Ed Díaz cambió oficina por tatuajes

CIUDAD DE MÉXICO, septiembre 4 (EL UNIVERSAL).- Hacer algo que le gustaba, tener la libertad de decidir qué hacer o dejar de hacer, hizo que Edgar Díaz se aventara a rayar gente, enseñar a otros con quienes hoy tiene la cooperativa Tattoo Ed Díaz y complacer a sus clientes para marcarse el cuerpo donde quieran y como quieran.

"No sabía qué iba a ser de mi vida, yo he dibujado siempre desde chamaco y entonces dije: ‘¿A qué me puedo dedicar que me guste? Me gusta dibujar y de ilustrador está más difícil armarla’, y se me alocó; me compré unas máquinas de tatuar, agarré a un amigo (y) se la dejé ir, le dejé una porquería. De ahí me tuve que poner a estudiar para arreglarlo y ya me dediqué de lleno a esto", comparte quien hoy ya tiene más de ocho años de experiencia y miles de tatuajes lo avalan.

Él es director de arte, pero también es un alma libre, "la verdad es que nunca me ha gustado que me digan qué hacer y en ese trabajo de dirección de arte es mucho de darle gusto al cliente, no salirte de las reglas, entonces nunca le entré a eso. Al final, las marcas están muy definidas y no te dejan salir de lo que son por más creativo que seas, no siempre te van a dejar hacerlo", así que puso su estudio y con el apoyo de la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo de la ciudad ha logrado crecer.

De todo. A lo largo de los años ha hecho de todo, desde lo más común, como nombres o el símbolo del infinito, hasta el rostro de Juan Pablo II, "nunca me imaginé tatuando ese rostro, pero el señor le había pedido un milagro por su bebé, se le cumplió y por eso se lo hizo", recuerda Ed.

En su labor ha vivido muchas historias, sobre todo con quienes se ponen nombres: "ellos regresan a los 15 días o al mes a taparlo con las historias más trágicas y luego me entero de cosas bien fuertes", asegura.

Para él, hoy la gente está más abierta a ponerse tatuajes, "ya es raro quien no tiene uno", dice, y ha hecho tatuajes hasta entre las piernas y en medio de los senos.