Edel Rodríguez no teme vivir con las consecuencias

El artista político Edel Rodríguez, que dibujó algunas de las imágenes más provocadoras de la presidencia de Trump, en el estudio de su casa en Mount Tabor, Nueva Jersey, el 13 de octubre de 2023. (Amir Hamja/ The New York Times).
El artista político Edel Rodríguez, que dibujó algunas de las imágenes más provocadoras de la presidencia de Trump, en el estudio de su casa en Mount Tabor, Nueva Jersey, el 13 de octubre de 2023. (Amir Hamja/ The New York Times).

Lo más difícil de hacer arte político, dijo Edel Rodríguez, no es la técnica sino el criterio: saber dónde clavar la “punta del cuchillo” para provocar al público sin que se queje.

No siempre está seguro de haber acertado. A veces cuando dibujaba las que se convertirían en las imágenes más provocadoras de la presidencia de Donald Trump —portadas de revistas con una figura anaranjada sin rostro que grita al vacío mientras decapita a la Estatua de la Libertad o usando una capucha del Ku Klux Klan— Rodríguez se preguntaba, aunque fuese por un momento, si estaba siendo injusto.

“A veces sentía: ‘Tal vez esto sea demasiado’”, comentó hace poco en una llamada por Zoom desde su estudio en Nueva Jersey. “Y luego tres semanas después hace algo y pienso: ‘Ah, ok, yo no estaba tan desatinado’”.

El origen y la evolución del criterio de Rodríguez como artista están en el centro de su nuevo libro gráfico de memorias “Worm” (sale a la venta el martes publicado por Metropolitan Books). Contado a través de unos 1000 dibujos evocadores de la trayectoria de Rodríguez, desde joven pionero en la Cuba de Fidel Castro a artista que se abre camino en el “glorioso caos de Manhattan a mediodía”, el libro es a la vez una conmovedora historia de inmigración y un desafío a los discursos políticos simplistas sobre Cuba, la democracia y nuestra respuesta colectiva al autoritarismo.

“Todo el libro es una especie de trampa”, dijo Rodríguez sobre la tensión entre la condena al Trump derechista y al régimen cubano izquierdista que recoge las memorias. “Quería que llegaras con tus prejuicios y te dieras cuenta de que esto no es lo que pensabas que sería”.

“Worm”, cuyo título hace referencia a un apodo que Castro utilizaba para describir a los cubanos que intentaban marcharse tras la revolución de 1959, ilustra con todo lujo de detalle los contrastes de la juventud de Rodríguez en la isla: jugar en los cañaverales que rodeaban su pequeño pueblo, a una hora al sur de La Habana, mientras el humo negro de una refinería cercana circulaba en espiral; maravillarse con los espeluznantes cuentos de su abuela a la hora de dormir; ver a sus padres conducir hasta las afueras del pueblo para hablar de su futuro sin que nadie los escuchara.

Rodríguez eligió el color que él llama “naranja señal de precaución” para sus dibujos de Donald Trump, en parte porque su educación en Cuba lo hizo consciente de la fragilidad de la democracia. (Amir Hamja/ The New York Times).
Rodríguez eligió el color que él llama “naranja señal de precaución” para sus dibujos de Donald Trump, en parte porque su educación en Cuba lo hizo consciente de la fragilidad de la democracia. (Amir Hamja/ The New York Times).

En un dibujo, vemos al joven artista con un pañuelo rojo revolucionario, la omnipresente silueta del Che Guevara que se asoma tras él. El padre de Rodríguez presionó a la familia para que se marchara —lo cual hicieron en 1980, en el éxodo del Mariel— en gran parte porque sentía que sus hijos corrían el riesgo de dejar de ser suyos. No quería que la revolución se convirtiera en su educación.

