Dudas por la economía china: cómo pasó del “milagro imparable” a la crisis de confianza
SEÚL.- A principios de este año, David Yung rebosaba de confianza sobre las perspectivas de su fábrica de perfumes en el este de China. A fines de 2022, luego de casi tres años de parálisis por el confinamiento pandémico, el país había levantado sus restricciones, y la economía parecía destinada a recuperar su impulso. En marzo de este año, seguros de un inminente repunte del consumo, Yang y sus dos socios invirtieron más de 60.000 dólares para aumentar la capacidad de producción de su fábrica.
Pero las nuevas oportunidades de negocios nunca se materializaron. De hecho, la situación empeoró. La gente no gasta, dice Yang, y las órdenes de pedido representan un tercio de lo que eran hace cinco años. “Es desolador”, dice Yang. “La economía se está yendo a pique”, añade.
Durante la mayor parte de las últimas cuatro décadas, la economía china parecía una fuerza imparable, el motor del ascenso del país al rango de superpotencia global. Hoy, sin embargo, la economía china está acosada por una serie de crisis. La crisis inmobiliaria generada por años de construcción excesiva y sobreendeudamiento corre a la par de una crisis de deuda aún más grave, con índices récord de desempleo juvenil. Y en medio del mal panorama económico está surgiendo otra crisis, la de confianza.
La falta de confianza en el futuro convive con la desesperación. Los consumidores recortan los gastos. Las empresas no están dispuestas a invertir ni a generar puestos de trabajo, y los potenciales emprendedores no crean nuevas empresas. “Actualmente, la falta de confianza es un problema clave de la economía china”, dice Larry Hu, economista en jefe para China de la empresa australiana de servicios financieros Macquarie Group.
Hu dice que el desgaste de la confianza está generando una espiral descendente que se retroalimenta. Los consumidores chinos no gastan porque están preocupados por sus perspectivas laborales, mientras que las empresas recortan costos y frenan las contrataciones porque los consumidores no gastan.
Retiros masivos
En las últimas semanas, los inversores retiraron más de 10.000 millones de dólares del mercado de valores. El jueves, el regulador de títulos más importante de China citó a los ejecutivos de los fondos de pensión del país, a los mayores bancos y a las aseguradoras para presionarlos a invertir más en acciones chinas, según informó la revista de economía Caixin. La semana pasada, con una caída de más del 20% en relación a su máximo de enero, las acciones en Hong Kong ingresaron en un ciclo a la baja.
Gracias a su resiliencia ante los desafíos del pasado, China fue consolidando una confianza profunda en su economía y en su modelo dirigido por el Estado. En 2009, tras el colapso financiero global, China se recuperó rápidamente, y años más tarde soportó la guerra comercial de la administración Trump y demostró que su economía es indispensable para el mundo.
Cuando la pandemia arrastraba al resto del mundo, la economía china se recuperaba con un vigor excepcional. En 2022, el diario chino Global Times, vocero del Partido Comunista, declaró que China era “el milagro imparable”.
Un factor que contribuye al actual déficit de confianza es la idea de que las autoridades chinas tienen menos opciones disponibles que en el pasado para combatir la desaceleración económica. En 2018, cuando su economía estaba en guerra comercial con Estados Unidos y su mercado bursátil se desplomaba, el líder Xi Jinping pronunció un discurso estimulante.
En busca de despejar la incertidumbre, Xi se expresó durante una feria de comercio internacional en Shanghái y dijo que nadie debía poner en duda la solidez de la economía china, a pesar de algunos altibajos.
Ventarrones y tormentas
“La economía china no es una laguna, es un océano”, dijo Xi. “El océano puede tener días de calma, pero siempre habrá ventarrones y tormentas. Sin ellos, el océano no sería lo que es. Los ventarrones y las tormentas pueden hacer desaparecer una laguna, pero nunca un océano. Y si hablamos del futuro de la economía china, sobran los motivos para tener confianza”.
