El eclipse solar de 1991 que detuvo el ajetreo de la Ciudad de México

CIUDAD DE MÉXICO, octubre 14 (EL UNIVERSAL).- En julio de 1991 un eclipse solar captó la atención total de la Ciudad de México, incluso verbenas y eventos culturales se organizaron en torno al fenómeno astronómico .

Las plumas de Agustín Sánchez González, Ma. Elena Matadamas, Jorge Luis Sáenz y Carlos Martínez Rentería fueron las que realizaron la crónica del suceso en distintos puntos: el Zócalo, Ciudad Universitaria y Chapultepec.

Entre marihuana, condones, "pepscilindros", filtros solares y protestas contra Televisa, se dio una "segunda noche" que mantuvo en vilo y cautivó a los capitalinos durante siete minutos. Las crónicas no sólo dan cuenta del eclipse, sino también recuerdan la escena capitalina durante la década de los 90.

El eclipse solar de 1991 que detuvo el ajetreo de la Ciudad de México durante siete minutos

Foto: Fototeca El Universal

De pronto es noche desde el sitio más cósmico del mundo: el Zócalo

Por Agustín Sánchez González

"Cada uno está solo en el corazón de la tierra". Pero en el Zócalo capitalino estamos muchos, compartiendo nuestras soledades. Andamos de fiesta, la Luna se dará un banquete con el Sol. Es el eclipse más temido de todos los tiempos y la gente, los mexicanos, desafían a quienes nos inculcan la cultura del miedo.

Los concheros llegan en bola, pertenecen a varios calpullis que asisten a las ruinas del Templo Mayor a hacer acto de presencia. Pasean un Quetzalcóatl realizado con dulce, con alegría, en sentido culinario y de estado de ánimo.

Se anuncia una nueva era en este lugar que, a decir de ellos, es el sitio más cósmico del mundo.

Junto al Templo Mayor , otros grupos celebran la llegada del eclipse y hasta el Papirolas convertido en estatua está por ahí.

"Traspasado por un rayo de sol". La radio con Gutiérrez Vivó está presente. Hay colas para recibir de regalo un filtro para poder ver el fenómeno, para poder ver el eclipse. El campanazo de las doce del día en Catedral y el Zócalo ya está casi a la mitad de su capacidad. La gente aconseja: solo diez segundos y descansa cincuenta. No somos tontos, podemos ver sin temor el eclipse.

Es el Zócalo, lleno de aventuras, de hechos históricos que hoy se viste de gala. Nunca había visto tanta gente junta mirando el cielo desde tan diversas formas, la mayoría con su filtro, pero los hay quienes, osados, llevan escafandras de soldador o goggles. "Lástima que tengamos que verlo así, los filtros son como condones para ver el sol".

Los concheros queman incienso, mientras campesinos de la sierra realizan un boteo para electrificar su pueblo. Hay gente que hizo excursión, portan tacos, tortas, pepscilindros y sabritas. Un par de jóvenes pasean un cartel: "Sigue diciendo SÍ al eclipse y NO a Televisa". Miembros del partido del sol pasean en caravana y son repudiados por la gente que les grita oportunistas.

Trece horas. Las campanas de catedral suenan tímidamente. El sol va siendo atrapado. Como en la fiesta de Año Nuevo, la gente mira sus relojes con cierta ansiedad, con cierto temor, un temor natural, producto de la sabiduría, de que nos espera un nuevo momento, de que seremos testigos de un hecho que no suele suceder frecuentemente. Las nubes tapan completamente el Sol y la gente ruega para que aparezca.

Las luces de la calle se encienden, el día empieza a oscurecer.

"Y de pronto es de noche". Ya viene a la ciudad, ya pasó por otras partes. "Una rayita, se ve una rayita", grita un adolescente emocionado. Vuelan las palomas, las luces están encendidas por todas partes. Ya es de noche, la gente grita de júbilo mientras una señora mayor se persigna, se hinca y se pone a rezar un rosario, seguida por su familia. Pero los demás estamos encantados.

"Ahorita se puede sin bronca, con gusto". "Arrepiéntanse de todos sus pecados", pero nadie se arrepiente de nada: "Échele güero". El Sol se puede ver, miro directamente a un Sol hermoso, lleno de vitalidad, aun cuando esté cubierto por las nubes y no deja ver muchas cosas. Sin embargo, de ahora en adelante ya nadie me contará cómo es un eclipse.

La negra noche cubrió la ciudad y la gente aplaude. Siete minutos que transcurren rápidamente. Las luces de las lámparas que iluminan el Zócalo están encendidas. El júbilo permanece. Las campanas de Catedral vuelven a sonar tímidamente. Es la una treinta y la Plaza Mayor , el centro cósmico del mundo, empieza a clarear, nuevamente, las palomas revolotean, de nuevo el sol, de nuevo la vida. De nuevo vemos la claridad propia del medio día. Recordamos entonces a Quasimodo: "Cada uno está solo en el corazón de la tierra, traspasado por un rayo de sol y de pronto es de noche".

En Antropología, el día con dos noches, dos soles y dos lunas

Por Ma. Elena Matadamas y Jorge Luis Saenz

Ayer fue un día con dos noches, con dos soles y dos lunas. Una gran batalla libraron los dos astros rey en el cielo; y aquí en la tierra la madre Coatlicue, diosa de la vida y la muerte, "la de la falda de serpientes", cobró vida en la rememoración de un ritual prehispánico.

