¿El dinero puede comprar felicidad? Los científicos dicen que posiblemente sí

Los investigadores entrevistaron a 33.391 adultos de entre 18 y 65 años que viven en Estados Unidos
Los investigadores entrevistaron a 33.391 adultos de entre 18 y 65 años que viven en Estados Unidos - Créditos: @iStock

WASHINGTON.– Es la pregunta que se hacen los filófos, economistas y sociólogos desde hace décadas: ¿El dinero puede comprar felicidad?

Y para la mayoría de los estadounidenses, al parecer la respuesta es que sí.

Dos eminentes investigadores, Daniel Kahneman y Matthew Killingsworth, llegaron a esa conclusión en el estudio que publicaron este mes en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences, refutando así la idea dominante de que los norteamericanos suelen ser más felices cuando ganan más, hasta llegar al umbral de los 75.000 dólares de ingresos anuales, cifra a partir de la cual el nivel de felicidad se estanca.

Ese umbral había sido propuesto inicialmente por Kahneman, economista y psicólogo ganador del Premio Nobel, en un estudio de 2010 que llegaba a la conclusión de que “el bienestar emocional aumenta a la par de los ingresos, pero se estanca a partir de los 75.000 dólares de ingresos anuales”.

Sin embargo, en 2021, Killingsworth —un investigador de alto rango de la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania— descubrió que la felicidad no se ameseta a partir de los 75.000 dólares de ingresos anuales, y que “el bienestar autopercibido” sigue creciendo incluso más allá de los 200.000 dólares de ingresos.

Kahneman y Killingsworth dicen que su nuevo estudio fue “una colaboración adversativa”, ya que confrontaron sus dos hipótesis con la ayuda de un árbitro.

En su estudio conjunto, los prestigiosos investigadores entrevistaron a 33.391 adultos de entre 18 y 65 años que viven en Estados Unidos, tienen trabajo e ingresos familiares por encima de los 10.000 dólares anuales. Los autores dicen que les faltan datos significativos de personas que ganan más de 500.000 dólares al año.

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Para medir el grado de felicidad de los participantes, se les pidió que informaran sus sensaciones durante el día en intervalos aleatorios, a través de una aplicación para celulares desarrollada por Killingsworth, llamada Track Your Happiness. “En momentos aleatorios del día, la aplicación les enviaba una alerta a los participantes para que registraran su nivel de felicidad en ese momento específico y en tiempo real”, dice Killingsworth en cuanto a la metodología de recolección de datos. “Concretamente, se les preguntaba cómo se sentían en ese momento, en una escala que iba de ‘muy bien’ a ‘muy mal’.”

Dos grandes conclusiones

Y el estudio llegó a dos grandes conclusiones. En primer lugar, que para la mayoría de la gente “la felicidad sigue aumentando en función de los ingresos incluso en el rango de ingresos más altos”, demostrando que para muchos de nosotros, en promedio, tener más dinero puede hacernos cada vez más felices.

Pero el estudio también reveló que existe una “minoría infeliz” de alrededor del 20% de los participantes “cuya infelicidad disminuye a medida que aumentan sus ingresos, pero hasta un umbral, y a partir del cual se estanca.”

Se trata de las personas que experimentan “miserias” que en general no se alivian con dinero, y el informe pone como ejemplo los duelos, las rupturas amorosas y la depresión. Para ellos, el “sufrimiento” puede aliviarse hasta que sus ingresos alcanzan los 100.000 dólares al año, “pero a partir de esa cifra prácticamente deja de mejorar”.

La excepción son las personas ricas pero infelices. O sea que a los que ya son ricos y son infelices, tener más dinero no los ayuda en nada. Todos los demás asociación más dinero a mayor felicidad, en diferentes grados.”

El estudio admite que para muchas personas, la felicidad o el bienestar emocional son una escala variable día a día, y que “las personas felices no son todas igualmente felices”, pero señala que hay “grados de felicidad” y que el bienestar “suele tener un techo”.

El estudio también muestra que el dinero puede afectar el bienestar emocional de manera diferente en función de los ingresos de la persona. “Las personas infelices de menores ingresos obtienen mayor felicidad cuando tienen más dinero que las personas que ya eran felices”, dice el estudio. “En otras palabras, la base de la pirámide de la distribución de la infelicidad se achica más rápido que la cima en ese rango de ingresos.”

Pero Killingsworth se ocupa de dejar en claro que el dinero no es todo, “sino apenas uno de los muchos factores determinantes de la felicidad”, y agrega que “el dinero no es el secreto de la felicidad, pero probablemente ayude un poco”.

El estudio también causó furor en las redes sociales, donde un usuario de Twitter se permitió una broma: “El que diga que el dinero no compra felicidad es porque no sabe dónde ir de compras”.

Y otro fue más allá: “La plata no hace feliz a nadie, pero siempre es mejor llorar sentado en una Ferrari”.

Por Adela Suliman

(Traducción de Jaime Arrambide)