Pero hace unos meses que Xi se refiere muy poco a la economía de su país. A diferencia de otras veces, cuando las crisis eran de carácter internacional, ahora China enfrenta una convergencia de problemas internos que vienen cociendo a fuego lento, algunos como resultado de cambios de políticas implementados por el gobierno de Xi.
#China is looking forward to in-depth discussions with the United States on resolving their differences on the economic and trade front during US Commerce Secretary Gina Raimondo's visit to China, the Ministry of Commerce said on Thursday. #US https://t.co/8O7RcXCD0N https://t.co/7uyW5DpYXw pic.twitter.com/oXL2QQhgv2
— China Daily (@ChinaDaily) August 24, 2023
Tras la crisis financiera de 2008, China aplicó un enorme paquete de incentivos para poner nuevamente en marcha su economía. En 2015, cuando el mercado inmobiliario se tambaleaba, Pekín repartió dinero entre las familias para remplazar las desvencijadas viviendas por departamentos nuevos, como parte de un plan de redesarrollo urbano que a su vez desencadenó un boom de la construcción en ciudades más pequeñas.
Ahora, los planificadores de políticas públicas están frente a una situación muy diferente, que los obliga a repensar su manual de recetas tradicionales. Los gobiernos locales y las empresas están cargadas de deuda y no tienen margen para endeudarse más y gastar con holgura. Y tras décadas de inversiones en infraestructura, ya nadie necesita otro aeropuerto u otro puente, el tipo de proyectos de obra pública que pueden estimular la economía.
Los dirigentes chinos también están atados de pies y manos, porque fueron ellos mismos los que introdujeron muchas de las medidas que generaron los actuales problemas económicos. Los confinamientos por la política de “Covid cero” paralizaron la economía. El mercado inmobiliario se tambalea por la medida que tomó el gobierno hace tres años para frenar el endeudamiento de los desarrolladores, mientras que las drásticas medidas contra la industria tecnológica, en rápido crecimiento, llevaron a muchas empresas a rebajar sus expectativas y su masa de trabajadores.
En julio, cuando se reunieron para hablar sobre el rápido deterioro de la economía, los máximos líderes de China no presentaron el colosal programa de gasto público que algunos anticipaban. Tras la reunión, el Buró Político del Partido Comunista Chino dio a conocer una larga lista de declaraciones —muchas de ellas, un refrito de declaraciones previas— sin ningún anuncio nuevo. Sin embargo, la lista hacía hincapié en la necesidad de generar un “shock de confianza”, sin dar precisiones sobre las medidas que demostraban que las autoridades estaban listas para conseguir que se produjera.
“Tener confianza en la economía china, en realidad, es tener confianza en el gobierno chino”, dice Kim Yuan, que el año pasado perdió su trabajo en la industria de decoración de interiores. Desde entonces no ha logrado conseguir otro trabajo, pero agrega que mientras el gobierno no pierda el control, la situación económica no empeorará significativamente.
Ante la pérdida de confianza, el gobierno ha recurrido a un patrón ya conocido y dejó de difundir los datos económicos más preocupantes. Este mes, la Oficina Nacional de Estadísticas de China anunció que dejaría de publicar cifras de desempleo juvenil, un indicador muy relevante de los problemas económicos del país. Tras seis meses consecutivos de aumento sostenido del desempleo entre los jóvenes chinos de entre 16 y 24 años, la agencia argumentó que era necesario “mejorar aún más y optimizar” el cálculo de esa cifra estadística
Este año, la oficina también dejó de publicar encuestas sobre la confianza de los consumidores, uno de los mejores barómetros de la predisposición de los hogares a gastar. A principios de año ese guarismo se recuperó modestamente, pero a partir de abril empezó a caer en picada: fue la última vez que la oficina de estadísticas difundió los resultados de ese relevamiento, interrumpiendo así una serie que comenzó hace más de 33 años.
Daisuke Wakabayashi y Claire Fu
Traducción de Jaime Arrambide