¿Puede una llama convertirse en líder de la lucha contra el COVID-19? El secreto está en sus anticuerpos

(Photo by Uwe Anspach/picture alliance via Getty Images)
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Una llama se ha sumado a la carrera en busca de un tratamiento para la COVID-19. Un equipo de investigación ha desarrollado unos anticuerpos en una llama – el animal de la familia de los camellos – que puede parar la infección por coronavirus.

Lo que han logrado los científicos es seleccionar dos anticuerpos que produce la llama cuando se ve atacada por un coronavirus – no el que provoca la COVID-19, si no uno muy cercano – los han combinado y han obtenido uno que consigue evitar que el virus entre en las células.

Este anticuerpo que han creado se une a una de las cuatro proteínas que produce el virus, a la proteína S. Esto es importante, porque al crearse la unión entre el anticuerpo y la proteína, el virus es incapaz de entrar en las células, con lo que no puede infectar y crear más copias de sí mismo.

Y han conseguido hacerlo porque este grupo de investigación trabaja – o trabajaba antes de la pandemia – con un virus muy cercano al que provoca el COVID-19. El de la pandemia es el SARS-CoV-2 y los investigadores conocen y trabajan con el SARS-CoV-1.

Suena muy bien, ¿verdad? Igual demasiado… y en parte es así. Los experimentos que han realizado los investigadores han usado un virus modificado – un pseudotipo, que es una versión del virus incapaz de infectar a humanos pero que presenta la proteína S. Y de momento el anticuerpo de llama funciona en llamas.

Pero es un avance, y muy importante. Por una parte, porque se trata de un tratamiento: la estrategia que se sigue es la de la sueroterapia, similar a la idea de utilizar plasma de gente que se ha recuperado para curar a personas contagiadas de COVID-19. Y esto tiene importancia también por lo tiempos, más adelante lo comentamos.

El hecho de que el anticuerpo lo genere una llama no influye en su utilidad. De hecho, para otras sueroterapias se aprovechan anticuerpos de animales – caballos suele ser lo habitual. Y tiene la ventaja de que puedes emplear a animales de granja, a llamas de criadero, para generar los anticuerpos.

Y aquí volvemos a los tiempos, que comentábamos antes. De momento, los investigadores van a comenzar la fase de experimentación animal, parte de la fase preclínica. Es decir, que aún le quedan pasos para llegar a humanos… pero es mucho más rápido que una vacuna.

Si los ensayos se hacen de acuerdo a los estándares éticos y legales actuales – y esperemos que sea así – la investigación en vacunas tiene un problema: desde que la inyectas hasta que puedes empezar a tener resultados deben pasar dos meses. En cambio, con los sueros es inmediato: tienes a alguien enfermo que se ofrece voluntario, le inyectas el suero, e inmediatamente empiezas a tener los datos que necesitas para saber si el tratamiento es seguro, eficaz y viable. Y en este caso, dos meses es mucho, mucho tiempo.

Eso sí, conviene recordar que la sueroterapia cura, pero no inmuniza. Serviría para proteger a población vulnerable – mayores, personas inmunodeprimidas, sanitarios, casos muy graves, docentes cuando vuelvan las clases… - pero una vez recuperados, esas personas seguirían siendo susceptibles a la infección

De momento sólo se trata de un avance prometedor – y no es poco. Aún tiene que superar la experimentación en animales, y todos los procesos que nos aseguren que es una terapia eficaz y segura. Pero es una alternativa más, y todas son pocas tal y como están las cosas.

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