Con la economía en picada, gobernante cubano apoya a Putin durante su visita al Kremlin

Parado junto al presidente Alexander Lukashenko de Bielorrusia durante el desfile militar para conmemorar el Día de la Victoria en el Kremlin la semana pasada en Moscú, el gobernante de Cuba Miguel Díaz-Canel destacaba como el único líder del hemisferio occidental en el evento, un recordatorio del aislamiento de la isla en apoyar tan abiertamente a Rusia, el país que ha invadido a su vecino, Ucrania.

Vladimir Putin había prestado juramento para su quinto mandato como presidente dos días antes en el grandioso salón San Andrés del Kremlin, en una ceremonia diseñada para recordar el pasado imperial de Rusia. En ese contexto, la visita del líder cubano a Moscú tenía un propósito: desempeñar el papel del súbdito leal que espera algunos favores a cambio.

“Esta visita se produce en un momento muy desafiante para la revolución cubana”, dijo Díaz-Canel en una reunión con Putin en el Kremlin después del desfile del 9 de mayo. “Estamos enfrentando la máxima presión del gobierno de Estados Unidos. No vamos a claudicar en la construcción de nuestro modelo social y económico, aunque lo hacemos en condiciones muy severas. Por eso compartimos esta situación con ustedes que son nuestros amigos”.

En los últimos años, mientras la economía de la isla colapsaba bajo la dirección de Díaz-Canel, Cuba se ha convertido nuevamente en un estado subordinado en la órbita de Rusia. La expectativa de los líderes cubanos: que Putin proporcione un salvavidas para mantener a flote a la isla comunista, y así evitar implementar más reformas de mercado o mejorar las relaciones con Estados Unidos, lo que los partidarios de la línea dura temen que ponga en peligro su control del poder.

La renovada alianza ha resultado en algunas imágenes sin precedentes, incluso para un país alineado durante décadas con la Unión Soviética durante la Guerra Fría.

El 9 de mayo, mientras Díaz-Canel asistía al tradicional desfile del “Regimiento Inmortal” del Día de la Victoria en honor a los caídos en la Gran Guerra Patria, como se conoce en Rusia a la Segunda Guerra Mundial, unos cientos de rusos también marcharon en la Quinta Avenida de La Habana, en el elegante barrio de Miramar que alberga varias embajadas extranjeras, por primera vez en la historia del evento.

Luego, ese mismo día, Díaz-Canel prescindió de la cautela que hizo que Cuba se abstuviera en algunas de las primeras votaciones de las Naciones Unidas que condenaron la invasión rusa de Ucrania el año pasado para demostrarle a Putin que estaba dispuesto a ir mucho más lejos.

“La Federación Rusa siempre podrá contar con el apoyo de Cuba. Le deseamos a usted y a la Federación Rusa éxito en la realización de la operación militar especial”, dijo, utilizando la frase que Putin prefiere para su guerra contra Ucrania.

El presidente de Rusia, Vladimir Putin (izquierda), en una reunión con el gobernante cubano Miguel Díaz-Canel, el 9 de mayo en Moscú.
El presidente de Rusia, Vladimir Putin (izquierda), en una reunión con el gobernante cubano Miguel Díaz-Canel, el 9 de mayo en Moscú.

En un podcast grabado en su vuelo de regreso de Moscú, Díaz-Canel defendió la visita, habló de proyectos empresariales “importantes” y dijo que Putin había mostrado “un compromiso” de ayudar a Cuba.

Sin embargo, pese a toda la fanfarria, el líder ruso aún no ha ofrecido la ayuda esperada.

Los días en que la isla recibía miles de millones de rublos en subsidios soviéticos quedaron atrás, ya que Rusia está bajo fuertes sanciones por parte de las naciones occidentales y está involucrada en una costosa guerra.

Un cargamento de petróleo ruso valorado en 60 millones de dólares finalmente llegó a Cuba a finales de marzo (después de una racha de apagones eléctricos en la isla que provocaron protestas), pero sólo después de que un funcionario cubano de alto rango, el viceprimer ministro Ricardo Cabrisas, viajara a Moscú y obtuviera un préstamo. En una larga entrevista con un periodista y activista español de izquierda publicada el miércoles, Díaz-Canel dijo que la isla no había recibido diésel ni combustóleo desde octubre.

“Cuando el presidente de Cuba está solo en el Kremlin, básicamente esperando que Putin tenga un agujero en el bolsillo y se le caiga el dinero, no pinta bien”, dijo John Kavulich, presidente del Consejo Económico y Comercial entre Estados Unidos y Cuba, que monitorea periódicamente el clima de negocios en la isla. “Están desesperados”.

Pero para un gobierno incapaz de alimentar a su población o mantener las luces encendidas, mendigar dinero se ha vuelto cada vez más central para su supervivencia. Y cada poquito cuenta.

Vivir de donaciones

Con un déficit esperado del 18% en su presupuesto nacional este año, el gobierno cubano depende cada vez más de donaciones, programas de ayuda exterior y condonación de deuda.

