una de las claves para conseguir la inclusión social.


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Las pautas teóricas

El modelo educativo en el que se basa la inclusión está centrado en la personalización del aprendizaje, que se logra a través de la implicación de toda la comunidad científica y profesional. La comunidad acuerda los mínimos que hay que tener en cuenta para actuar de forma inclusiva, propone líneas estratégicas de acción en el aula, centro y comunidad, y prevé cómo va evaluar (autoevaluación, heteroevaluación y coevaluación) tanto el modelo como los efectos que se van manifestando en la práctica.

Educar de manera inclusiva supone diseñar el acto didáctico de manera abierta y flexible: tener en cuenta el contexto de los participantes en él (profesorado, alumnado y familias) y conjugar sus diferencias individuales en un entorno lo menos restrictivo posible para lograr su máximo desarrollo potencial. El “Índice de inclusión” de principios del siglo XXI elaborado por Booth, Ainscow y sus colaboradores sirve para garantizar la presencia, la participación y el aprendizaje de todo el alumnado.

Las claves prácticas

¿Cómo se logra una educación personalizada en un contexto de diversidad? Los docentes asumen el reto de diseñar una educación inclusiva a través de las propuestas didácticas que programan anualmente. La personalización del aprendizaje va a tomar como punto de partida, precisamente, el estado inicial de cada alumno ante la situación de aprendizaje que afronta. Así, empleará diferentes momentos de la jornada escolar para conocer a sus alumnos y definir las barreras y fortalezas que configuran el grupo.

Los primeros días del curso son una buena oportunidad para que los niños expongan sus intereses, habilidades y conocimientos sobre situaciones concretas que se evocan a partir de diálogos, debates o asambleas y en las que el docente obtiene información rica en detalles sobre lo que favorecerá o dificultará el aprendizaje con su grupo. Las familias pueden aportar información valiosa en las primeras tutorías del curso, así como a través de instrumentos sencillos para recoger información sobre experiencias previas (cuestiones emocionales, sociales).


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Propuestas comunes pero abiertas

Cada estudiante, con sus capacidades y sus dificultades, tendrá que responder al reto didáctico incorporando los conocimientos, madurando destrezas y modelando sus actitudes en base a las competencias que debe demostrar. La propuesta debe ser abierta y comprensiva con los diferentes ritmos y características personales que nos vamos a encontrar en el aula.

Por ejemplo, en la clase de Conocimiento del Medio todos debemos estudiar el sistema solar. El docente puede proponer tareas que trabajen lo esencial, como pueden ser los planetas, satélites, el sol, los ejes… Pero, además, puede dar la opción de profundizar en las características específicas de un planeta, o en la organización y representación de todos los elementos del universo, o en cualquier otro conocimiento con el que desplegar un talento potencial de uno o varios niños. Todo ello una vez que ya se ha garantizado la parte básica del aprendizaje prescrito por el diseño curricular base.

No se trata de que cada uno estudie lo que quiera, pero sí que existan ciertos márgenes de flexibilidad. Otra posibilidad es ofrecer distintos medios para acceder o expresar un conocimiento o habilidad. “Elaborar un diario de un día sostenible”, por ejemplo, es un tipo de tarea que se puede expresar y presentar de forma oral o escrita, con más o menos texto, con o sin imágenes, en papel o de forma digital.

Ninguna de estas modalidades compromete el objetivo de aprendizaje: que los alumnos reconozcan hábitos de consumos sostenible en su vida cotidiana.

Propuestas inclusivas

Ejemplo de estas propuestas inclusivas son el diseño universal de aprendizaje, el Proyecto Roma y las comunidades de aprendizaje.

Actualmente, la ley educativa española propone el diseño universal para que los docentes planifiquen sus clases pensando en todos desde el principio, y por tanto atendiendo a tres principios: implicación, representación y acción y expresión.

Existen además iniciativas de plena inclusión como el proyecto “Orientados al futuro”, que guía con iniciativas y recursos.

La educación debe perseguir el perfeccionamiento de las personas a lo largo de la vida, partiendo de cualquier origen y base sociales, económicos, psicológicos o cognitivos. La inclusión favorece que todos formemos parte activa de la sociedad.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.

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Carmen María Muñoz Herrera no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.