La familia de Rodríguez llegó a Miami cuando él tenía 9 años, pero su infancia en Cuba —donde la vigilancia y la escasez eran la norma, y la persecución gubernamental a menudo arbitraria y mezquina— dejó huella. En Estados Unidos, descubrió que las ideas sobre la vida en la isla, y los méritos de su gobierno, a menudo dependían de las ideologías políticas. Considera “Worm” en parte como un correctivo a la idealización de figuras como Guevara y Castro que ha encontrado entre miembros de la izquierda política.

“Tu héroe es mi opresor”, expresó Rodriguez. “Al final del día, ninguna dictadura es buena. Yo no sé cómo la gente apoya dictaduras solo porque se alínean con sus políticas”.

De hecho, la educación de Rodríguez lo ha hecho consciente de la fragilidad de la democracia, venga de donde venga la amenaza. Por eso, en parte, eligió el color que él llama “naranja de señal de precaución” para sus dibujos de Trump.

“Los enemigos del pueblo, las citas sobre los medios de comunicación, animar a los miembros del público a pelearse con otros, en Estados Unidos era una especie de entretenimiento. Era como: ‘Oh, qué locura’, y yo decía: ‘No, esto es exactamente lo que ha ocurrido en Cuba, en Venezuela, a veces en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial’”, explicó Rodríguez. “Influye en ti de una manera muy lenta, y resulta atractivo para mucha gente”.

En 2015, al oír que Trump, como candidato a la presidencia, hacía eco de los argumentos de Castro, Rodríguez sintió la necesidad de hacer sonar la alarma. Publicó dibujos en internet y los compartió en las redes sociales, con la esperanza de que revistas o periódicos los publicaran. Uno de los editores que lo hizo fue Klaus Brinkbäumer, que en aquel momento era redactor jefe de Der Spiegel, el semanario alemán que publicaría algunas de las obras más arriesgadas de Rodríguez.

“Edel es uno de los pocos artistas que logran simplificar de manera brillante asuntos complicados sin caer nunca en los clichés”, dijo Brinkbäumer. Cuando Rodríguez envió a Der Spiegel el borrador de una portada en la que aparecía Trump como un meteorito dirigiéndose hacia la Tierra poco después de su victoria en 2016, Brinkbäumer la publicó sin cambios. “Solo tuve que añadir el texto: ‘El fin del mundo’”.

Justamente, la primera imagen de “Worm” que Rodríguez terminó, hace unos 10 años, fue la de la portada del libro: el joven Rodríguez con boina roja y pañuelo, mirando lánguidamente al lector. La vida, la política y la dilación, según Rodríguez, hicieron que el interior del libro tardara en definirse. El arte proporciona retroalimentación inmediata, dijo, mientras que escribir es más como una “tortura”. Les preguntó a sus amigos escritores cuándo empezaría a ser divertido el proceso, y le respondieron: “Nunca”.

Rodríguez no está seguro de cuándo o si su familia en Cuba podrá leer “Worm”. Le preocupa lo que podría ocurrir si los sorprendieran con el libro, especialmente después de que una serie de protestas contra el gobierno en 2021 dio lugar a una represión incesante de la disidencia. Los artistas y músicos han sido un objetivo particular. En 2022, dos fundadores del Movimiento San Isidro —un grupo de raperos, artistas e intelectuales que se oponen a los límites hacia la libertad de expresión— fueron condenados a varios años de cárcel por “difamar las instituciones del país” e “insultar los símbolos nacionales”.

“Las autoridades se dan cuenta de que si le das a la gente un micrófono o una brocha, puede pasar cualquier cosa”, afirmó Rodríguez.

¿Acaso esa realidad le hace dudar de publicar y promocionar su propia obra, especialmente una obra que critica tanto la revolución cubana como “Worm”? No, dice Rodríguez sin vacilar. Parte de profesar su opinión significa vivir con las consecuencias.

“Si no hablo, ¿qué caso tiene ser un artista?”, concluyó.

c.2023 The New York Times Company