Una mirada a las historias en los medios estatales refleja esta realidad: los Emiratos Árabes Unidos donaron 50 millones de dólares para enviar alimentos de Brasil a Cuba. La agencia de desarrollo de Japón utilizó 20 millones de dólares para financiar un proyecto local de energía eléctrica en la Isla de la Juventud. También donó 3 millones de dólares a UNICEF para entregar máquinas de ultrasonido y otros equipos médicos a la isla. La Unión Europea donó 300,000 euros para aliviar la situación de los afectados por las fuertes lluvias de marzo. La lista continua.

Por primera vez, el gobierno incluso solicitó ayuda al Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas para dar leche en polvo a los niños cubanos.

Hablando claro, Díaz-Canel admitió que el Estado cubano, propietario de la tierra, los recursos naturales de la isla y la mayoría de las empresas, vive al día.

“Nosotros hoy somos un país que vive de la cuenta corriente, o sea, qué ingresaste en esta semana y cómo eso lo distribuyes entre una cantidad tremenda de prioridades que tiene el país que no pueden ser cubiertas con los ingresos de una sola semana”, dijo en una entrevista publicada el miércoles en Granma, el diario del Partido Comunista.

Mientras Díaz-Canel regresaba de Moscú, el peso cubano, actualmente una de las monedas que se devalúa más rápidamente en el mundo, alcanzó un mínimo histórico de 400 pesos por dólar. Las pensiones estatales mensuales ascienden actualmente a menos de 4 dólares al mes.

Aplazar las reformas del mercado

El gobierno cubano culpa de todos sus problemas al embargo de décadas y a otras sanciones estadounidenses. Pero en el centro de la crisis de Cuba está la renuencia del gobierno a privatizar la economía a mayor escala, particularmente la agricultura, incluso cuando el hambre se está convirtiendo en un problema para los más vulnerables. Según datos oficiales, el país produjo un 67% menos de alimentos en 2023 que cinco años antes.

Aunque la mayor parte de las tierras agrícolas se rentan a agricultores y cooperativas privadas, estos dependen del gobierno para obtener combustible, fertilizantes y semillas, y deben vender parte de sus cultivos al gobierno a precios limitados. Las parcelas de tierra también son pequeñas, lo que impide la agricultura a gran escala. El marabú, una especie invasora, cubre muchas áreas previamente cultivadas.

El año pasado, el gobierno prometió a los líderes empresariales rusos que les otorgaría arrendamientos favorables a largo plazo de tierras para agricultura y otros usos. Sin embargo, los líderes cubanos han malinterpretado el apetito de Rusia por invertir en una economía que se hunde, dijo Kavulich.

“Más allá de turistas que gastan poco de la Federación Rusa que visitan la República de Cuba, las donaciones de gobierno a gobierno y la concesión de préstamos (que sin duda pronto requerirán reprogramaciones de pagos, cancelaciones o condonaciones como en décadas anteriores)”, las empresas rusas no han encontrado “puntos de entrada demostrablemente y sosteniblemente rentables en la República de Cuba”, escribió en su blog Cubatrade.

El renacer del sector privado en Cuba está tomando a todos por sorpresa. ¿Cuánto durará?

La licencia de Kavulich para invertir en una empresa privada en Cuba, la primera de esas autorizaciones otorgada por el gobierno de Estados Unidos, debe expirar este mes. No pudo utilizarla porque Cuba aún tiene que emitir regulaciones que autoricen la inversión extranjera en su emergente sector privado, que ahora abarca más de 10,000 empresas. Kavulich hizo hincapié en que dichas regulaciones son fundamentales para atraer el interés no sólo de las empresas estadounidenses sino también de los inversores de otros lugares.

Algunos cubanoamericanos también están presionando para que se invierta en estas empresas privadas, conocidas en español por el acrónimo mipymes, que fueron aprobadas por primera vez en 2021. La cuestión surgió durante un evento con funcionarios del gobierno cubano y representantes de los empresas exportadoras de alimentos de Estados Unidos esta semana en La Habana. , dijo el ex representante federal Joe García, quien estuvo presente. García, quien también tiene una autorización del Departamento del Tesoro de Estados Unidos para invertir en una empresa privada en Cuba, dijo que los estadounidenses en la audiencia estaban allí para expandir sus negocios con el sector privado, “lo único que está funcionando allí en este momento”.

El gobierno cubano sigue rechazando los llamados de amigos y enemigos a hacer más reformas de mercado. En la entrevista con Granma, Díaz-Canel insistió en que el sector privado es sólo “un complemento” de las empresas estatales en una economía de planificación centralizada. Pero muchos creen que la situación sobre el terreno eventualmente obligará al gobierno a abrir la economía socialista.

Los visitantes que han viajado recientemente a la isla describieron haber visto más personas sin hogar y ancianos pidiendo comida en calles llenas de baches y donde la basura se amontona en las esquinas.

“Cuba está en su peor momento”, dijo al Miami Herald un cubanoamericano que hace negocios en Cuba y pidió el anonimato por temor a represalias. “Está peor hoy que durante el Período Especial”, añadió, utilizando el nombre que Cuba dio a la grave crisis económica que afectó a la isla en la década de 1990 tras la caída de la Unión Soviética.

“No tienen salida económica”, añadió. “No veo la luz al final del túnel si no hay privatización de las empresas estatales”.