Esto sucedió en la explanada del Museo de Antropología a donde arribaron cientos de capitalinos dispuestos a disfrutar en vivo y en directo, del fenómeno astronómico del siglo que, como aseguran los expertos, no habrá de repetirse hasta el próximo siglo.

El Bosque de Chapultepec fue uno de los lugares elegidos por los habitantes de la ciudad para observar el espectáculo natural y de paso, unirse a las actividades que con ese motivo se organizaron en dos recintos museísticos: el de Antropología y el Tamayo.

Fue en el primero donde tuvo lugar el espectáculo-ritual "Ofrenda", montado por Jesusa Rodríguez, que permitió recordar las creencias del México antiguo, de aquellos que creían que un eclipse de sol sucedía cuando un ser sobrenatural "mordía" al sol.

Desde temprana hora, a Chapultepec arribaron no sólo los habitantes del Distrito Federal, llegaron familias, parejas.

El cielo estaba nublado, había temor de que el fenómeno no fuera visible. A la 1:15 comenzó una lluvia repentina que al igual se detuvo; a mucha gente no le importó mojarse con tal de no perder su lugar en la explanada; una multitud trepó a la rampa que había sido preparada para el espectáculo-ritual-ofrenda de Jesusa Rodríguez.

Cuando el día se hizo noche, luces de colores estallaron en el cielo nublado y una cortina de luz al frente del museo armó gran escándalo entre la gente; algunos precavidos permanecieron el interior donde se sucedían imágenes que enviaban desde el Planetario Luis Enrique Erro, San Ángel, el Cerro de los Tres Padres, la zona arqueológica de Teotihuacán y en el zoológico de Chapultepec donde fue captada la reacción de los animales.

Los padres de familia se mantuvieron atentos a sus hijos, dándoles indicaciones. Las nubes fueron generosas, abrieron el paso al maravilloso espectáculo que a la mayoría pareció demasiado corto. Tan así que varios permanecieron largo rato mirando al cielo en espera de ver más, pero el día había vuelto.

En la Universidad "El sol negro estalló en júbilo"

Por Carlos Martines Rentería, reportero de EL UNIVERSAL

De pronto, la noche, se encienden las veladoras, se encienden los gritos, se desborda el espacio escultórico. Las miradas al cielo, la locura a ritmo de teponaztlis y caracoles, goyas por el eclipse a las 13 horas con 20 minutos de un 11 de julio que no se olvida.

"El sol negro" se llamó el concierto de Jorge Reyes; media hora de retraso y una hora más de valses, pasos dobles y marchas con la Banda Renacimiento de Oaxaca; después la locura, los ritmos electroacústicos del más allá, el copal, las evocaciones prehispánicas, las nubes que se abrieron oportunas y la magia del cielo que se convirtió en "¡Viva México!", lágrimas, fraternidad compartida entre más de 10,000 jóvenes.

Ya a las 11 de la mañana, buena parte del recinto universitario se había llenado, no hubo camiones del servicio gratuito, pero de todos modos llegaron los seguidores de Jorge Reyes y también los seguidores del eclipse.

El evento estaba anunciado a las 11.30 horas, pero después de las 12 del día continuaban los preparativos, la gente desesperada comenzaba a chiflar y sólo se distraía probando sus filtros solares que en un principio parecían un fraude.

A las 12 con 10 minutos, Jorge Reyes se disculpó por la demora y explicó que por negligencia de la Dirección de Teatro y Danza no tuvieron oportunidad de ensayar el día anterior.

La emoción crecía y la fraternidad colectiva se hizo evidente cuando un condón inflado a manera de globo volaba de mano en mano, convirtiendo el concierto en una fiesta.

La hora se acercaba, los más diversos instrumentos para ver el eclipse aparecieron, lentes de cartón de varios colores y tamaños, conos de cartón y hasta simple hojas de papel con un pequeñísimo agujero; no había muchas esperanzas, el cielo totalmente nublado, incluso se pensó por momentos que el concierto se suspendiera cuando comenzaron a caer gotas de lluvia.

A las 12:45, una niña le gritó a su papá medio adormilado: "¡ya se ve, ya llegó el eclipse!", gritos, brincos y las miradas al cielo, con sus respectivos filtros solares, aunque no faltaron entre los asistentes los osados que vieron el espectáculo a simple vista.

Hasta las mentadas y los gritos de "fuera Televisa" se olvidaron ante el espectáculo, un ligero aroma a mariguana quemada flotó en el aire, y se mezclaba con el copal colocado en el escenario, de ahí en adelante todo fue gritos y sorpresas.

Justo a las 1:20 de la tarde, por un espacio entre nubes apareció la imagen tan esperada, se escuchó el sonido de un caracol que se confundió con los gritos espontáneos de "¡Viva México!" y después los goyas universitarios, mientras las parejas de jóvenes se abrazaban o levantaban los brazos como intentando tocar el cielo.

Así como llegó la noche, se fue dejando una contrastante tranquilidad en ese espacio de rocas volcánicas, Jorge Reyes siguió con sus caracoles, sus silbatos y sus chirimías, mientras cientos de miradas se quedaban suspendidas en los más infinitos espacios de la reflexión.